Querida vieja: México, 24 de septiembre de 1955
Esta vez mis temores se han cumplido, al parecer, y cayó tu odiado enemigo de
tantos años; por aquí la reacción no se hizo esperar, todos los diarios del país y los
despachos extranjeros anunciaban llenos de júbilo la caída del tenebroso dictador;
los norteamericanos suspiraban aliviados por la suerte de 425 millones de dólares
que ahora podrán sacar de la Argentina; el obispo de México se mostraba satisfecho
de la caída de Perón, y toda la gente católica y de derecha que yo conocí en este país
se mostraba también contenta; mis amigos y yo, no; todos seguimos con natural
angustia la suerte del gobierno peronista y las amenazas de la flota de cañonear
Buenos Aires, (…)
Aquí la gente progresista ha definido el proceso argentino como “otro triunfo del
dólar, la espada y la cruz”. Yo sé que hoy estarás muy contenta, que respirarás aire
de libertad (…)
Vos podrás hablar en todos lados lo que te dé la gana con la absoluta impunidad
que te garantizará el ser miembro de la clase en el poder, aunque espero por vos
que seas la oveja negra del rebaño. Te confieso con toda sinceridad que la caída de
Perón me amargó profundamente, no por él sino por lo que significa para toda
América, pues mal que te pese y a pesar de la claudicación forzosa de los últimos
tiempos, Argentina era el paladín de todos los que pensamos que el enemigo está
en el norte.
(…) Tal vez en el primer momento no verás la violencia porque se ejercerá en un
círculo alejado del tuyo (…) El Partido Comunista con el tiempo, será puesto fuera
de circulación, y tal vez llegue un día en que hasta papá sienta que se equivocó.
Quien sabe que será mientras tanto de tu hijo andariego. Tal vez haya resuelto
sentar sus reales en la tierra natal (única posible) o iniciar una jornada de
verdadera lucha.