Compañeros: Retempla para mi el espíritu de volver a la presencia de este pueblo que toma en
sus manos la responsabilidad de defender la Patria. Creo, también, que ha llegado la hora de
que pongamos las cosas en claro. Estamos luchando por superar lo que nos han dejado en la
República y, en esa lucha, no debe faltar un solo argentino que tenga un corazón bien
templado.
Sabemos que tenemos enemigos que han comenzado a mostrar sus uñas. Pero sabemos también
que tenemos a nuestro lado al pueblo, y cuando el pueblo se decide a la lucha, suele ser
invencible. Hoy es visible, en esta circunstancia de lucha que tenemos a nuestro lado al pueblo
y nosotros no defendemos ni defenderemos jamás otra causa que la causa del pueblo.
Yo sé que hay muchos que quieren desviarnos en una o en otra dirección. Nosotros conocemos
perfectamente bien nuestros objetivos y marcharemos directamente a ellos, sin influenciarnos
ni por los que tiran desde la derecha ni por los que tiran desde la izquierda. El gobierno del
pueblo es manso y es tolerante, pero nuestros enemigos deben saber que tampoco somos tontos.
Mientras nosotros no descansamos para cumplir la misión que tenemos y responder a esa
responsabilidad que el pueblo ha puesto sobre nuestros hombres, hay muchos que pretenden
con el engaño o con la violencia. Nosotros, frente al engaño y frente a la violencia,
impondremos la verdad, que vale mucho más que eso.
No queremos que nadie nos tema; queremos, en cambio, que nos comprendan. Cuando el
pueblo tiene la persuasión de su destino, no hay nada que temer. Ni la verdad, ni el engaño, ni
la violencia, ni ninguna circunstancia, podrá influenciar a este pueblo en un sentido negativo,
como tampoco podrá influir sobre nosotros para que cambiemos una dirección que, sabemos,
es la dirección de la patria.
Sabemos que en esta acción tendremos que enfrentar a los malintencionados y a los
aprovechados. Ni los que pretenden desviarnos, ni los especuladores ni los aprovechadores de
todo orden, podrán en estas circunstancias, medrar con la desgracia del pueblo. Sabemos que
en la marcha que hemos emprendido tropezaremos con muchos bandidos que nos querrán
detener pero, con el concurso organizado del pueblo, nadie puede detener a nadie.
Por eso deseo aprovechar esta oportunidad para pedirle a cada uno de ustedes, que se
transforme en un vigilante observador de todos estos hechos que quieren provocarse y actúe de
acuerdo a las circunstancias. Cada uno de nosotros debe de ser un realizador, pero ha de ser
también un predicador y un agente de vigilancia y control para poder realizar la tarea y
neutralizar lo negativo que tienen los sectores que todavía no han comprendido pero que
tendrán que comprender.
Compañeros, esta concentración popular me da a mí el respaldo y la contestación a cuanto dije
esta mañana. Por eso deseo agradecerles la molestia que se han tomado de llegar hasta esta
plaza. Yo llevaré grabada en mi retina este maravilloso espectáculo, en que el pueblo
trabajador de la ciudad y de la provincia de Buenos Aires, me trae el mensaje que yo necesito.
Compañeros, con este agradecimiento quiero hacer llegar a todo el pueblo de la República
nuestros deseos de seguir trabajando para reconstruir nuestro país y para liberarlo. Esas
consignas, que más que mías son del pueblo argentino, nosotros las defenderemos hasta el
último aliento. Para finalizar, deseo que Dios derrame sobre ustedes todas las venturas y la
felicidad que merecen. Finalmente compañeros, les agradezco profundamente el que se hayan
llegado hasta esta histórica Plaza de Mayo. Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música
que, para mí, es la palabra del pueblo argentino.