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Carta a Jorge Abelardo Ramos

29 de mayo de 1967

Estimado amigo: Madrid, lunes 29 de mayo de 1967
A mi regreso de un viaje de “manzanillización” a Sevilla, me encuentro con su carta
y los ejemplares N° 3 y 4 de la revista “Izquierda Nacional” que tuvo usted la
amabilidad de enviarme. Le agradezco su recuerdo: he leído con todo interés el
material, sin desperdicio, de su contenido que comparto en un todo porque la
verdad habla sin artificios. Una izquierda nacional, en la que orgullosamente me
cuento, que sale a la palestra con verdades como puños sin preocuparse de que, en
nuestros días, lo más peligroso suele ser decir la verdad. Llega poco a poco el día en
que todos comenzamos a “hablar un mismo idioma” como iniciación de una unidad
y solidaridad que está ya tardando en llegar y que será la única manera de encarar
una liberación impostergable.
“La segunda revolución libertadora”, excelente artículo de una verdad aterradora.
La tan mentada “Revolución Argentina” es efectivamente la “segunda revolución
libertadora” aunque sus consecuencias serán provechosas para nuestro pueblo. No
sé si nosotros habremos sido demasiado buenos pero, los que nos han sucedido han
sido tan malos que, en último análisis, venimos resultando óptimos. Estos nuevos
“salvadores de la Patria” no harán sino confirmar el viejo refrán castellano: “detrás
de mí vendrán los que grande me harán”, lástima grande que sea el Pueblo inocente
el que ha de pagar las consecuencias. Desde la distancia y con la información que
poseo puedo apreciar que desde el 28 de junio hasta el relevo de los primeros
ministros, la dictadura militar se ha debatido en una lucha sorda dentro de su
“gobierno” entre los grupos interesados en copar el poder “detrás del trono” en la
que han intervenido desde los grupos nacionalistas clericales hasta los de los
gorilas contumaces pasando como ustedes dicen por los sectores de una versión
inorgánica de los intereses de la burguesía nacional y las exigencias de la oligarquía
vacuna. Mientras ello sucedía, la acción monopolista foránea y sus “cipayos”
vernáculos, se encargaban de crear en el país un estado económico que obligara a la
dictadura a caer en sus manos. El nombramiento de Krieger Vasena, conocido
agente de los monopolios, demuestra que esos son los intereses que han vencido.
Sus declaraciones iniciales y su acción ulterior están demostrando que no puede
quedar lugar a dudas.
La campaña de intimidación, minuciosamente planeada y aplicada a continuación
del fracaso del Plan de Lucha de la CGT, con la intención de paralizar toda acción
de la resistencia popular nos demuestra que estamos frente al enemigo más
peligroso que hemos enfrentado desde 1955: a la fuerza que esgrimen los militares
que usurparon el poder, se agrega la habilidad de los grupos que sirven a los
monopolios y la incapacidad y deshonestidad de muchos dirigentes sindicales que
no sé si son tan incapaces como deshonestos. Esto nos debe hacer pensar en la
necesidad imprescindible de reaccionar rápidamente hacia la unidad y solidaridad
de todas las fuerzas populares. Ya no se trata de defender sindicatos, ni los
intereses parciales, sino de la existencia misma de toda nuestra organización de la
clase trabajadora argentina. Dentro de ello no cabe ya el egoísmo sindical de cada
Comisión Directiva sino de articular una lucha de conjunto con disciplina y unidad
de acción, porque a la unidad de nuestros enemigos no podemos sino oponerle
nuestra propia unidad. A la oligarquía vacuna, a los intereses agroexportadores y la
burguesía industrial, decididas a arruinar al proletariado argentino con la ayuda de
las Fuerzas Armadas convertidas en “cipayos” del imperialismo, se les ha de oponer
la decidida resolución del Pueblo que, dispuesto a todo, ha de oponer a la
intimidación hechos fehacientes en los que demuestra que en la destrucción del
pueblo estará implícita la destrucción de los demás y que si la clase trabajadora se
hunde, se hundirán también las fuerzas que la condenan. Ello impone primero la
unidad y solidaridad en nuestras fuerzas, segundo la purificación en su horizonte
dirigente y tercero una planificación en la que vaya, desde la contraintimidación
hasta la realización de medidas que no dejen lugar a dudas sobre la decisión de los
trabajadores de llegar a los extremos que sea preciso llegar. Muchas veces he
repetido a los peronistas que los pueblos que no quieren luchar por su liberación,
merecen la esclavitud y nunca ha sido ese consejo más apropiado que en las
actuales circunstancia. Pero, esta lucha ha de ser inteligente: no se trata de oponer
la fuerza al poder militar sino la habilidad. Según rige en los principios de la
conducción, no se puede empeñar una batalla contra un enemigo más fuerte, pero
sí se puede diluir la lucha en miles de pequeños combates donde uno se asegura el
éxito y que sumados representan otra batalla librada en una lucha de guerrillas que
no sólo da éxitos parciales sino que termina por desgastar las fuerzas adversarias.
No es posible exponer al ciudadano inerme frente a la fuerza armada, pero sí es
posible que este ciudadano, usando sus recursos, pueda producir un mal mayor en
contra del enemigo que pretende batir, en este caso la dictadura militar, pegando
donde duele, y cuando duele, allí donde la fuerza esté, nada, pero donde no esté la
fuerza, todo. Cuando la reacción y las fuerzas que la sirven se percaten de que
pueden perderlo todo, lo pensarán muy bien. Sobre el asunto de mi conferencia
reservada del 11 de noviembre de 1953 que aparece publicada en el N° 3 de
“Izquierda Nacional” es absolutamente real. Nuestra política internacional estaba
orientada hacia la integración geopolítica y hacia una integración histórica. La
primera con los siguientes objetivos: suprimir los límites para un mejor
aprovechamiento económico y técnico de América Latina; para formar luego un
núcleo de países en condiciones de tratar sin desventajas con las grandes potencias
(EEUU y Rusia); para impedir que nos siguieran dividiendo en provecho de esos
intereses; para elevar el “standard” de vida de nuestros habitantes y para echar las
bases de los futuros Estados Unidos de Sudamérica. La integración histórica en un
“Tercer Mundo” para consolidar nuestras liberaciones por una unidad y solidaridad
continental latinoamericana. Cuando se firmó el tratado de Santiago de Chile,
parecía que todos nuestros países lo firmarían y así lo hicieron en su mayoría, hasta
que intervinieron fuerzas extracontinentales y “metieron el palo en la rueda” a
través de la acción de Brasil y de Perú. Los norteamericanos formaron luego, por
manos cipayas, la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, con la finalidad
de enterrar nuestro intento de integración, lo mismo que hizo Inglaterra cuando se
formó la Comunidad Económico Europea. Ahora son los yanquis los que en Punta
del Este propugnan la integración, pero esta vez se trata de una “integración
sometida”, es decir, un estatuto colonial, bajo la presión y al servicio de nuestros
“hermanos del Norte”. Es que la ALALC estaba destinada al mismo fracaso de la
Comunidad Europea de Libre Comercio, creada por Inglaterra bajo la dirección
norteamericana, que acaba de derrumbarse ante las efectividades económicas del
Mercado Común Europeo hasta el extremo de que Inglaterra y sus seis
acompañantes, mendigan ahora el permiso para ser admitidos en la Comunidad
Económica Europea. En 1953, pese al cipayismo dominante, estuvimos a un paso
de realizarlo. Desde entonces hasta ahora, se ha perdido terreno. Espero que la
juventud sudamericana tomará nuestro “testimonio” y lo llevará a su destino. Si no
es así, pasarán muy malos ratos. Con referencia al momento actual argentino, todo
parece articularse alrededor de la situación económica y sus consecuencias sociales.
El plan Krieger Vasena se evidencia cada día más como un gran camelo nacional.
Los inevitables intereses creados y el temor de la gente impide que ese plan sea
desenmascarado lisa y llanamente, pero por sobre todo el temor que parece
haberse apoderado de importantes sectores de opinión independiente, un temor
sutil e invisible que, en último análisis, no hace más que reflejar la presencia de un
formidable aparato de represión que no se muestra desembozadamente pero que
realmente existe y actúa en las formas más imprevisibles.
La toma del poder por un sector del mismo sistema -en este caso las fuerzas
armadas- al margen del Pueblo en la actualidad cuesta mucha plata. En el pasado,
el cambio más o menos violento del poder no alteraba esencialmente el ritmo
económico, pero hoy las cosas son muy distintas, máxime si ese golpe, como se ve
cada día, se realiza contra el Pueblo. Eso es precisamente lo que estos ingenuos
“dictadores de bolsillo” no alcanzan a comprender y ese afán en soluciones que no
serán tales mientras tal estado de cosas siga imperando. De afuera no viene ni
vendrá ni un cobre. El famoso crédito “stand by” por 400 millones de dólares, está
destinado pura y exclusivamente para equilibrar, en caso necesario, la balanza de
pagos desfavorable, es decir, son dólares para pagar a los acreedores extranjeros,
para que estos no dejen de cobrar, pero no significan ni un centavo de inversión
productiva para el país. Esto que es elemental, no sólo no se dice sino que, por el
contrario, tal operación aparece publicitada como un éxito financiero del gobierno.
Es que todo es así: pura simulación, pero si la simulación puede engañar a los
tontos, que son muchos, en cambio no arrima soluciones que es precisamente lo
que se necesita. Frente a lo que se avecina indefectiblemente en los próximos
meses, con poco que supiéramos hacer nosotros y, si es posible, el resto de las
fuerzas ciudadanas que hayan cedido al temor por la intimidación gorila, todo se
pondría en excelentes condiciones. Me temo sin embargo, la indecisión que ya se
manifiesta en los sectores políticos de radicales, que se reducen, como siempre, a
lanzar manifiestos intrascendentes e inoperantes o los sectores del socialismo
cipayo, lleno de simulaciones inconfesables. La unión de toda la ciudadanía
formando un frente civilista que supiera oponerse al frente militar oligárquico
tendría posibilidades insospechables. Ya el 17 de octubre de 1945 demostramos
claramente que, si el poder militar es fuerte, es en cambio muy frágil frente a la
resistencia inteligente de un Pueblo decidido a proceder con la misma inteligencia,
mediante un poder que permanece oculto pero al que todos temen. Nuestro
problema sigue siendo el mismo: una conducción capacitada. Yo he designado para
la conducción táctica al compañero Mayor Don Bernardo Alberte. Es como yo, un
político aficionado pero un conductor profesional que domina la teoría, la técnica y
la práctica de la conducción. Era uno de los hombres de reserva que tenía el
Peronismo y se lo ha empleado por lo crítico de la situación actual. Yo lo conozco
profundamente y sé que posee valores efectivos. Si todos le “ponen el hombro”,
estoy absolutamente persuadido de su éxito. El Peronismo me ha pedido siempre
que nombre un jefe que sea tal y que me represente: lo he hecho con él. Espero que
todos le obedezcan y le ayuden. Le ruego haga llegar mis más afectuosos saludos a
los amigos del Partido Socialista de la Izquierda Nacional, con mis mejores deseos
por el éxito futuro.
Un gran abrazo.
Juan Domingo Perón

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