El Excmo. Señor Presidente de la Nación, General Perón,
emitió el 10 de marzo de 1949, en el almuerzo ofrecido
por los jefes y oficiales de Campo de Mayo, el Primer
Mandatario y a su señora esposa, los siguientes conceptos:
Señores ministros, señoras, camaradas:
Este maravilloso día pasado en la Guarnición de Campo de Mayo ha tenido
para mí la virtud de rememorarme los tantos días felices de mi juventud de
soldado, primero, y de mi actuación de profesional, en los grados superiores,
después.
No he podido pasar sin emoción frente a la vieja escuela de Suboficiales,
donde comencé de teniente, hace ya treinta años. Esa vieja Escuela me ha
recordado los tiempos de labor y sacrificio que me representa también la labor y el
sacrificio abnegado que prestáis cada uno de vosotros en la tarea honrosa y
patriótica que día a día estáis desarrollando.
Recuerdo esos tiempos cuando simulábamos las ametralladoras con una matraca
porque carecíamos de ellas, cuando salíamos con reducidos pelotones, que
llamábamos compañías, al terreno para trabajar con un 75 por ciento simulado
y un 25 por ciento real. Recuerdo también las maravillas que teníamos que
hacer los comandantes de compañía para componer las zapatillas con las cuales
podíamos sacar nuestros soldados a instrucción.
Recuerdo los acantonamientos realizados bajo carpa en esta misma
guarnición, pese a toda esa dura tarea y obscuro menester de administrar
nuestras fuerzas espirituales, dado que en materia de poder hacer estábamos
extraordinariamente limitados por las dificultades que teníamos para conseguir
lo que necesitábamos.
Recuerdo toda esta vida de soldado que he vivido permanentemente en esta
guarnición, cuando salíamos una vez por semana, a caballo, para alcanzar
duramente un tren, que tantas veces perdíamos: retornando entonces a la vieja
Escuela de Suboficiales, para jugar una partida de billar.
Recuerdo el primer automóvil que tuvimos, —un viejo Ford “a bigote”,
manejado por un chófer alemán— que llegaba el cincuenta por ciento de las
veces a la estación y el otro cincuenta por ciento teníamos que hacer la mitad del
viaje a pie, en el barro.
EVOCACION EMOCIONADA DE LOS PROGRESOS
DE CAMPO DE MAYO
Y veo, señores, con una profunda satisfacción, con una emoción patriótica que
solamente podemos sentir los soldados que hemos vivido la honrosa vida de esta
casaca que llevamos, el adelanto de este Campo de Mayo, que nos recuerda al
viejo general. Ricchieri, con la veneración que él merece, a través de medio siglo de
esfuerzos de jefes y oficiales para hacer resurgir lo que hoy vemos, esfuerzo de
nuestro brazo, esfuerzo y sacrificio de nuestro cuerpo, ejército creado de la nada
por el valor espiritual de un cuadro de jefes y oficiales superior a toda
ponderación, por su sacrificio, por su abnegación y por su patriotismo.
Señores, después de tantos años, vengo de pasar revista a una unidad motorizada,
una división blindada, que constituyen los anhelos modernos de los camaradas del
Ejército y quedé asombrado no solamente al revistarla, sino también al ver el
esfuerzo que realizan nuestros jefes y oficiales para llevar adelante esa tarea en un
campo difícil como el de la milicia moderna, con un sacrificio permanente para mejorar
los escasos medios de que aún disponemos y con el corazón satisfecho por un deber
cumplido en colaboración, los oficiales de las tropas, con los técnicos y con los oficiales
del Estado Mayor.
Señores: un presidente de la República que, como yo, se siente soldado,
profundamente soldado, recibe con esto la más alta satisfacción que pueden brindarle
los camaradas al ofrecerle un cuadro como el que he presenciado esta mañana. Por
todo ello, felicito calurosamente, emocionadamente, a los señores jefes y oficiales
y, en particular, al ilustre ministro de Guerra que durante tanto tiempo había
esperado el Ejército, por su realización, por su energía, por su capacidad y por los
valores espirituales que lo adornaron
desde cadete en el viejo colegio de San Martín, allá por el año 1910; es la
felicitación que hago al amigo, al camarada y al ilustre soldado que hoy rige los
destinos de esta institución armada.
Al llegar a Campo de Mayo, al compulsar mil veces todo cuanto los señores
jefes y oficiales piensan con sentido profundamente patriótico y argentino, yo
rememoro también los días en que en la Escuela de Guerra, o en el Estado
Mayor, me ha sido dado compulsar, de una a mil, las necesidades y las
aspiraciones de todo argentino para satisfacer de la mejor manera posible las
necesidades y aspiraciones de nuestra República. En ese sentido, he tratado en
el gobierno de cumplir y satisfacer todas esas aspiraciones; pero, por sobre
todas ellas, una que debe ser cara al corazón de todo verdadero soldado; he
tratado de que, de una vez por todas, la República Argentina pueda decir una
verdad a todos cuantos la quieran escuchar. En este momento podemos decir
que constituimos una nación socialmente justa y por sobre todo, económicamente
libre y políticamente soberana. –
NUESTRA SITUACION ECONOMICA
Señores: se ha dado en comentar durante estos últimos tiempos nuestra situación
económica y yo deseo que los camaradas escuchen de mis propios labios la verdad,
pero absolutamente la verdad.
Puedo asegurarles que desde que yo tengo uso de razón hasta nuestros días,
la República Argentina no ha gozado jamás de un bienestar ni de posibilidades
económicas como las que gozamos en el presente. A ustedes, hombres inteligentes,
les bastará con que les esboce un rápido cuadro, en breve síntesis, que,
esclarecerá, para cualquiera que tenga sentido común, todo el panorama
económico de la Nación.
Cuando yo me hice cargo del gobierno, no teníamos para pagar los sueldos
de los empleados de la administración a fin de ese mes y a ustedes les debían
ocho meses del forraje de los caballos que montan; ésa era la situación. Sin
embargo, yo pensé como debieron pensar probablemente nuestros grandes cuando
lucharon por la independencia política, parados frente a los Andes; que debían
vencer esa cordillera y, después de vencerla, debían vencer también, del otro lado, a
un ejército más poderoso que el propio ejército que podían formar los
argentinos. La cordillera de inconvenientes y privilegios que había que vencer en el
orden económico, probablemente
no era ni menos elevada, ni menos sólida, ni menos, difícil de vencer que la
Cordillera de los Andes. Para solucionar el problema económico argentino había que
luchar también, después de atravesar esa cordillera, con un ejército
sumamente poderoso.
Señores: soldado en el fondo, hice conocimiento de la situación, realicé la
apreciación de la misma y tomé una resolución, como lo hacen ustedes todos los
días. Por otra parte, desde Aristóteles, que indicó este método, hasta nuestros
días, nadie ha descubierto ningún otro más completo ni perfecto para que el
entendimiento humano pueda ponerse racionalmente en marcha.
¿Cuál fue mi resolución? Yo tenía el ejemplo de Napoleón, en 1796, cuando
no disponía de tropas ni de armas y no poseía sino unos pocos soldados, por
lo cual le era muy difícil atravesar la cordillera que tenía delante. Sin embargo,
él dijo: “Bien, no tenemos nada de eso; resolución: pasar la cordillera y
aniquilar al enemigo”. ¿Cuál fue mi resolución con ese ejemplo y con el de
San Martín, que en nada desmerece frente al acto napoleónico?
La de cualquier soldado que tiene puesto su corazón donde debe
tenerlo puesto y que sabe, en un momento oportuno, que el soldado en su
decisión, como el estadista en la suya, ha de jugarse todo a una carta. Dios
dirá el resto y nosotros lo ayudaremos a Dios si queremos vencer.
Cuando no podíamos pagar a los empleados, cuando no teníamos
absolutamente medios de qué disponer en el orden económico, resolvimos
comprar los ferrocarriles; resolvimos comprar los teléfonos; resolvimos pagar
toda la deuda externa; resolvimos nacionalizar el Banco Central; argentinizar
los seguros y reaseguros; comprar una flota mercante de un millón y medio de
toneladas; iniciar la realización de un plan quinquenal para industrializar el país,
para darle los transportes de que carecía, para darle riego y energía eléctrica,
construir las viviendas que el país necesitaba y realizar todas las demás obras de
que estaba careciendo, entre ellas la motorización del Ejército, que le era
indispensable. Esa fué la resolución, ¿Qué hemos realizado desde entonces hasta
nuestros días? Todo esto que acabo de mencionar; absolutamente todo eso lo
hemos realizado. Hemos comprado los ferrocarriles y los hemos pagado; hemos
comprado los teléfonos y los hemos pagado; hemos comprado un millón y medio de
toneladas de barcos para nuestra flota mercante y están pagos; hemos
nacionalizado el Banco Central, los seguros y los reaseguros y ahora producen
beneficios para nosotros y no para nuestros adversarios económicos. Hemos hecho
todo lo demás a que me he referido, ¿y en este momento la situación económica
de la República es mala? ¿Cuando todo eso era extranjero y cuando nada de eso
era argentino sino para sacarnos lo poco que producíamos, estábamos bien
económicamente?…
LOS VALORES, LA INFLACION Y LA OCUPACION
Refiriéndose a las críticas que se formulan a la situación económica, expresó:
A los que yo culpo, a los que no perdono, a los que la Patria no podrá
perdonar jamás, es a aquellos argentinos que se prestan al juego de calumnias para
favorecer sus, propios intereses. Porque las campañas que vienen del exterior
están también alimentadas por argentinos que —y esto quiero expresarlo en una
forma gráfica— si la curva de los valores de la tierra, desde el año 8o hasta el 45,
seguía una dirección ascendente, decían: “Se valoriza la tierra”; en cambio, esa
curva sigue subiendo en la misma dirección y ahora ya no le llaman valorización
de la tierra, le llaman “baja de la moneda”. Si la Bolsa, en el año 1948, subió
un 400 por ciento, decían: “Vean cómo baja la moneda: los valores suben”.
Pero resulta que en estos días bajó el 800 por ciento. Ahora baja la Bolsa;
no es la moneda que se valorizó.
Este juego de niños, verdadero juego de niños, no puede impresionar a
ninguna persona inteligente; pero es que ellos no quieren impresionar a los
inteligentes, ellos quieren impresionar a los desaprensivos y a los que no tienen
alcance para comprender la verdad, aunque ella reluzca claramente como el
sol. Señores: yo solamente, en ese sentido, les podría decir que nada se ha detenido
ni nada puede detenerse en el orden económico.
Dicen que hay inflación. Y yo pregunto: ¿en qué país del mundo no hay
inflación? Y a los países en que comienza a producirse la deflación, que en dos
años y medio llevan ya tres millones de desocupados, no les arriendo la
ganancia. Yo prefiero seguir en este tipo de inflación y no volver a la deflación del
año 1918 o del año 193o, cuando funcionaba la olla popular para dar de
comer a los pobres argentinos hambrientos que no podían defender su sustento
con su propio trabajo porque no lo tenían.
La ocupación plena está demostrando que nuestra actual situación
económica es floreciente desde el punto de vista de lo que ocurre. Señores:
es un fenómeno natural en todos los momentos de bonanza económica. Yo les
puedo dar, a ustedes, dos o tres datos estadísticos, que les satisfarán en la
curiosidad de apreciar el problema desde ese punto de vista.
¿Ustedes saben cuántas vacas más se han comido los argentinos en el 48
que en el 47? Dos millones de vacas más. Desde el año 46 al 48, el consumo
global de la Nación ha aumentado un 35o por ciento. Es decir, que hoy el nivel
de vivienda, de comida y vestido es tres veces y medio mayor que el año 1943.
Yo lo he observado. En el año 1943 los miembros del Sindicato de la Industria de
la Carne, cuando llebagan a la Secretaría de Trabajo y Previsión, llevaban unos
pantalones grasientos, sin medias, con alpargatas y una campera. Y hoy recibo
en mi despacho presidencial a esa misma gente y todos están vestidos
correctamente, correctamente calzados y con camisas, algunas veces de seda.
¿Es que para un argentino puede haber una satisfacción más grande que
sentir que muchos millones de trabajadores son ahora más felices, sin que para
ello ninguno de los otros haya tenido que realizar ningún sacrificio para
satisfacer a ese ser humano con un mínimum de dignidad y de felicidad a que
tiene derecho en la vida?
LA PRODUCCION Y EL CONSUMO
Hablan de la producción. Dicen que producimos poco; que los obreros no
trabajan; que tienen que trabajar más para nivelar el déficit de producción,
porque el consumo exagerado de los bienes de consumo nos está descapitalizando y
llegará un momento en que vamos a tener los bolsillos llenos de plata y no
tendremos que comprar, porque nos lo habremos comido y echado encima.
Yo digo que la estadística arroja un aumento del consumo en un 350 por
ciento más con respecto al año 1943. ¿Cuánto creemos que podría
aumentarse la producción si los obreros trabajaran más? Podría aumentar un 20
por ciento cuando mucho en el rendimiento de nuestro trabajo. Pero con esto,
¿qué remediamos? Para un déficit del 350 por ciento, le pedimos un 20 por
ciento. ¿La economía de la papa del loro! Si yo hubiera sido poco previsor,
como lo son ellos en este momento, quizá hubiera pedido la economía de la
papa del loro a los obreros. Pero en el año 1944 yo fundé el Consejo
Nacional de Posguerra, que tenía la misión de estudiar estos problemas y de allí
salió la solución, ya hace tres años y medio, porque si hubiera esperado a este
momento para resolverlo, ¡qué lo voy a resolver! Para resolver este problema se
necesitaron tres años de trabajo. Y esa solución salió del Consejo Nacional de
Posguerra y la pusimos en ejecución desde el primer día en que entramos al gobierno;
contratamos 350 grandes industrias, que son las fábricas que ustedes ven que se
levantan en todas partes y apoyamos todas esas ampliaciones que se producen
en casi todas las fábricas argentinas dándoles el crédito necesario. Y es así corno
dentro de seis meses esas 35o grandes industrias comenzarán a producir y. entonces
voy a cubrir ese déficit del 35 por ciento; no lo voy a cubrir con ese 20 por ciento
que se les podría pedir a los obreros.
¿Cómo, después de cincuenta años de sumisión y de esclavitud, les vamos a
pedir ahora que se sacrifiquen para que estemos un poco mejor?
Si las soluciones no se preven, el agua nos tapa, y cuando -queremos solucionar no
tenemos solución. La solución no viene por esos caminos, sino trabajando con la
cabeza y no con los pies. Y yo les quiero- dar ese ejemplo a quienes en este
país esperaron que el problema los ahogara para encarar la solución. Nosotros
hemos encarado la solución de este -problema hace tres años; ahora esperamos
tranquilos que la solución venga por esa previsión.
¿ Ustedes no se imaginan que si la situación fuera tan mala como dicen nuestros
detractores, el primer preocupado sería yo? ¿Y ustedes creen que si así fuera yo
hubiera cambiado de caballo en medio del río, cambiando todo el elenco
económico y reestructurando uno nuevo? ¿Por qué lo hice? Se los voy a decir,
también. Cuando nosotros teníamos que encarar la travesía, si yo hubiera
llamado a técnicos especialistas, probablemente todavía estaría estudiando cómo
iba a pasar aquella cordillera de intereses. Eso era una operación y para llevarla
adelante necesitaba hombres ‘decididos para el asalto. La primera etapa de
ésto se cumplió por el asalto y el asalto lo realizamos. Por eso pagamos todo,
por eso cumplimos con todo, por eso debe satisfacernos esa primera etapa, la
más difícil. Ahora, como dice la gente, vamos en coche.
CAPACITACION PARA LA LUCHA
Ahora voy a estructurar científicamente todo el instrumental y toda la
organización económica del Estado, pues ya, después del empujón, he tomado
posición y ahora… que me saquen de ella. Como hacen ustedes aquí, en Campo de
Mayo y en las demás maniobras. En esto el procedimiento es siempre igual; es
una lucha, y la lucha se rige por los mismos principios, ya sea con fusil o con
medios económicos. En el fondo, es siempre una lucha y esa es la ventaja que
siempre tendremos los soldados sobre los demás. Conocemos la técnica y
conocemos la realización de la lucha. Para vencer, nosotros estamos más
capacitados que cualquier otro. Los demás se pueden haber capacitado, pero el
espíritu de lucha y la decisión de jugarse el todo por el todo, eso está en un
soldado, difícilmente en otro profesional. Y yo he hecho aquí de soldado
cuando he debido hacerlo y he tratado de hacer de estadista cuando he
debido hacerlo. Pero lo que sí les puedo asegurar es que esta batalla ya está
ganada. Veremos la reacción de la campaña, pero esta batalla ya está en el
bolsillo y el que lleva una batalla ganada, por lo menos, lleva ya una ventaja.
¿Que tendremos que luchar? ¡ Pero, señores; si la lucha es vida, si la vida es
lucha; si el renunciar a la lucha es renunciar a la vida!
¿Cómo lo vamos a hacer? Es un asunto simple. Yo siempre cito que
habiendo sido profesor de historia durante muchos años he recordado en
muchas oportunidades, cuál era la situación que se le presentó a San Martín en el
año 1816. Tenía en Chile el ejército español de Marcó del Pont, que, solo,
sumaba tres veces las fuerzas que San Martín podía reunir en Mendoza para
invadir a Chile. En el Perú estaba otro ejército más o menos igual; en
Salta, después de Vilcapugio y Ayohuma, quedaba sólo el recuerdo del ejército
auxiliar del Perú, y Güemes se mantenía allí con su guerra de guerrillas.
Paraguay se había separado del Virreinato y Montevideo sitiada y ocupada por
los españoles. Una expedición portuguesa se ponía en marcha en ayuda de esas
fuerzas españolas, y en Cádiz se preparaba la expedición más numerosa
destinada hasta entonces al Río de la Plata.
Señores: ustedes son soldados y se darán cuenta de que no se le podía presentar a
San Martín una situación más terrible que ésa; y, sin embargo, San Martín
atravesó los Andes, venció al ejército español de la Capitanía General de Chile,
fue al Perú y, si no lo hubieran detenido allí, hubiera dado toda la vuelta
asegurando la independencia de Sudamérica hasta llegar de nuevo a Buenos Aires.
MEJORES CONDICIONES
¡Y nosotros que decimos todos los días que somos descendientes de San Martín,
estamos asustados porque no tenemos dólares y creemos que sucumbimos porque
ya- no se nos va a ayudar desde afuera! ¡Y nos sentimos descendientes de San
Martín y de esos hombres que acometieron una empresa semejante!
Por eso digo, señores, que tendremos que hacer algún sacrificio en el futuro,
porque hasta ahora yo no veo que ninguno de nosotros haya tenido que hacer un
sacrificio.
El pueblo argentino come más que antes, habita mejor, tiene una dignidad
mayor, porque por lo menos ahora él elige a quienes quiere que lo gobiernen y
no le dan un palo en el comicio cuando va a depositar su voto, ni le cambian las
urnas en el correo o le hacen cualquiera de esas cosas que sucedían antes.
Yo les pregunto si desde que estamos, nosotros en el gobierno algún argentino ha
desmejorado en su situación económica. Cuando algunos grandes industriales o
comerciantes se quejan, yo pido en seguida datos a Impuestos a los Réditos para ver
cuánto gana este señor y tengo la sorpresa de ver que todos los comerciantes e
industriales han ganado en el año 1947 más que en 1946, y en 1948 más que en
1947. Y todavía se quejan… ¡Son víctimas de la dictadura que estamos ejerciendo en
este. país!
Yo les podría seguir hablando toda la tarde, como compañero, como camarada, de
estos temas, pero ¿para qué les voy a decir más si para muestra basta un botón?
He querido decir esto por una simple razón, porque si tengo interés en que
alguien comprenda bien estos problemas, son casualmente los camaradas de las
fuerzas armadas, por afinidad, por deber espiritual y por camaradería. Tengo interés
que ellos lo conozcan y que sepan que cuanto se dice es una propaganda
insidiosa que se realiza. Y yo les pregunto, señores: ¿el Ejército tiene o no tiene más
medios ahora que en el año 1943? Vean que en el año 1943 mandaba yo una
unidad. Nosotros hemos construído cincuenta cuarteles en un año. Recuerdo
que a nosotros nos ordenaban de la Inspección General del Ejército tirar
solamente 8 condiciones en vez de 12, porque no había munición de infantería
para tirar en los, polígonos. Mora, en cambio, ustedes saben cómo están los
depósitos de la unidad. Eso no representa para el estado actual de la Argentina
absolutamente ningún esfuerzo. Lo que antes no se gastaba en munición se
gastaba en otras cosas. Y si no, que me expliquen a mí por qué durante 20 años
cerraron los presupuestos con 400 y 500 millones de déficit y nosotros hemos
cerrado el presupuesto de 5947 con 500 millones de superávit. ¿Adónde iban esos
900 millones que resultan entre las diferencias del déficit de ellos y el
superávit nuestro? Si lo hubieran invertido en municiones no hubiéramos tenido
que reducir las condiciones de tiro de nuestros soldados.
PREVENCION CONTRA LOS RUMORES
No quiero seguir abundando en detalles. Lo único que yo deseo es que se
armen ustedes, como me armo yo, del excepticismo que hay que tener para
prevenimos contra la circulación de rumores a que se ha referido mi querido amigo
el general Sosa Molina, que a menudo llega a la Presidencia con cara
descompuesta y con una molestia terrible por esos rumores. Menos mal que allí, en la
Presidencia, lo tranquilizo un poco.
Yo solía contarles a mis obreros, un viejo cuento sobre esta clase de propaganda,
que prende en ese tipo que uno conoce, que ustedes lo ven todos los días,
algunas veces también en el cuartel. Es ese señor que todo lo sabe, aunque nada
lo puede; él conversa con todos; si el jefe le da una orden, él la comenta
risueñamente; no dice que está mal, la comenta risueñamente entre los oficiales;
le gusta, de cuando en cuando, hacer el caudillo, el buen muchacho, pero al servicio
no le presta el mismo apoyo que le presta a ese comentario risueño de la orden o
al comentario del corrillo de los muchachos jóvenes en el casino.
Entre la población eso abunda en forma extraordinaria; muchos utilizan eso
como “modus vivendi” y otros están pagados para realizarla como una
propaganda.
Yo siempre recuerdo que cuando chico, un día discutí un asunto sobre unos
carneros que había recibido mi padre en su estancia. El creía que había visto
unos en la exposición y que le habían mandado otros al campo. Yo le dije:
“¿Cómo le van a hacer eso en la exposición? Si ellos dicen que son, deben
ser”. Entonces mi padre me dió un consejo; me dijo: “Acordate siempre que
tenés que discernir por vos mismo sobre cuanto te dicen”. Y llamó a un perro
que estaba cerca, diciéndole: “León, León, León”. El perro se llamaba León y
cuando el perro vino, me dijo mi padre: “Ves, le digo León y viene; pero no es león, es
perro”.
Esta lección de mi padre no la he olvidado nunca y cuando a mí me
cuentan una cosa de esta naturaleza yo la medito profundamente porque es
muy común eso de que le quieran meter león por perro.
En ese sentido soy un soldado como ustedes, con las mismas inquietudes,
con los mismos problemas, las mismas virtudes y los mismos defectos, porque
salimos de una escuela común, hemos hecho una vida común y muchas de las
caras que estoy viendo aquí las he visto antes en mis superiores, en mis
compañeros, o en mis subalternos, y algunas en mis alumnos de la Escuela de
Guerra.
Pensarán ustedes que con la honradez, que es nuestra escuela, si yo
pudiera persuadirme de que no le estoy haciendo un inmenso bien a la
República —y por cierto que lo estoy haciendo porque le estoy asegurando su
soberanía, que es lo único que un argentino no puede sacrificar de su patria,
porque le estoy asegurando su independencia económica mediante una
economía real e integralmente libre, porque sobre el cuento de la libertad que
nos han hecho hasta ahora habría que conversar un rato para creerlo de
verdad— si yo creyese por un segundo que no estoy realizando esto o que no lo
estoy realizando bien, ¿creen que iba a seguir en la Casa de Gobierno? Yo estoy
allí, desde diana a silencio, peor que los oficiales de semana que están en el
cuartel.
Mi deseo sería conversar todos los días con ustedes, pero si lo hiciera dirían
que me mandan llamar aquí para indicarme lo que tengo que hacer. Dirían que
estoy pendiente de Campo de Mayo y que en vez de trabajar y cumplir con mi
deber, como debo hacerlo, estoy pasando unas vacaciones entre mis compañeros y
amigos militares. –
Por otra parte, les aseguro que aquel trabajo es duro y es bravo y que no
admite pausas ni .de un minuto, porque hay que atenderlo todo, porque háy que
sentir todas las inquietudes, porque hay que vivir con el pueblo, porque hay que
vivir con los ministros, porque hay que vivir con todo un inmenso estado mayor
que tengo organizado para el trabajo. Porque hay que vigilar si el plan de
Gobierno no se detiene, si alguno en dicho plan no se me va demasiado lejos, si
otro no se me queda o va muy despacio. Tengo que estar con las riendas, el
látigo y el acelerador, para acelerar unas cosas y frenar otras; reemplazar a
todos los que no saben cumplir con su deber o lo cumplen mal, por los que
trabajan con honradez, estimulándolos.
Se darán cuenta, entonces, que, a pesar de esa inmensa satisfacción.
que experimento al poder conversar un rato con ustedes, lo cual me es tan grato,
no podría hacerlo, porque el deber, aunque duro, aunque difícil, aunque
amargo, el soldado está acostumbrado a cumplirlo y apurarlo hasta lo último,
renunciando a tódas las demás satisfacciones.
Camaradas: yo quiero responder con dos palabras a lo que el señor
ministro de Guerra termina de decir. Sus palabras son las palabras de un
soldado, y, para nosotros, los soldados, saben bien ustedes el valor que damos
a la palabra de otro soldado. Lo que sí debo declarar es la inmensa satisfacción que he
experimentado hoy en Campo de Mayo; la inmensa satisfacción de sentirme
cerca de ustedes y de compartir por lo menos una mañana en las tareas en que
ustedes están empeñados, solamente confiados al esfuerzo y al sacrificio por el
bien profesional, dedicados a cumplir con su deber específico. Empecemos cada
uno en esta República a llenar su misión de la mejor manera, y así se logrará
que sean mejor llenadas las misiones de conjunto.
FELICITACION AL EJERCITO
Yo veo al Ejército avanzar a pasos agigantados; lo veo ir triunfando en su
preparación técnica y en su capacitación profesional; lo veo con sus nuevos
materiales, lo veo moverse, lo veo trabajar, y siento como ustedes la satisfacción
profesional de poder decir que de los ejércitos que conozco —que son muchos—,
podrá haber iguales al nuestro, pero mejores no conozco ninguno. Lo digo con
el orgullo que un soldado siente al decir esto que, como todo lo que he dicho hoy,
es una absoluta verdad.
Viendo al ministro de Guerra en su incansable esfuerzo —todos, los días me
dice que yo tengo que descansar y yo por mi parte le digo a él que descanse, pero
ninguno de los dos nos hemos podido tomar unos días para ello—, en su enorme
dedicación, en su permanente lucha por llevar adelante la institución, en su
discusión con el ministro de Hacienda y con todos los demás ministros, donde yo
lo veo diariamente desempeñar su función con un esfuerzo superior a toda
ponderación, quiero decirle ante ustedes, que son los subalternos directos del
ministro, mi palabra sincera y leal que lo felicito, pero no, señores, con la palabra
de felicitación que algunas veces se acostumbra. Yo felicito muy pocas veces. Lo
felicito, señores, por el estado del Ejército, por la disciplina del mismo, por lo que
hemos visto hoy la mañana, y por el espíritu con que trabajan los jefes y oficiales,
porque solamente cuando un ministro trabaja y se sacrifica, cuando un ministro es
disciplinado y correcto, tendrá un cuadro de oficiales que trabaje y se sacrifique y
que sea disciplinado y correcto. Ese ejemplo, señores, que queremos dar
nosotros a todos los camaradas con nuestro sacrificio personal y con nuestro
esfuerzo, será posiblemente el único galardón que llevaremos a la tumba de
argentinos y de soldados. Si alguien puede pensar de otra manera, que Dios lo
ayude. Pero nosotros sabemos que respondemos ante nuestra conciencia de
argentinos, que estamos cumpliendo el deberá como lo aprendimos a cumplir de
cadetes y como lo sabemos seguir cumpliendo de generales, porque esa es la
escuela de nuestros soldados y porque ese es el único honor a que aspiramos.
En esta vida tan triste y tan áspera a veces, esta satisfacción es la que le quiero
dar al señor ministro.
Camaradas: sigan ustedes trabajando, que ustedes serán los triunfadores del
mañana; nosotros ya hemos terminado o estamos terminando. Ustedes empiezan;
de ustedes es el porvenir y de ustedes será la Patria posteriormente a nosotros. En ese
esfuerzo y en ese sacrificio, en cuya escuela nos formamos y de la cual nos
enorgullecemos, sigan ustedes, compañeros, para triunfar, para llevar a la Argentina
bajo el lema de su libertad económica y de su soberanía política inmarcesible,
para que no haya nunca un argentino suficientemente vil para volverla a
vender. Y si algún día, señores, un argentino pone en peligro la soberanía de la
Nación o su independencia económica, yo me pondré a la cabeza de ustedes, si
es necesario, para echarlo abajo.