Somos, pues, no sólo hijos legítimos de los descubridores y conquistadores, sino herederos de su gesta y de la llamada de eternidad que ellos transportaron por sobre los mares.
Somos, pues, no sólo hijos legítimos de los descubridores y conquistadores, sino herederos de su gesta y de la llamada de eternidad que ellos transportaron por sobre los mares.