—Señor: en la calle se dice que el programa de coincidencias entre la CGE, la CGT y
los partidos políticos mayoritarios para quebrar el statu quo económico quedó en
agua de borrajas. Dicho en otras palabras: se afirma que no hay plan económico.
¿Qué dice usted?
—Tengo que reírme y perdóneme. El programa del 7 de diciembre de 1972 tiene
más fuerza que nunca porque el pueblo votó por él dos veces: el 11 de marzo y el 23
de septiembre. Entiendo que el programa se ha ratificado con el apoyo del 90 por
ciento de la población. Desde la perspectiva institucional, también tiene un apoyo
vigoroso: el presidente de la Nación lo aprueba. Sucede que hay opositores, o
enemigos, que optaron por la actitud crítica al plan sin advertir que el 11 de marzo
se verificó una revolución en el país. Una revolución sin sangre, quizá de tinta, pero
profunda y genuina. Las críticas que usted manifiesta pertenecen a los
reaccionarios; es la reacción contra el proceso revolucionario. Nuestros adversarios
olvidan que la Argentina no podía seguir a los tumbos, con un 80 por ciento de
inflación nominal; un país donde una minoría se enriquecía en medio del desorden
y en desmedro del ingreso de los que producían la riqueza. Nosotros no inventamos
nada: estudiamos los datos de la realidad, trazamos una línea y pusimos el plan en
la máquina; ahora veremos los resultados.
—Por diversos medios, antes y después de las elecciones, brotaron expectativas
sobre inversiones de la banca y empresas de Europa y, además, sobre convenios
con países del área socialista. Perdone que insista: la calle dice que esas inversiones
y los convenios pertenecen al mundo de las quimeras. ¿Cuál es la respuesta?
—Creo que usted pone la oreja para la vereda de los incrédulos… En la calle
principal le aseguro que las expectativas son más firmes que en marzo pasado,
como lo prueban los antecedentes de propuestas interesantes para el país. Ocurre
que hay que determinar las prioridades y el interés argentino. Hasta hace poco
tiempo, los funcionarios y los banqueros extranjeros llegaban a Buenos Aires con
imposiciones y con monedas demasiado caras; hoy las reglas de juego se fijan aquí.
Por otra parte, la ayuda extranjera no es fundamental; nosotros debemos
ayudarnos a resolver los problemas. Lo fundamental es poner la casa en orden. En
respuesta a su pregunta digo que las expectativas de inversiones se han
incrementado. El Congreso debería establecer las normas de las inversiones, en
tanto se estudian las propuestas. En cuanto a los convenios comerciales con los
países del área socialista se han dado pasos decisivos. En los próximos días llegara
una misión soviética para tratar un convenio de adquisición de material para
usinas hidroeléctricas.
—¿Para Yaciretá-Apipé?
—Puede ser. Con China se llevará adelante un acuerdo comercial que, en el corto
plazo, prevé la venta de productos agrícolas; en el corto y mediano plazo los chinos
compraran productos no tradicionales.
—¿Acaso heladeras y automóviles? ¿Qué venderá China?
—Lo primero puede ser. ¿Qué venderá China? Aun no lo sé.
—Y con Japón ¿Qué pasa?
—Tenemos buenas relaciones…
—¿Es cierto que los japoneses desean previamente concretar el convenio para la
electrificación del ferrocarril Roca?
—No lo crea. Pero, como usted sabe, ese convenio no se llevará adelante.
Concretamente, no está encuadrado en las prioridades argentinas.
—¿Y con Cuba?
—Con Cuba se firmó un convenio excelente. Se ha vendido por un total mayor que
el previsto. Creo que vamos a vender a los cubanos automóviles, camiones y
ómnibus de fabricación nacional. Es cuestión de persuadir a algunas fábricas más.
Como los cubanos pagan, no hay problemas a la vista.
—¿Cuáles son las prioridades argentinas?
—Toda la escala de la petroquímica, con la supervisión de Fabricaciones Militares;
la siderurgia, el carbón de Rio Turbio, el petróleo y el puerto de aguas profundas,
entre otras. Esas prioridades están previstas en planes a tres, cinco y diez años.
Pero es fundamental programar el progreso de las provincias. La situación en
algunas zonas del interior es deplorable. Ya se firmó un compromiso de “reparación
histórica” para La Rioja, San Luis y Catamarca, pero también preocupan Formosa y
la Patagonia. Una provincia —no puedo decir cuál es— presentó 36 proyectos de
obras. Los aprobamos. Debemos, imperiosamente, asociar el interior a Buenos
Aires; si la Argentina no se une en el progreso, se divide en la miseria. No hay
proyecto político continental si la Argentina está dividida y miserable.
—¿Qué ocurre con la minería?
—Los Bancos de las áreas mineras ya están dando créditos a los pequeños y
medianos empresarios. El progreso de la minería es otra de las prioridades de este
gobierno. También se ejecutará el Plan Cordillerano; pero ese plan requiere
estudios de inversiones bastante complejos.
—¿Se estudia una nueva dimensión de la industria automotriz?
—Se estudia un régimen de exportación para la industria automotriz.
—Creo que no interpretó la pregunta. Me explico: en Brasil una empresa que
también fabrica automóviles en el país se comprometió a exportar un alto
porcentaje de su producción; esa empresa, en la Argentina, exporta escasos
vehículos. Sucede, además, que hay una aguda competencia entre varias empresas
en un mercado ágil pero pequeño; esa competencia demanda una gran masa de
dinero para la financiación de las operaciones. ¿Se fusionarán algunas empresas de
automotores?
-Vamos por parte. Primero: no se estudia un nuevo régimen para el
funcionamiento de la industria automotriz. Segundo: pretendemos que las
empresas exporten más, y en ese sentido se pueden rever las normas que obligan a
las compañías en cuestión a brindar un trato semejante al vigente, como usted
señala, en Brasil. Reitero que ahora el poder de decisión está en Argentina. Hoy,
cuando se habla en nombre del país, los funcionarios lo hacen con la cabeza bien
alta.
-Usted habló de los enemigos, mejor dicho: de la gente de la otra vereda que se
resiste al cambio por cuidar sus intereses personales. ¿Quiénes son?
-No hace falta que lo diga. Todo el país sabe quién se resiste al cambio. Creo que
esa gente está ciega. Para el cambio hay ángulos de 30, 60, o 90 grados; se
proponen cambios armónicos, si se quiere moderados, y ni siquiera aceptan el
ángulo mínimo. Parece que desean que el país reviente por los cuatro costados.
-La gente del agro, ¿está en el frente enemigo? ¿Por qué se sembró menos que en
1910?
-¡No, por favor! La gente del agro se reúne con nosotros y nos da todo su apoyo. Por
otra parte, no es cierto que el área sembrada sea inferior a la de 1910. Si no se
sembró trigo en la medida esperada, otras cosechas serán óptimas. Las
inundaciones han roto todos los planes; eso es todo. Tampoco es cierto que la
estructura del agro sea vieja. La que es vieja, arcaica, es la estructura del Estado.
Mejor dicho: el Estado que recibimos no tenía estructura. La Argentina era un país
en el que la autoridad se evaporaba. Los papeles, los expedientes, pasaban de mano
en mano y no se podían resolver los problemas mínimos. Por eso no podemos
hablar de estructuras viejas en el campo en la industria, porque la Argentina oficial
no tenía cara y manos jóvenes.
-El presidente dijo que los problemas fundamentales del país son de raíz política.
¿Los problemas políticos pueden hacer fracasar los planes económicos?
-Ese no es un tema que pueda abordar. Usted comprende…