Referir al “Peronismo del Siglo 21” ha sido un slogan de más de un político argentino en vistas de posicionarse en la arena electoral, en general para plantear alguna agenda ligada a la necesidad de modernización y adaptación a los tiempos. Pero, por más usos electoralistas y oportunistas, el concepto no deja de necesitar ser interpelado porque, de una manera u otra, siempre se vuelve a imponer la discusión respecto al Peronismo: su pasado, su presente y su posibilidad de futuro.
Bucear en el Archivo Peronista nos obliga a toparnos con miles de documentos históricos y son esas fuentes las que nos acercan a conocer al menos una parte de la realidad, eso que Perón catalogó como la única verdad. Y son las que también nos permiten ver esa continuidad histórica de muchísimos componentes a lo largo de la breve historia de nuestro país, expresados en forma de antinomia: populismo vs república; industria vs campo; pueblo vs. oligarquía. Esas grietas no nacieron con el Peronismo ni terminaron con él.
En esa suerte de eterno retorno en la que vive Argentina hoy llega el turno de un nuevo experimento liberal, liderado por alguien que no se presentó explícitamente como un antiperonista pero sí atacó todas las banderas del peronismo. No hay necesidad de denostar a Perón de manera directa, mientras se pueda “destruir al Estado desde adentro”; no hace falta nombrar a Evita sino decir que “detrás de una necesidad no hay un derecho sino un curro”. El antiperonismo del Gobierno está reflejado en la mayoría de sus actos, incluso los simbólicos, y va acompañado de una bastardización de la práctica política y persecución al que opina diferente, mientras se quita financiamiento a los partidos políticos y se reparten embajadas a cambio de votos en el Congreso.
Con todo, vivimos en una era en la que es muy fácil identificar entonces al antiperonismo: las banderas que sostiene, sus prácticas, sus fundamentos, las ideas que promueve y las que combate con fervor. Lo que resulta algo más complejo es echar luz sobre el espacio peronista: ¿dónde y por quiénes está representado? ; ¿hay un solo peronismo o podemos hablar de varios? ; ¿el peronismo acompaña procesos de resistencia o los lidera? ¿cuánta legitimidad le queda? Muchas preguntas surgen cuando uno reflexiona sobre el rol del peronismo hoy, en este particular momento en el que el movimiento enfrenta el llano y no hay focus group o encuesta que le pueda marcar qué hacer.
Esa pérdida de la brújula ubica al Peronismo ante el abismo: la posibilidad de “no poder volver a ser”, algo muy habitual de escuchar entre los agoreros del Fin de la Historia. Pero también lo deja ante la chance de reinventarse, de regenerarse a partir de una discusión interna que suelte la nostalgia y el oportunismo a la vez, para poder hacer usufructo de su experiencia y no tropezar una vez más con la misma piedra. Conocer el pasado, discutir el presente e imaginar el futuro: se trata simplemente de eso. Y de volver a intentarlo, ayer, hoy y siempre.