Al Sr. José Rucci Madrid, 12 de setiembre de 1970
Buenos Aires
Mi querido compañero:
Por mano y amabilidad del compañero Lorenzo Miguel he recibido su carta del 2
pasado y le agradezco su recuerdo como el saludo que retribuyo con mi mayor
afecto.
Quedo en claro sobre las juiciosas consideraciones que me hace sobre los distintos
aspectos del quehacer de la Central Obrera y de las “62 Organizaciones” en función
de los objetivos del Movimiento Peronista. Tengo un concepto claro sobre sus
aptitudes y sentimientos, de manera que no tiene importancia ninguna demora en
hacerme llegar sus informaciones sobre lo que allí sucede en relación con la C.G.T.
Sé que la conducción está en buenas manos y tengo la mayor confianza en que todo
ha de ser a favor del Movimiento que a ambos nos promueve.
He escuchado la cinta magnetofónica sobre su exposición en las “62
Organizaciones”, que me ha producido una gran alegría, como asimismo la
seguridad de una absoluta cooperación entre la Central Obrera y el Movimiento, lo
que ha de ser sin duda en beneficio del Pueblo y, en especial, de la masa
trabajadora, por los cuales venimos todos los peronistas luchando desde hace ya
veinticinco años. La afirmación de una colaboración semejante a través de las “62”
órgano gremial del Peronismo- es suficiente garantía como para que en el futuro
podamos tener la seguridad de un éxito absoluto.
Es indudable que, dada la situación, estamos frente a un problema eminentemente
político que es preciso despejar cuanto antes, sin dar tiempo a nuestros enemigos
para una dilación en el tiempo que, utilizada bien por ellos, puede frustrar muchas
de nuestras intenciones actuales, basadas más que nada sobre las condiciones
ampliamente favorables que se presentan. En el campo social también existe un
grave problema que no está en manos de la dictadura solucionar si, como intenta,
persiste en mantener las actuales condiciones de la economía de neto corte
reaccionario.
Ambas circunstancias pueden sumar posibilidades favorables a nuestro designio si
sabemos utilizarlas de común acuerdo y coordinadamente, accionando sin pérdida
de tiempo en el campo sindical, por justas exigencias y reivindicaciones
indispensables, como en el campo político, por una acción convenientemente
realizada que ponga en el tapete las exigencias populares y nacionales hacia una
normalización institucional, por la que todos los argentinos claman en las actuales
circunstancias.
Pero, ambas acciones, tienen un límite en el tiempo para que se puedan utilizar de
consumo y, en consecuencia, imponen a nuestro quehacer un entendimiento y una
cooperación en el tiempo y en el espacio, sin el cual la dictadura militar puede
batirnos por separado. Nunca como ahora se ha dado la circunstancia de que el
factor político y el gremial se encontraran coincidentemente superpuestos en forma
de permitir la mejor acción común. Si es cierto que “a la ocasión la pintan calva”,
nada podría justificar el que no la aprovecháramos de la manera más conveniente. ‘
Por otra parte, una acción común -suficientemente disimulada— nos permitiría
accionar con ventajas para lo sindical como para lo político, sin que existiera la
posibilidad de que fuéramos acusados falsamente, ni la Rama Política ni la Rama
Sindical del Movimiento. En cambio, la acción convergente en ambos campos de la
lucha, acarrearía ventajas sorprendentes para alcanzar éxito. De la misma manera,
una acción común como la indicada, permitiría graduar el esfuerzo armónicamente
entre los campos político y social, como para que no nos viéramos obligados a
exagerar la violencia.
Todo ello me hace pensar en la necesidad de articular un plan conjuntamente por la
C.G.T. y las “62 Organizaciones” en forma de poder unificar el esfuerzo mediante
un mutuo apoyo que no puede ser sino favorable a ambas partes en sus respectivos
objetivos. Siendo así, ni la C.G.T. tiene necesidad de intervenir en el campo político
en forma ostensible, ni el Movimiento Peronista sentirá la necesidad de hacerlo en
el campo sindical, en tanto se sentirán los efectos del mutuo apoyo en la lucha de
conjunto.
Es indudable que, en las actuales circunstancias y dada la situación existente, las
dos fuerzas mayores que accionan en la República están representadas por la
Confederación General del Trabajo y por el Movimiento Nacional Justicialista. En
consecuencia, las mayores posibilidades de éxito están en sus manos pero, para que
ello sea realmente utilizado, es preciso proceder a una operación bien planeada, de
conjunto, que permita alcanzar la mayor unidad de concepción y de acción, por una
conducción acertada y una armonización lo más perfecta posible en su ejecución.
Es para ello entonces que debemos preparar a todos nuestros dirigentes de
conducción y encuadramiento, en forma que la masa que representamos en lo
político y en lo sindical pueda jugarse en el momento oportuno con decisión y
unánimemente.
Ello impone que toda disensión interna o personal ha de subordinarse a la
necesidad operativa y que los comandos de conducción sepan accionar por sobre
las pequeñeces que toda acción política o sindical presuponen en la elección de las
formas y los medios de ejecución. Vivimos momentos demasiado graves y
circunstancias suficientemente decisivas como para que debamos superar lo
secundario en beneficio de lo fundamental.
Me han visitado los compañeros de la Comisión Directiva de las “62
Organizaciones”, con quienes he conversado largamente sobre estos temas y
cuestiones y veo una casi total coincidencia sobre la idea operativa que, en general,
veo que coincide con lo considerado por la C.G.T. en el documento de que ha sido
portador el compañero Miguel. En este documento se ha consignado casi
textualmente el contenido de las ideas justicialistas que, desde hace veinticinco
años, venimos sustentando y que aplicamos durante los diez años de nuestro
Gobierno, de manera que no puedo sino estar en completo acuerdo con su
contenido y objetivos.
He notado que cuanto se anota en dicho documento, de indudable valor socioeconómico, se trata de objetivos a alcanzar a largo plazo y mediante formas de
ejecución que, mientras esté la dictadura militar (con sus objetivos diametralmente
inversos) no se podrán realizar de manera alguna. De modo que, mientras no se
solucione antes la situación política, será predicar en el desierto. Por eso pienso
que, frente a tan atractivos fines se oponen los intereses, pasiones y designios de los
intereses servidos por los agentes putativos de las fuerzas de ocupación que
actualmente dominan los resortes del Estado. Si antes no hacemos lo necesario
para desalojar de los diversos estamentos estatales a los que sirven los intereses
foráneos, será ilusorio pensar en realizar lo que corresponde a la nacionalidad y en
especial al Pueblo Argentino.
Esto parecería indicar que previo a cuanto se expone en el documento mencionado
es que nos pongamos en condiciones de hacer cuanto allí, con evidente buen juicio,
se aconseja. Para ello, nos “queda el rabo por desollar”, nada menos y nada más,
que tomar el poder. En tales condiciones, el buen juicio aconseja elegir un objetivo
preciso y sobre él actuar decisivamente por los medios más directos. Perseguir
desde ahora varios objetivos nos puede llevar a la situación del que corre a dos
liebres a la vez, que termina por no dar alcance a ninguna.
En mi concepto, lo que ahora corresponde acometer, es la forma de obligar a la
dictadura militar y a las fuerzas que la imponen a normalizar institucionalmente el
país llamando a elecciones que puedan terminar con el cumplimiento de la
voluntad soberana del Pueblo. Desde ese momento se habrá podido alcanzar la
posibilidad de que todos, sin excepción, nos pongamos a trabajar en la
reconstrucción del país que ha sufrido quince años de verdadera guerra destructiva
de todos sus bienes materiales y espirituales. Pedir al Pueblo Argentino una acción
semejante en las actuales circunstancias será como pedir peras al olmo. Tampoco
yo me incorporaría a una cosa semejante, porque no quiero hacerme pasible de una
ingenuidad semejante.
Lo que creo que debemos hacer es escalonar nuestros objetivos en el tiempo:
comencemos por articular la lucha para alcanzar la posibilidad de destruir el orden
(o desorden) imperante y luego pensemos en la posibilidad de establecer el objetivo
general tan bien expuesto en el documento que tengo el placer de comentar. Lo que
debemos en consecuencia establecer es la acción inmediata con la finalidad de
desmontar el poder usurpado al Pueblo mediante la acción de las Fuerzas Armadas
erigidas en poder civil y político sin el menor derecho ni la menor capacidad (según
venimos comprobando desde hace quince años de su poder arbitrario y
omnímodo.)
Para ello podemos contar no sólo con el Pueblo mismo sino también con fuertes
fracciones de las mismas Fuerzas Armadas que no comparten de manera alguna la
actual ignominia de la fuerza, como los sectores activistas ya preparados para la
lucha activa. Sería demasiado ingenuo pensar que los actuales agentes nacionales o
extranjeros en el poder, van a hacer lo contrario de sus designios, por el hecho de
que nosotros y el Pueblo se lo pida. Debemos tener la más absoluta convicción de
que si recomenzamos por arrojarlos del poder, por las buenas o por las malas, nada
de cuanto pensamos nosotros se podrá realizar en la República.
Es precisamente ello lo que me induce a pensar que debemos suspender nuestros
buenos deseos y aspiraciones hasta el momento en que podamos realizarlos y ese
momento comienza cuando hayamos arrojado del poder a los usurpadores y
hayamos tomado nosotros el poder. Para eso es que debemos ahora planificar
nuestra acción inmediata y realizarla sin pensar en otra cosa. Logrado este primer
objetivo, recién podremos comenzar a pensar en lo mediato. Hacer lo inverso es
“atar los caballos detrás del carro”.
Yo sé como piensa Usted con respecto a las relaciones entre la C.G.T. y las “62
Organizaciones” y sus juicios, anotados en su carta al respecto, los comparto en
absoluto. Por eso pienso que, en la larga y difícil tarea que tenemos por delante,
todo es propicio a la mejor planificación y ejecución y ello me alienta
entusiastamente. Quiero hacerle llegar, junto con mi enhorabuena, mi felicitación
por su indiscutida lealtad al Movimiento y a los fines que, desde él, todos servimos
o debemos servir. Usted es un hombre de clara ejecutoria y su prestigio como
dirigente, es producto de una conducta nunca desmentida en muchos años de
actuación peronista.
Le agradezco mucho las informaciones que me hace llegar y le ruego que salude a
los compañeros de la Comisión Directiva de la Confederación General del Trabajo y
acepte, junto con mi saludo más afectuoso, mis mejores deseos de éxito y de
ventura personal.
Un gran abrazo.
Juan Perón