Decía Perón en ‘La Comunidad Organizada’, en el año 1949, en un mundo atravesado por una enorme crisis, que el progreso técnico y material no reflejaba un avance en la moral humana; así, Perón proponía una vía alternativa para superar los males de aquel tiempo, similares a los de ahora, ‘Los imperialismos existentes, capitalista y comunista, son responsables de esa crisis de valores y la búsqueda de una salida, la verdadera realización del hombre, debe pensarse lejos de las filosofías de ambos bloques que, o bien promueven el individualismo y el egoísmo, o bien sus Estados gigantes anulan la potencia del individuo en pos de un ideal colectivo. Lejos de las ideas de Hobbes y de Marx, que ponen en el centro el conflicto, el Justicialismo supone entonces una nueva forma de pensar el vínculo armónico entre el Estado y la comunidad, y de ésta con los individuos. En el Justicialismo es posible la realización de individuos virtuosos; es posible la plenitud de la existencia: la realización y perfeccionamiento del yo en el nosotros.
Y claramente cuando hablamos de ‘nosotros’ hablamos hoy de una sociedad global que requiere siempre y de forma avanzada, mejores condiciones de vida para el desarrollo individual dentro de una gran comunidad.
La comunidad organizada resulta ser la conferencia magistral pronunciada por el entonces presidente Juan Domingo Perón, el 9 de abril de 1949 en el acto llevado a cabo en el Teatro Independencia de Mendoza que clausuró las deliberaciones del extraordinario Primer Congreso Nacional de Filosofía realizado en aquella ciudad cuyana. El permanente debilitamiento de nuestra frágil memoria colectiva que nos hizo equivocar reiteradas veces con la misma piedra sin organizarnos como comunidad, nos obliga a leer el discurso de Perón en su contexto y lo que hoy significa para el siglo XXI.
Está claro, y la historia así lo ha demostrado, que las contradicciones y la ‘doble moral’ solo conducen al error, es insólito que quienes intentan hablarnos hoy de Comunidad Organizada, o de supuestos dictadores latinoamericanos, paralelamente promuevan visitas a los genocidas condenados con sentencia firme en las cárceles donde se encuentran alojados. Estos asesinos visitados, como Astiz, fueron piezas esenciales para la dictadura argentina más cruel, cometida con los peores delitos, robos de bebes, desapariciones, torturas y muertes.
Fíjese la contradicción, visitan a ‘asesinos – dictadores’, para promover alguna ley que les permita recobrar su libertad, olvidando que su condena tiene que ver con los peores delitos cometidos, peor aún, los pocos genocidas presos hoy hasta pudieron decretar la muerte de los disidentes y ello era legal o conforme a la propia ley dictada por ellos mismos, sin embargo violaron también su ley, no decretaron muertes ni entregaron cuerpos a sus familiares, directamente los torturaron, asesinaron y les robaron sus propiedades y bebés, y luego los cuerpos fueron arrojados al río, a fosas, o fueron dinamitados.
En definitiva lo que requerimos es volver a Perón, porque, como él decía, el progreso técnico y material de nuestro siglo sigue sin reflejar un avance en la moral humana, y para ello no habrá otra opción que definir programáticamente una serie de puntos de base, de verdad, los cuales en nuestra historia son cosa juzgada, como el repudio y condena al terrorismo de estado, el derechos de los pueblos originarios, niños, adolescentes, adultos mayores, genero y diversidad, igualdad de oportunidades, no discriminación, y todos los derechos consagrados por la constitución nacional y los tratados internaciones vigentes a la fecha.
Argentina no debe seguir permitiendo provocaciones o ataques a la democracia, y mucho menos por parte de los propios funcionarios del estado que tienen una responsabilidad agravada, ya que los cargos que se ocupan se deben y existen sólo para la realización del bien común.
La dificultad del hombre de Estado responsable, consiste precisamente en que está obligado a realizar cuanto afirma, decía Perón, si la Historia de la humanidad es una limitada serie de instantes decisivos, no cabe duda de que, gran parte de lo que en el futuro se decida a ser, dependerá de los hechos que estamos presenciando. No puede existir a este respecto divorcio alguno entre el pensamiento y la acción, allí nacerán los valores morales que requiere esta nación para retomar el camino de grandeza.