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Mensaje de Perón a la Juventud

23 de febrero de 1971

Compañeros de la Juventud:

Como ya he dicho otras veces: así como no nace el hombre que escape a su destino,
no debiera nacer el que no tenga una causa noble por la cual luchar justificando así
su paso por la vida. Por eso también el que se decide a luchar ha de estar armado de
una sólida verdad. Desde hace veinticinco años, en la medida de mis fuerzas y
capacidad, he tratado de dar a la juventud argentina lo que yo considero que es esa
verdad, a través de una ideología que fija los rumbos permanentes y de una
doctrina que establece las formas de ejecución de esa ideología.

La experiencia que le ha tocado vivir al pueblo argentino en estos quince años de
vergüenza nacional, ha sido lo suficientemente elocuente como para que aún sigan
existiendo dudas en las personas de buena fe.

Si algunas circunstancias han cambiado, los problemas siguen en pie: hasta 1966, el
“problema argentino” era la amenaza de desastre que pesaba sobre el país. Desde
esa fecha, producido el desastre, el verdadero desastre queda en pie con la
dictadura militar que lo azota y ello constituye el “problema argentino” que el
pueblo debe enfrentar en defensa de su propio destino. De allí surge la grave
responsabilidad que pesa sobre los ciudadanos argentinos y especialmente de la
juventud, que será la que ha de gozar o sufrir las consecuencias del quehacer actual
y que, en consecuencia, tiene el inalienable derecho de luchar por su mejor destino
que estará inseparablemente unido con el futuro del pueblo y la Nación Argentina.

Si los pueblos que olvidan su juventud renuncian a su porvenir, porque aquélla
representa su futuro; los que tenemos la responsabilidad de la conducción actual
del pueblo argentino, no podemos mirar con desaprensión o descuido el cambio
operado en la juventud actual. Desde 1945 hasta 1955 esa juventud, equivocada por
sus dirigentes, tomó una posición adversa a lo que representaba el justicialismo.
Pero ha bastado lo ocurrido entre 1955 y 1970 para que los muchachos abrieran los
ojos y percibieran la verdad de lo que está ocurriendo como consecuencia de la
famosa “Revolución Libertadora” que, en poco tiempo, ha reducido al país a una
colonia vergonzante del neocolonialismo imperialista yanqui.

Ahora todos comprenden que la liberación realizada por nosotros entre 1945 y
1955, hizo posibles y efectivas la justicia social, la independencia económica y la
soberanía política, mediante el ejercicio de las cuales el pueblo argentino pudo
gozar de diez años de felicidad y abundancia desconocidas antes y destruidas
después de 1955, por los agentes del imperialismo que ha sido siempre el factor que
ha gravitado en el hambre, el dolor y la miseria del pueblo argentino digno de
mejor suerte.

En la Plaza de Mayo, dejamos enterrado un mensaje para la juventud del año 2000,
que sólo la ignominia gorila pudo haber destruido. En ese mensaje está el
fundamento de nuestra acción y el consejo para esa juventud. Pero los
acontecimientos y la evolución acelerada, les ha dado actualidad y ahora ha llegado
ya el momento en que nuestros muchachos, que son la esperanza de la patria,
tomen en sus manos los objetivos para llevarlos a su cumplimiento. De ello ha de
depender un destino del que es preciso ser artífice si no se quiere luego ser juguete
de los designios ajenos. Ha llegado el momento. Y ésta es la hora de la juventud. De
que cada uno sepa cumplir con su deber depende en gran parte la suerte de la
patria y el pueblo argentino.

Hace ya más de cinco años que el Movimiento Nacional Justicialista, fiel a la
consigna de los tiempos, ha dispuesto el cambio generacional que ha de evitar el
envejecimiento de su espíritu. Este cambio generacional no ha de consistir en tirar
todos los días un viejo por la ventana, sino en un remozamiento constructivo de los
niveles de dirigentes de la conducción y encuadramiento de nuestra masa
peronista. El concepto del reemplazo no puede ser rígido ni arbitrario porque la
juventud es más cuestión de mentalidad que de edades, hay viejos de veinte como
jóvenes de setenta. De lo que se trata en consecuencia es de dar entrada a la nueva
sangre generosa de una juventud pujante como la que se presiente ya en la
Argentina. A sus valores extraordinarios que ya se reconocen por todos, es preciso
darles la oportunidad de labrar su propio destino, nada puede ser más justo y
conveniente, pero ha de tenerse en cuenta que el dirigente nace, no se hace a dedo y
si cada peronista lleva el bastón de mariscal en su mochila, está en sus manos y en
su capacidad, el hacerse digno de empuñarlo con honor y beneficio.

La patria vive días inciertos y dramáticos, sometida al vasallaje de su fuera de
ocupación, al servicio de una causa que no es la de la República. Cada uno de sus
hijos tiene en ello un grado de responsabilidad pero tiene ante sí la posibilidad de
luchar para defender esa responsabilidad. En las leyes de Licurgo en defensa de la
República, había una que establecía que no había delito más infamante para un
ciudadano, que cuando se jugara la suerte de la patria no estuviera en uno de los
dos bandos o estuviera en los dos. Ha llegado la hora de cumplirla porque, a los
argentinos de nuestro tiempo, enfrentados con una situación como la que podemos
compulsar todos los días, les cabe la obligación insoslayable de luchar. Cuando la
patria no está de por medio luchar es un derecho, pero cuanto ésta está de por
medio, luchar es un deber. Tenemos una juventud maravillosa, que todos los días
está dando muestras inequívocas de su capacidad y grandeza. Disponemos de una
verdad que el tiempo se ha encargado de confirmar, tenemos la oportunidad que la
historia nos brinda. Sólo nos falta que nos empeñemos con unidad y solidaridad.
Yo tengo una fe absoluta en nuestros muchachos que han aprendido a morir por
sus ideales, y cuando una juventud ha aprendido y alcanzado esto, ya sabe todo lo
que una juventud esclarecida debe saber. Tenemos demasiados muertos,
encarcelados y proscriptos para que nos olvidemos de su mandato. Tenemos
mucho que hacer como para que no aprovechemos el tiempo. Tenemos demasiadas
oportunidades como para desaprovecharlas. Y tenemos un destino que cumplir
como para que nos desentendamos, egoístas, del deber de la hora.

La guerra revolucionaria en que se está empeñado impone una conducta: luchar
con decisión y perseverancia. Nuestros grupos activistas que la realizan están
dando todos los días el testimonio fehaciente de sus grandes valores. Y si la causa
honra al ciudadano éste también ennoblece a la causa. Es de esa dualidad
incomparable de donde salen los héroes que hacen de la historia el espejo en el que
todos debemos mirarnos.

No luchamos contra un gobierno determinado, sino contra todos los que hacen
posible la esclavitud de la patria y del pueblo argentino: nuestros objetivos son
pues la liberación del país entregado al neocolonialismo desde 1955 y la soberanía
popular usurpada por los que han ocupado el poder desde la misma lecha. En ese
concepto y con esa finalidad, cada peronista ha de ser un combatiente en la forma
que cada uno sea capaz de luchar y será provechoso que cada uno de nosotros, al
finalizar cada día, nos preguntemos que hemos hecho por la causa que servimos,
seguros que si no sabemos respondemos, es porque no estamos cumpliendo con
nuestro deber.

No sabemos hasta donde nos llevará la violencia de la dictadura militar. Por eso
deberemos preparamos y actuar frente a todo evento. El Movimiento Peronista ha
de estar organizado apropiadamente para ello, en forma que permita la lucha
orgánica de superficie y pueda hacer frente también a las formas cruentas que
suelen ser impuestas por las dictaduras como la que azota al país de nuestros días.
Las Formaciones Especiales encargadas de lo último, han de tener características
especiales y originales, como especiales y originales son las funciones que debe
cumplir. Ellas actúan tanto dentro de nuestro dispositivo, como autodefensa, como
fuera de él en la lucha directa de lodos los días, dentro de las formas impuestas por
la guerra revolucionaria. Nuestro Movimiento no es sectario ni ha sido nunca
excluyente: todos los que luchan con nuestros mismos objetivos son compañeros de
lucha aunque no sean peronistas. Nosotros representamos al movimiento orgánico
que de hace veinticinco años somos la mayoría del país. Por eso tenemos derecho a
gobernar aunque ese derecho se nos niegue por la acción de la fuerza, pero nadie
nos puede negar el derecho de encabezar la lucha contra la ignominia entronizada
por las camarillas militares que están llevando el país a su ruina. La dictadura
militar no puede invocar la legalidad, desde que ella es la que ha provocado la
ilegalidad en la República. La legalidad está representada por el Movimiento
Nacional Justicialista y las fuerzas con verdadero arraigo en la opinión nacional
que lo promovieron y lo sostienen. Nuestro gobierno fue legal y constitucional,
depuesto por un golpe de Estado, y desde entonces, no ha habido gobierno legal en
el país. Cuando la dictadura habla de legalidad está invocando su propio
anacronismo. Por eso, dentro de las actuales formas de lucha, es preciso que
nuestras organizaciones de superficie se empeñen con la mayor energía en defensa
de nuestra legalidad, sin la cual el país marchará hacia una lucha cruenta, para la
cual también debemos estar preparados y de ello surge la importancia de nuestras
Formaciones Especiales y de su forma de operar, como de la preponderancia
paulatina a medida que nos vayamos acercando más hacia la lucha violenta.

[…]

La lucha revolucionaria intensifica esta verdad por sus propias características y las
circunstancias en que ha de realizarse. Comprender esto es fundamental. Un 17 de
octubre sólo fue posible porque nosotros fuimos capaces de manejar el desorden y
nuestros adversarios no. Lo que interesa es alcanzar los objetivos propuestos, poco
importa la forma en que se los conquista. La organización es sólo un medio y los
que se empeñan en una perfectibilidad orgánica inobjetable, olvidando lo que con
ella deben hacer, me recuerdan a los viejos soldados que decían “que se pierda la
batalla, pero que se salve la disciplina”.

[…]

La experiencia es la parte más efectiva de la sabiduría. Es preciso que nuestros
muchachos recurran a veces a los viejos dirigentes en procura de esa experiencia
pero, en caso alguno han de titubear en la acción por temor a su inexperiencia: es
preciso actuar y aunque la experiencia cuesta cara y llega tarde, ello no ha de ser un
obstáculo a la acción. De cualquier manera peor que lo que han hecho los viejos no
lo podrán hacer: basta contemplar el mundo que les dejamos. Finalmente quiero
llegar a nuestros muchachos con mi saludo más afectuoso, exhortándolos a la
acción más decidida porque bien vale París una misa. Sé de vuestros valores
espirituales por lo que la experiencia viene mostrando, pero no estará de más mi
consejo de prudencia en la acción a fin de evitar nuevos desgarramientos inútiles,
desde que el valor no puede estar reñido con la prudencia. Una acción bien
planeada puede evitar riesgos inútiles.

Un gran abrazo para todos nuestros muchachos.

Juan Perón

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