Señor Gral. Don Cados Prats Buenos Aires, 20 de noviembre de 1973
Mi estimado amigo:
He recibido su grata carta en momentos de hacerme cargo de la presidencia. Con
viva y sincera emoción le agradezco sus cálidas felicitaciones y sus buenos deseos
de éxito en mi difícil misión. Le ruego me perdone el haber demorado en
contestarle, asuntos impostergables me lo impidieron. Hoy con sumo placer me
dispongo a reanudar nuestro diálogo.
Tiene usted toda la razón cuando afirma que la historia habrá de ofrecernos más de
una sorpresa como la de Chile. Una de las causas de la derrota de una revolución
radica en que muchas veces los revolucionarios creen que puede realizarse
incruentamente. ¡Craso error! Los ejemplos de México, Argentina, Santo Domingo,
Bolivia y últimamente Chile demuestran lo contrario. En todos los países
mencionados la reacción demostró a los revolucionarios lo caro que debieron pagar
por su humanitarismo.
El Presidente Allende me escribía que permanentemente sentía como un contacto
físico los tentáculos del imperialismo, que día a día iban paralizando con mayor
brutalidad el cuerpo ya enfermizo de la economía nacional, amenazando con
asfixiarlo. Esto es corriente en América Latina.
Usted me decía que el destino de un país, como o confirma lo sucedido en Chile, en
mucho depende de la coordinación y unidad de las diferentes organizaciones y
partidos distantes entre sí por sus idearios políticos. Nada más cierto.
Desgraciadamente constatamos en América latina, aunque parezca anacrónico, una
abundancia de dirigentes empeñados en un mismo objetivo, que no atinan a
ponerse de acuerdo para lograrlo, entran en conflicto entre sí, se pelean, siembran
la desunión y la discordia debilitando a sus países en beneficio del imperialismo. Es
una pena el que tales dirigentes no quieran o no puedan comprender el carácter
popular de la revolución y se dediquen a acciones que perjudican a la misma,
provocando al pueblo a manifestaciones que acarrean desórdenes e incidentes
sangrientos.
Estoy plenamente de acuerdo con usted que tanto en Chile como en la Argentina no
podrá detenerse el movimiento revolucionario si las masas presionan con firmeza y
decisión para que así sea. Se observa algo semejante en otros países del continente,
lo que atestiguan numerosas declaraciones de dirigentes políticos y sindicales y los
comunicados de los acontecimientos que a diario suceden. En las circunstancias
actuales esto no es suficiente, todos sabemos que la lucha depende en mucho de las
posibilidades materiales y financieras del movimiento revolucionario y del apoyo
moral del exterior. Basta recordar que en 1969 nos dedicamos a la tarea de
constituir un fuerte movimiento de solidaridad con la revolución boliviana. Hoy
vemos la necesidad de unificar las fuerzas revolucionarias, especialmente las
latinoamericanas, en un potente movimiento de solidaridad con la lucha del pueblo
chileno, movimiento, que a no dudarlo, aportará una contribución importante al
triunfo definitivo de las fuerzas populares en ese país.
Comparto su juicio de que el destino de un país dependerá principalmente de las
relaciones del gobierno con las Fuerzas Armadas, en una palabra de la tendencia
que predomine dentro de éstas. Es muy justo lo que usted menciona sobre el
proyectado plan de los Estados Unidos de modificar el estatuto de la OEA. Si los
altos mandos de las Fuerzas Armadas latinoamericanas lo apoyan, tendremos que
afrontar duras pruebas, ya que estas modificaciones tienden a la formación de
bloques militares en América latina. Traerían como consecuencia la desunión y
permitirían a los yanquis instaurar en el hemisferio su anhelado teatro de títeres
políticos. Si llegara a suceder, ni imaginarlo quiero. América latina se atrasaría un
siglo en el camino de su desarrollo económico y su progreso social. Esta perspectiva
debe impulsarnos a poner al descubrimiento los pérfidos planes de los Estados
Unidos, sus intenciones inconfesables de “pentagonizarnos”, de convertir nuestros
territorios en polígonos destinados a probar armas, en plazas de armas que
servirían a sus fines estratégicos.
Es indudable que el verdadero contenido de la política norteamericana en América
Latina debe ser analizado a la luz de los fines globales de su gigantesca maquinaria
bélica. En realidad todos los planes de ayuda a nuestros países, la política de
exportaciones, el sistema de financiación del desarrollo industrial están sometidos
a los intereses de los planes estratégicos del Pentágono. Esto explica el gran interés
del Pentágono en el perfeccionamiento de nuestro sistema de comunicaciones, en
la adquisición de materias primas estratégicas, en el desarrollo acelerado de ciertas
industrias, etc.
Reconozcamos que una de las causas principales de los duros reveses sufridos por
las fuerzas democráticas de América latina reside en no apreciar debidamente el rol
de los Estados Unidos, responsables de la mayoría de los golpes de Estado. Sus
manos están manchadas con la sangre de miles y miles de latinoamericanos caídos
en la lucha por la libertad y la independencia. No hay un sólo país latinoamericano
que no haya sufrido la intromisión descarada de los monopolios norteamericanos,
verdaderos ejecutores de la política exterior de su país.
Se equivocan los que afirman que respecto a Estados Unidos estamos viviendo un
período de calma. Y qué calma es ésta cuando están realizando toda clase de
actividades secretas, soborno de políticos y funcionarios gubernamentales,
asesinatos políticos, actos de sabotaje, fomento del mercado negro y penetración en
todas las esferas de la vida política, económica y social. Sobre nuestros países
vuelan los aviones militares norteamericanos, mientras nuestro suelo permanece
en poder de sus monopolios, con bases militares. Y a esto se añaden centenas de
establecimientos menores, como estaciones meteorológicas, o sismológicas,
capaces de convertirse en centros de terrorismo y agresión.
No estamos suficientemente bien informados de las actividades del imperialismo
en el derrocamiento de los regímenes democráticos de Brasil, Chile, Bolivia,
Uruguay y otros países. Pero poseo informes detallados de la actual arremetida del
imperialismo americano en la Argentina. Los yanquis se preparan para un “nuevo
diálogo después de Perón”. Claramente les decimos que les espera el fracaso. La
Nación entera se pondrá de pie. Todos los argentinos se levantarán en defensa de la
soberanía nacional. Todos los pueblos hermanos de América nos apoyarán.
Un gran abrazo.
Juan Perón