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Palabras frente a legisladores peronistas

15 de marzo de 1951

Es para mí motivo de gran emoción haber llegado hoy a esta casa y encontrarme
con todos los compañeros diputados y senadores, con quienes luchamos por ideales
comunes. Agradezco emocionada el gesto de ustedes de hacer llegar a mi modesta
persona vuestro cariño y solidaridad. Saben perfectamente que tanto el Partido
Peronista Femenino, como en la lucha sindical y como en la Fundación Ayuda
Social, no me alienta más que un solo deseo: el bien de nuestro pueblo y la felicidad
del Movimiento Justicialista bajo los pliegues tutelares del General Perón
Siempre he dicho que no ambiciono nada para mí, que no me guía ninguna
ambición personal; pero tal vez no haya sido esto del todo cierto. Sí, tengo una gran
ambición: la de encontraren en todos amigos de lucha, en los humildes, en los
trabajadores y en las mujeres, la comprensión de mi trabajo, y, además, el cariño
que sólo trabajando honrada y lealmente se puede conquistar de corazón a corazón.
Este es para mí un día de inmensa felicidad, ya que estamos trabajando por exaltar
al General Perón, que es como exaltar a la Patria y al pueblo mismo. Todos los
peronistas trabajamos por dejar algo planteado en el territorio de la Patria para que
las generaciones venideras se den cuenta que en esta era hubo un hombre de los
quilates del General Perón, a quien los argentinos supimos valorar y apoyar
honrada y desinteresadamente, con un profundo renunciamiento a todas las
cuestiones materiales, sobreponiendo a la ambición el deseo de colaborar en forma
honesta y leal, para bien del pueblo, por la Patria y por Perón.
Yo no deseo otra cosa que adherir al sentir unánimemente de ustedes, en mi
carácter de presidenta del Partido Peronista Femenino, como ya lo hice el 24 de
febrero. Nosotros lucharemos por ese anhelo, ya que las masas peronistas en el 52,
sin Perón, se sentirían perdidas en la noche y no encontrarían el rumbo para seguir
la estrella del Justicialismo, que es la esperanza de todos los trabajadores.
Yo no estoy hablando aquí como esposa del presidente, sino como mujer y como
peronista. Siempre he dicho que soy una enamorada de la causa y de la persona del
General Perón, y que únicamente las grandes causas tienen fanáticos; de lo
contrario no habría ni héroes ni santos. Por eso es que he abrazado esta causa con
fanatismo y me alegra que Dios me haya iluminado, porque así desde muy joven he
podido comprender la causa del pueblo para poder ofrecer, si Dios quiere, una
larga vida al servicio de la felicidad popular, que es la más grande de todas las
causas.
Como peronista, agradezco a los señores senadores y diputados que hayan hecho
sentir la inquietud que hoy late en todos los corazones peronistas de la Patria.
Igualmente les agradezco que hayan hecho llegar su voz de aliento y su palabra
amiga de solidaridad a esta humilde mujer que no ambiciona más que el General
Perón le permita luchar, humilde, pero fervorosamente, por su causa, que sé que es
la de la Patria. Como decía Alejandro, “no guardo para mí nada más que la
esperanza”. No deseo ser, pues, más que la esperanza de los descamisados de la
Patria, porque sé que siendo la esperanza seré la eterna vigía de la Revolución
Justicialista.

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