Al Dr. Carlos Alberto Voss Madrid, 25 de junio de 1960
Buenos Aires
Mi querido amigo:
Con gran interés he leído la apreciación de situación que ha tenido la bondad de
enviarme por intermedio del compañero don Alberto Manuel Campos, siéndome
muy grato manifestarle que coincido totalmente con sus atinados juicios. Por la
fineza que significa hacerme conocer su fundamentada opinión sobre problemas
que hacen al destino de la Nación, y por el valor de la misma quedo profundamente
agradecido.
No sé si por ignorancia, o por mala fe, y quizás por ambas cosas a la vez, muchos
“filósofos” de la acción política están observando la realidad argentina por el ojo de
la cerradura, de tal manera que sólo ven un lado de las cosas, y éste es siempre el
que más conviene a su sectarismo o a sus mezquinos intereses. Creo que en esta
hora dramática es un deber patriótico hacer un análisis amplio y profundo de la
situación en que se encuentra la Patria, presa de sus más contumaces enemigos.
Ya parece intolerable que alguien pretenda enjuiciar la realidad argentina como un
hecho absolutamente local, como si el conflicto dentro del cual nos debatimos,
surgiera de un capricho de Frondizi o del Movimiento. Este no es un problema
planteado entre personajes más o menos siniestros y más o menos pundunorosos.
Son dos concepciones de la vida en pugna violenta; son dos ideologías excluyentes
una de la otra; son dos sistemas, uno de los cuales prevalecerá sobre el otro con
todos los atributos del vencedor por exterminio. Al menos, el vencido desaparecerá
como factor de decisión en el destino del mundo. Así ha ocurrido siempre: no
pudieron convivir en plenitud de poder y de esperanzas Grecia y Persia, ni Cártago
y Roma. Creo que el conflicto es hoy mucho más serio que ayer, porque ponen en
juego formas de civilización, algo tan consustanciado con la esencialidad del
hombre como la mente y el espíritu.
La Argentina es sólo un episodio de la gran tragedia internacional, y entre lejanas
bambalinas hay sorprendentes titiriteros manejando las espadas, el dinero, los
cañones, las agencias noticiosas y los diarios que se empeñan en forjar una realidad
de ficción para ganar incautos, en tanto hay una realidad auténtica, que sigue
adelante, a pesar de todo; unas veces porque acompaña al acontecer histórico, y
otras porque se la impone por la extorsión y la violencia, esté de acuerdo o no con
la evolución social. Lo que es seguro es el triunfo de aquél que siga en su
pensamiento y en su acción el quehacer de la historia.
En esta situación se encuentra el Movimiento que se apoya en el ser nacional
interpretando sus legítimas aspiraciones, adecuadas a la realidad argentina y
americana, armónicamente ubicado en el desarrollo del mundo.
En nuestro caso, queremos ser argentinos, fieles a nosotros mismos, liberados de
toda dependencia material o espiritual que pretenda deformar la autenticidad de
nuestro ser. Sabemos que nosotros no podremos resolver la crisis mundial para
imponer nuestras decisiones, y que la solución será dada por otros, más poderosos.
De nuestro error surgirá nuestra perdición como Pueblo y como Nación, así como
del acierto de no embanderarnos con quien será vencido dependerá que
sobrevivamos con el máximo de dignidad posible, conservando las posesiones
distintivas de la República y de la nacionalidad.
El pretender esta liberación actual, y el logro de firmes garantías para el futuro, en
igual sentido, significó que se nos derribara del Poder, que el Pueblo compartía
como única posibilidad de que fuera artífice de su destino y del país. Una fuerza
agresiva aferrada a fantasmas del pasado caduco se ha enseñoreado de la
Argentina, con todos los flagelos que supone un ejército de ocupación, que ha
resucitado de los escombros de la derrota que nosotros le infligimos, y que, presa
del terror de saber que nos recuperaremos, trata de confundirnos con sus mentiras
o de amilanarnos con su desesperada persecución.
Quisiera escribirle muy largo, pero casi es innecesario por la absoluta coincidencia
de opiniones sobre este denso asunto. Conservaré su informe, por el cual lo felicito
muy de veras, y me sería muy grato recibir en adelante sus juiciosas opiniones. Con
su ponderación, su sagacidad y su patriotismo y la valiosa documentación que
posee, puede Usted ser muy útil a la causa de la Patria difundiendo comentarios tan
trascendentes e interesantes como los que he tenido el placer de leer en “Azul y
Blanco”, valiente periódico éste, que ha hecho de la causa nacional su verdadera
razón de ser.
Con mis felicitaciones y mi agradecimiento, le hago llegar todo mi afecto en un gran
abrazo.
Juan Perón