Tenemos la convicción de haber resuelto totalmente todos los problemas atinentes
a la Universidad. Queremos encarar la tarea de divulgar nuestras ideas
fundamentales. Aspiramos también a que todos comprendan que nuestra
revolución no ha realizado sino una pequeña parte de su contenido, el cual ha
quedado más o menos reducido a la masa de la población, en la cual, generalmente,
las doctrinas cristalizan más por sentimiento que por interpretación y
comprensión.
A pesar de respetar el tiempo de ustedes, quiero extenderme un poco en ciertas
consideraciones porque entiendo que pueden hacer al gobierno un gran servicio
llevando al interior, especialmente a los círculos universitarios, algunas ideas cuya
divulgación nos interesan en este momento.
Entendemos que debe reinar un clima de tranquilidad absoluta en las
universidades para que ustedes puedan desarrollar con eficiencia la labor en que
están empeñados. En el gobierno no deben jugar otros factores que no sean los
naturales y los lógicos.
Ellas existen tan solo para enseñar, aprender y realizar las investigaciones
científicas adecuadas. Otros factores no deben intervenir en ellas.
Pretendemos eliminar totalmente la política de las universidades. No la política
contraria para imponer la nuestra, sino toda política, porque de lo contrario le
haríamos un flaco servicio a la universidad. Queremos crear un clima de dedicación
total a la función docente. Tanto profesores como alumnos deben ceñirse,
exclusivamente a la tarea de aprender, enseñar e investigar. Actividades ajenas a la
universidad podrán realizarlas cada uno en el campo que quiera fuera de las
universidades.
Por sobre todo, señores, creo que es necesario llegar a una universidad argentina,
nuestra. No interpreto la calificación de ‘argentina’, como muchos creen, con un
sentido de nacionalismo exagerado, inútil e innecesario, sino que entendemos
como ‘argentina’, aquella universidad que prepara hombres que sepan resolver los
problemas argentinos en todos los campos y no aquella que forma hombres
enciclopedistas que no sirven para mucho en el país. Más que enseñar muchas
cosas, debemos enseñar cosas útiles.
En la actualidad ya no es posible preparar a los hombres para todo. Después de
haber recibido los conocimientos generales suficientes, los alumnos deben
especializarse, pues de lo contrario, no se hallan en condiciones de desempeñar
puestos de gran responsabilidad. El Estado no puede confiar obras que insumen
enormes sumas a hombres que por carecer de la necesaria especialización no se
hallan en condiciones de dirigirlas con eficiencia. Es por eso que debemos recurrir
al extranjero para contar con esos hombres. La falla estriba, repito, en no haber
especializado hombres enviándolos al exterior para que intervinieran en la
realización de trabajos de envergadura, formándose así prácticamente sobre el
terreno.
Deseo que interpreten bien mis palabras sin darle un alcance político que no
tienen. Yo no soy ni quiero ser político. Tengo una responsabilidad que cumplir y
trato de cumplirla de la mejor manera posible.
Quiero explicarles algunos aspectos de la forma como encararemos la solución de
los grandes problemas económicos, sociales y culturales que afronta el país.
Creemos que la República Argentina atraviesa un período en que se complementan
la oportunidad y la necesidad de realizar un gran esfuerzo.
Debemos fijar claramente cuál es la oportunidad que se nos presenta y en qué
consiste la necesidad de ejecutar un programa que si no lo llevamos a la práctica
ahora, es probable que no llegue a hacerse en todo un siglo. En la ejecución del plan
trazado le corresponde a la Universidad capacitar intelectual y moralmente a los
hombres para que puedan desempeñarse con eficacia, trabajando con mínimo
sacrificio y rindiendo el máximo provecho.
Hemos debido poner en marcha el país que se hallaba detenido en lo político,
económico y social. Para ello es necesaria una etapa constructiva, obtener de
nuestro país más rendimiento de sus riquezas naturales. De casi tres millones de
kilómetros cuadrados tenemos como territorio útil en explotación apenas un millón
de kilómetros y de éste el porcentaje que se extrae es reducido.
Dividimos la revolución en varios ciclos que hemos ido cumpliendo. No podíamos
exigir a nuestra población un mayor sacrificio sin proporcionarles un mejor
bienestar; porque nuestras masas obreras estaban alimentadas por una doctrina
marxista y conducidos por dirigentes con inspiraciones netamente marxistas;
porque si lo hubiéramos hecho habríamos precipitado una revolución social que
estaba preparada en nuestro medio y no creíamos que la revolución fuera la
solución para nuestra causa.
Entendemos que podíamos proceder por evolución, evitando la etapa cruenta que
toda revolución social presupone. Pensamos que ante todo era necesario satisfacer
las necesidades de nuestras masas insatisfechas, es decir hacer lo que durante
tantos años veníamos reclamando sin encarar el problema de fondo. Por esta razón
después de producirse el hecho revolucionario, encaramos la etapa social desde la
Secretaría de Trabajo y Previsión.
Satisfecha la masa en cierta medida en sus necesidades más apremiantes podía
luego encararse la etapa constructiva que constituye el plan de gobierno.
En ello estamos empeñados y hemos de seguir adelante paulatinamente
contemplando la solución económica, sin la cual un programa como el nuestro no
se puede realizar.
La humanidad está viviendo en estos momentos una de las mayores crisis de
posguerra y, si no, echemos una mirada por lo que acontece en el mundo. En
Estados Unidos los zapatos han subido un 80 % y en Rusia cuestan 400 pesos
argentinos el par. Con esto basta para mostrar cuál es la situación en ambos países,
que se están disputando el derecho de proclamar la mayor felicidad de su pueblo,
vale decir, lo que sucede en esos dos grandes países.
Por esa razón los programas previos a la solución de los problemas de gobierno, o
sea el desarrollo y ejecución de su plan, están formados sobre bases que es
necesario determinar antes de iniciar la marcha.
La primera de todas y la más importante para la realización material de ese es la
base económica. Y ese aspecto puedo asegurarles, señores, que el gobierno la tiene.
Puedo asegurarles que el gobierno no solamente rige el país desde el punto de vista
político sino también económico.
Después de lo que anoche ha dicho el señor Miranda en su conferencia estaría de
más que hablase yo sobre libre cambio o sobre otras doctrinas de economía dirigida
o cosas por el estilo, que todo el mundo tiene en la boca, pero muy pocos en el
corazón.
Como dije anteriormente, el gobierno tiene en sus manos la dirección y el control
del país. Si no ocurriera así nuestro programa no podría ser realizado. Ese ‘control’
va desde el sistema bancario hasta la lucha contra la especulación que realizamos
diariamente hasta en el último comercio minorista. Y cada día es necesario ir
tomando nuevas medidas para un
mejor ‘control’ de la situación. En lo económico y en la política internacional la
República Argentina tiene un objetivo superior a todos los demás: la necesidad de
obtener su independencia económica porque no queremos ser tributarios de
ningún país de la tierra ni queremos explotar tampoco a ningún país. Ningún acto
de gobierno que se realiza, tanto en el orden nacional como en el internacional,
deja de contemplar ese objetivo, que es para nosotros el interés supremo de la
Nación.
Les pido, pues, que cuiden este detalle relacionado con los claustros, porque la
eficacia de la enseñanza ha de depender en alto grado de ese espíritu de
compañerismo. Eso es lo que la nueva ley universitaria dará al claustro de
profesores; más que la ficticia independencia y autonomía, debe existir una
autonomía espiritual y moral que es superior a todas las demás.
He de convencer a la gente de que la Universidad nunca ha estado más apoyada por
el gobierno como en este momento, especialmente en lo que respecta al apoyo
material. Ya hemos votado 200 millones para las construcciones de edificios
destinados a las distintas facultades de la Capital y votaremos otros 200 más si
fuera necesario, porque aunque tuviéramos que dejar una deuda interna de 400
millones, ello estaría ampliamente justificado por el hecho de haberse dado a los
jóvenes estudiantes casas de estudio decentes y no pocilgas inmundas.