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Conferencia de Montoneros

15 de mayo de 1974

Este 1o de Mayo tenía una importancia histórica fundamental, ya que era la
primera oportunidad, después de casi veinte años, para retomar la vieja práctica
peronista del líder dialogando con el pueblo en asamblea masiva.
El pueblo iba efectivamente a decirle al líder si estaba de acuerdo o no con la acción
de gobierno. Pudimos constatar en las concentraciones previas la alegría, el
entusiasmo y la esperanza que todos los compañeros —jóvenes o no—habían puesto
en la posibilidad de expresarle al General Perón su sentimiento y su opinión sobre
la marcha del proceso, porque eso era participar en la conducción del gobierno.
El primer elemento destacable en este 1o de Mayo fue la escasa masividad de la
concurrencia. Esto no quiere decir que el resto del pueblo hubiera dejado de ser
peronista, ni mucho menos, pero si quiere decir que la mayoría del pueblo no se
sintió convocada por las consignas lanzadas desde todo el aparato, y con
saturación, por la comisión organizadora. El pueblo rechazó con su ausencia el
slogan oficial “conformes general” y la convocatoria que nada tenía que ver con los
problemas y necesidades de los trabajadores y la nación, que allí quería la masa
expresar.
Asimismo, la poca masividad de este acto —concurrieron entre 90 y 100 mil
compañeros— es una consecuencia de la desorganización, la desmovilización
evidente y el clima de represión con que esa comisión se movió antes del acto,
respondiendo a la política que desde el gobierno se viene siguiendo en los últimos
tiempos.
Resulta entonces natural que ante la tremenda campaña de intimidación previa —
allanamientos, detenciones y torturas— el pueblo sintiera que estas condiciones
que se creaban y su propia organización eran un impedimento para hacer frente a
esa represión. Por eso no concurrió masivamente tal como lo hizo en otras
oportunidades.
Estas condiciones no se hubieran dado si todos los sectores del Movimiento
Peronista hubieran podido participar en la organización del acto. En nuestro
caso, hicimos todo lo posible para participar y evitar estas situaciones, pero
conscientemente fuimos marginados y ahí están los resultados.
Otra cosa que puede verificarse es cómo paulatinamente va disminuyendo
el número de compañeros que concurren a cada movilización: el 20 de junio se
llegó aproximadamente al millón y medio de personas; el 31 de agosto, frente a la
CGT desfilaron, alrededor de 200 mil compañeros; el 12 de octubre cuando asumió
el general Perón al gobierno se llegó a los 100 mil; y este 1o de Mayo con toda la
importancia histórica que había, concurrieron aproximadamente 90 a 100 mil
compañeros.
Es necesario destacar, para advertir el valor de estas cifras, que a este acto
concurrieron 15 mil peronistas del interior del país. Y que el esfuerzo de los
organizadores fue enormemente superior al realizado en otras oportunidades.
La movilización masiva —fuerza histórica del Peronismo— va en continua
disminución y tiene sus causas en una política represiva y desmovilizadora.
Porque el pueblo no se moviliza solo con carteles pegados una semana antes del
acto ni por consignas que no lo expresan.
De todos modos, es infantil decir que en la plaza no estuvo el pueblo ni la clase
trabajadora. Porque ¿a quién expresaban esos cien mil activistas? ¿Acaso han
surgido por generación espontánea? ¿o provienen de otro planeta?: son la
expresión misma de la masa desmovilizada y reprimida desde el gobierno. Así lo
entendían los compañeros, que se fueron gritando “si este no es el pueblo, ¿el
pueblo dónde está?”
Otro elemento a tener en cuenta para analizar este acto es la organización y la
forma en que los concurrentes llegaron a la plaza. Sin ninguna duda, nuestras
columnas constituían el 60% sobre el total de la concurrencia. Los sectores
organizados por la burocracia y que fueron astutamente ubicados al frente del
palco presidencial no llegaban al 20%.
Mientras tanto, el resto lo constituían compañeros que habían concurrido por la
suya, desorganizados, y que llegaron a un número de 18 mil. Estos eran los
compañeros que en su gran mayoría recibieron con aplausos nuestra entrada a la
plaza y se fueron también cuando nosotros nos fuimos. Tanto la concentración
como la marcha de nuestras columnas tuvo el orden popular de las milicias, donde
hombres y mujeres, jóvenes y viejos marchaban en orden y con sus conducciones
claramente definidas, con la disciplina que impuso el conjunto para la emergencia.
No hemos podido ver ni una sola columna de las organizaciones sindicales
conducidas por la burocracia, porque los trabajadores estaban en otro lado.
No solo nosotros, sino que nadie las pudo ver ni fotografiar, ni siquiera el
periodismo oficial que hizo malabares con las cámaras de televisión y las
fotografías.
Con toda mala intención, se ha querido decir que nuestras columnas eran solo de
jóvenes y que luego se enfrentaron con las de los trabajadores. Es falso, porque no
había columnas de trabajadores conducidas por la burocracia, que debió apelar a
sus matones. También es falso que solo fuéramos jóvenes porque nuestras
organizaciones las integramos hombres y mujeres del pueblo de todas las edades y
porque en nuestras columnas se encuadraban trabajadores de todas las edades.
Desde aquel triste 20 de junio, esta era la primera vez que los peronistas del
interior podían comunicarse con el General. Aquella vez en Ezeiza, en esa
concentración histórica, había quedado pendiente la visita del líder al interior que
luego no pudo cumplirse. Esta era la oportunidad para ese encuentro.
Primero la burocracia anunció todo un plan para que los compañeros vinieran;
luego se echó atrás y anuló el asunto. Pero no solo no hicieron nada para que
vinieran, sino que hicieron lo posible para que no pudieran venir los que lo
intentaban.
Se dieron cuenta de que no tenían a quién traer para venir a hacer su juego, y los
muchos que se venían se les iban a volver en contra; se iban a sumar a las columnas
leales que expresarían el sentir popular ese día.
Desde nuestras limitadas posibilidades, hicimos lo posible para que la gente del
interior pudiera venir. Así para 15 mil compañeros se abrió la posibilidad de
cumplir la cita con Perón. No se pudo dar posibilidad para más, no solo porque no
se podía por nuestros medios, sino porque la burocracia boicoteó sistemáticamente
los medios de transporte; así fue como otros 10 mil compañeros listos para viajar
quedaron en sus provincias.
A los actos que en el interior debió hacer la burocracia para cumplir con las
apariencias no concurrió nadie, sin embargo, en algunos lugares, por la falta de
pueblo, debieron festejar el día de los trabajadores en lugar cerrado, al estilo de los
grupúsculos sin base. En otros lados el cuero no les dio ni para eso porque ni
siquiera hicieron actos. Se cubrieron con excusas como que había razones
económicas o sociales. Pero ahí está la realidad de un primero de mayo en el
interior del país donde los trabajadores no tuvieron siquiera la convocatoria para el
festejo.
Políticas acertadas y políticas equivocadas
Ahora bien, todo este recuento no es para salir a gritar en triunfo porque uno
movilizó más que el otro, lo que buscamos es explicar por qué uno moviliza y el
otro no. Porque esto no es un score de fútbol, sino que estas cifras significan
políticas acertadas y políticas equivocadas.
Nuestra convocatoria, hecha con limitadas posibilidades económicas comparadas a
la de la burocracia, tuvo respuesta masiva y esto ¿por qué? porque convocamos
como el pueblo quería ser convocado. No para escuchar silencioso y sumiso ni para
ver festivales, sino para expresar su conformidad o disconformidad con el gobierno.
Porque para hacer lo que el pueblo quiere, primero hay que dejar que el pueblo
diga lo que quiere.
Con mala intención y menos imaginación, se ha dicho que íbamos a concurrir al
acto para romperlo. Una versión que ocultaba la intención de no dejarnos pasar de
la General Paz. A los compañeros del interior se los quiso parar en sus provincias y
fracasaron, como fracasaron también luego de diez horas de tenerlos en el límite de
la Capital, tratando de que se volvieran. Lo mismo ocurrió con las columnas del
Gran Buenos Aires. Con algunas se trató de que ni siquiera pudieran encolumnarse.
Sin embargo, llegamos a la plaza y allí demostramos cual era el sentimiento del
conjunto del pueblo: preguntarle a Perón qué es lo que sucede, que el pueblo no
entiende cómo los traidores de ayer son los héroes de la patria ahora y los gorilas
de ayer son los fervientes peronistas que hoy debemos acatar.
Nosotros fuimos al acto que Perón convocara el 12 de octubre (cuando llamó para
el 1o de Mayo), para reiniciar la asamblea popular tradicional en el anterior
gobierno peronista, y fuimos a expresar en esa asamblea lo que la gran mayoría del
pueblo siente. Entendemos que la respuesta que Perón le dio al pueblo reunido en
la plaza fue errónea. En la doctrina peronista se afirma que “el gobierno del pueblo
es aquél que hace lo que el pueblo quiere” y para esto es necesario que los
gobernantes escuchen al pueblo.
En este caso el General debía escuchar al pueblo y responder a sus angustias y sus
sentimientos. El problema es que no es ésta la única ocasión de desencuentro entre
el General Perón y el pueblo desde su retorno definitivo al país. Ya ocurrió en
otros actos como el 20 de junio, o como cuando el 31 de agosto en la CGT, ya sea
por la provocación de la burocracia o por los parlantes a todo volumen, Perón no
pudo escuchar lo que el pueblo decía. La consecuencia de esto es que en lo
fundamental de su política el gobierno no responde a los intereses y expectativas
del pueblo.
El mayor error es que el 1º de Mayo, donde el General tiene la posibilidad de dar
respuesta directa a las críticas del pueblo que recaen sobre algunos funcionarios y a
la dirección de la política gubernamental, lo hace insultando, no solo a los
presentes, sino a todos aquellos peronistas que sin haber ido a la plaza sentían lo
mismo que los miles que allí los estaban representando preguntándole al líder qué
pasaba.
Fuimos como siempre, buscando restablecer la relación líder-trabajadores, como la
mejor forma de rectificar el rumbo de este proceso que no tiene a la clase
trabajadora como columna vertebral y que por lo tanto va a terminar lanzándonos
por una vía muerta, como nos ocurrió en 1955. No fuimos a buscar un insulto, que
naturalmente solo puede ser catalogado como un error. Esperamos la rectificación
de este error y también —lo que es más importante— de la marcha del proceso,
porque para eso somos peronistas y para eso votamos por la liberación y contra la
dependencia.
Ante todo esto cabe hacer una reflexión final sobre este 1o de Mayo. Saber si esto
constituyó un triunfo o una derrota popular. Como parte constituyente del
Movimiento Peronista, hacemos esta valoración desde los intereses del Movimiento
Peronista y de todo el pueblo argentino. En ese marco de análisis, lo que estamos
viviendo no es lo que votó y esperaba el pueblo y en particular la clase trabajadora.
Se está distorsionando el triunfo popular sobre la dictadura, y esto nos conduce a
una derrota como la del 55.
La modificación del rumbo actual es lo que se fue a buscar a plaza de Mayo y eso es
lo que fracasó. Pero por la firmeza, la convicción y el nivel organizativo con que el
peronismo expresó su protesta, el 1o de Mayo marca también una diferencia
fundamental con el estado del Movimiento Peronista en 1955.
Se frustró por un error de la conducción el intento de rectificar el rumbo. Pero el
Movimiento Peronista ha demostrado también que está en muchas mejores
condiciones de enfrentar la ofensiva imperialista, porque durante estos 18 años de
lucha ha aprendido a pelear.
Qué se fue a criticar
Fuimos a decir que no estábamos de acuerdo con que no se cumpla lo que el pueblo
votó el 11 de marzo; a expresar nuestra crítica al actual proceso; a decir que no
estamos conformes con este Pacto Social porque no es peronista.
Aquí es necesario hacer algunas aclaraciones porque este Pacto Social firmado por
la CGT y la CGE es presentado como un requisito imprescindible para superar sin
luchas estériles la herencia nefasta de 18 años.
Sería el precio para una reconstrucción de la economía, devastada por la acción de
malos gobiernos, a la vez que la garantía menos costosa y más segura para poner
luego en marcha un proceso de Liberación Nacional. Quienes se oponen a él serían
así tontos e impacientes, irresponsables que no tienen en cuenta la necesidad de ir
cubriendo etapas hasta llegar a la meta final. Estaríamos sacrificando a este
proceso por nuestra oposición, porque somos “apresurados” y, a cambio,
propondríamos la violencia.
¿Esto es así?
Esto desfigura la realidad. Nuestra crítica al Pacto Social no es un problema de
etapas o de tiempo, sino de rumbo y de sus metas finales. El programa llamado
“Pacto Social” no responde a los intereses de los trabajadores y del pueblo y no nos
va a llevar a la liberación. Tampoco representa los intereses de los trabajadores
porque está hecho y conducido en función de los intereses de un sector de los
grandes empresarios nacionales que son los que conducen a la CGE y porque su
otro firmante, la CGT, a pesar de sus contradicciones, está controlada por el
aparato vandorista, que tiene claras relaciones con los intereses imperialistas.
Así concebido, no están representados los intereses de los trabajadores que
deberían ser su columna vertebral, ni tampoco los intereses de la pequeña y
mediana empresa nacional, sectores que son los verdaderos protagonistas de este
proceso de liberación. No descartamos que los grandes empresarios nacionales
integren el frente pero nos oponemos a que lo conduzcan, porque son los que
tienen intereses demasiados cercanos al imperialismo.
En consecuencia, no se trata de cuestionar tal o cual medida económica y
contraponerle la medida que correspondería aplican Aquí se cuestiona el rumbo
total de este proceso y pedimos la reformulación, porque hay muchas medidas
concretas que pueda ser buenas y podrían utilizarse en favor del pueblo si éste
realmente estuviera avanzando en la acumulación de mayor poder.
En este marco, coincidimos con una serie de aspectos de la política que está
desarrollando el gobierno; estamos de acuerdo en la importancia que adquiere la
política económica exterior, aunque sea conducida y beneficie fundamentalmente
al gran empresariado nacional, porque también beneficiará a otros sectores del
pueblo. Para que esta política signifique realmente un paso importante hacia la
consolidación de una postura antiimperialista, es imprescindible que las empresas
mixtas que se formen al amparo de esta relación con el mundo socialista, sean
estatales; es decir que su conducción la tenga el Estado, como lo indica toda la
experiencia peronista, y no el sector empresarial que hoy conduce la política
económica.
También reivindicamos los aspectos generales de la política educacional, porque
han permitido sentar las bases para llevar la liberación en el área universitaria y la
educación permanente con el adulto. Otras actividades que importa señalar como
coherentes con los principios peronistas es el beneficio que han recibido los
compañeros de países vecinos que habitan nuestras villas, a los que se ha facilitado
su situación legal en el país. Claro está que esto que supone la comprensión de la
Patria Grande, es contradictorio con la persecución policial a dirigentes populares
de países latinoamericanos.
También es destacable el mejoramiento en la situación de los compañeros jubilados
que han recibido respuesta a viejas y justas reivindicaciones económicas.
Reiteramos, en consecuencia, que la cuestión no es discutir una por una las
medidas, sino la orientación del conjunto de la política con la cual no estamos de
acuerdo.
¿A quiénes perjudica el Pacto Social?
Por lo dicho anteriormente, este Pacto Social perjudica a los trabajadores y a los
sectores de la pequeña y mediana empresa nacional. En consecuencia ha sido
necesario crear condiciones para mantener callados a estos sectores. Por eso se
reimplanta la legislación represiva; se entrega el aparato represivo a viejos gorilas;
se restringe al mínimo la posibilidad de la democracia sindical y se otorga un poder
casi total a los burócratas.
¿Qué pasa dentro del Movimiento?
Como el pueblo ha elegido el Movimiento Peronista para expresar su lucha por la
liberación, también ha sido necesario castrarlo de su contenido de masas y
entregarlo a un grupo de burócratas. Por eso se cierran unidades básicas, se
prohíben las formas de organización más efectivas y se gestan ridículas expulsiones
masivas de aquellos que plantean la organización. Frente a esto, el pueblo, que sabe
que el Movimiento Peronista es su herramienta de lucha, se expresa a través de las
diferentes agrupaciones que han nacido en el marco de nuestra política. Esto
explica por qué se nos ha convertido en el “hecho maldito” de este país.
Porque se intenta no solo marginarnos del Movimiento, sino, como lo propone
constantemente el comisario López Rega, ponernos fuera de la ley. A esto
responden las múltiples provocaciones con las que diariamente se pretende
confundir a los trabajadores y al pueblo peronista. Los allanamientos de unidades
básicas, las bombas, el cobarde asesinato de compañeros, el cierre de “El
Descamisado”.
A esto responden también las bárbaras torturas y el injusto encarcelamiento de los
compañeros Camps, Maestre, Galli, Pargas y otros muchos militantes, incluso,
aquellos que como los compañeros de Córdoba, pagan con la cárcel su intento de
defender la legalidad frente a la subversión del botonazo de Navarro.
¿Qué pasará?
De continuar esta política económica se producirá, tarde o temprano, la ruptura del
frente de liberación y se destrozará la unidad nacional. Porque es lógico que los
sectores que se perjudican —trabajadores, pequeños y medianos productores y
comerciantes— luchen para conseguir que esos intereses sean respetados.
Esto será aún peor con el criterio de imponer la desmovilización política y la
represión policial. En este caso, realmente cuando se produzca la ofensiva
imperialista aprovechando esta situación, ni siquiera tendremos ninguna
posibilidad de defendernos.
En este panorama, los avances de la política exterior no solo no servirán, sino que
apurarán la reacción del imperialismo y la oligarquía. En consecuencia, será más
rápida y segura la derrota del pueblo. Por otra parte, esta posibilidad de ataque
imperialista no es ninguna utopía: ya se está expresando en el creciente
desabastecimiento, los trascendidos en la prensa mundial sobre el “peligro de los
monopolios de los países socialistas”, la reaparición de los golpistas como Lanusse,
Mayorga y otros gorilas reconocidos, la consolidación del aparato represivo con la
confirmación de Villar y Margaride, así como también las brutales provocaciones
que están destinadas a dividir al pueblo, como el asesinato del compañero Carlos
Mugica.
Cuando esta ofensiva del imperialismo tome cuerpo, nuestros grandes empresarios
se aliarán definitivamente con él, como lo han hecho en otras oportunidades. La
Burocracia Sindical, sin representatividad ni capacidad ni interés en organizar al
pueblo correrá a negociar; los golpistas darán el golpe y la policía gorila que
nosotros mismos nombramos será el mejor instrumento para reprimirnos.
Cuando eso se produzca, las organizaciones peronistas, volveremos a la resistencia,
respondiendo a una vieja enseñanza del General Perón: que no hay enemigo que
pueda vencer al pueblo, porque no hay nada superior al pueblo mismo.
Dos tareas fundamentales para la actual coyuntura:
1- Que se organice al pueblo reencauzando el Movimiento Peronista.
2- Que se cumpla con lo votado el 11 de marzo reconstruyendo el frente de
liberación nacional.
Se reencauzará el Movimiento Peronista, transformándolo en la conducción
efectiva del frente, si se logra la unidad real del peronismo sin traidores ni agentes
imperialistas, sobre una base de acuerdo que siempre hemos sostenido y que hoy
reivindicamos:
-La unidad bajo el principio de representatividad de todos los sectores leales a los
intereses de los trabajadores y del Pueblo Peronista.
-La reafirmación de que la liberación nacional solo es posible si la conducen los
trabajadores como sector hegemónico, garantizando en consecuencia su
participación efectiva mediante la democratización de las actuales estructuras
sindicales.
-La condena a la provocación imperialista que pretende impedir la organización y
expresión de los trabajadores y el pueblo.
-El reconocimiento al nacionalismo popular y revolucionario como etapa correcta
para avanzar en el proceso de liberación en la actual coyuntura.
-La exigencia de la aplicación de la verdad mayor del peronismo: “la verdadera
democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un
solo interés: el del pueblo”.
Se cumplirá lo votado el 11 de marzo, si se reconstruye el frente de liberación
nacional. Para eso es imprescindible que los trabajadores asuman su conducción y
estrechen acuerdos con medianos y pequeños productores y comerciantes, reales
protagonistas de esta etapa de liberación. Para esto, también deberán aplicarse los
principios del nacionalismo popular revolucionario, que permitan la acumulación
económica y de poder en manos de un Estado conducido por los trabajadores.
Esta es nuestra evaluación del 1o de mayo. Nuestra visión de la actual coyuntura y
nuestros aportes para reafirmar los contenidos esenciales de la política votada por
el pueblo el 11 de marzo.
Libres o muertos, jamás esclavos.
Perón o muerte. Viva la Patria.
MONTONEROS

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