Sr. Dr. Don Juan José Hernández Arregui 10 de diciembre de 1969
Buenos Aires
Mi querido amigo:
Con un poco de retardo, por haber estado ausente de Madrid, acuso recibo y
agradezco el envío de su último libro, como la generosa dedicatoria que Usted ha
tenido la amabilidad de asentar en él.
De acuerdo con una costumbre, que he estimulado de viejo, considero que hay dos
clases de libros: los que solo se deben de leer y los que nos sirven para estudiar. El
suyo “”Nacionalismo y Liberación” son de los segundos y como tal, me he tomado
el tiempo necesario para utilizarlo en mi provecho antes de agradecérselo como
corresponde al libro y al amigo.
Mi juicio es que ningún argentino debía dejar de leerlo y que toda la juventud de
nuestro país debía tenerlo en la cabecera y estudiarlo profundamente. A la claridad
meridiana de sus ideas, le agrega Usted el atractivo de su literatura y su acabada
erudición. La elocuencia de su exposición es un ejemplo y un honor para las letras
argentinas donde es tan difícil encontrar la verdad que habla sin artificios.
Tanto “”La formación de la conciencia nacional” como “Nacionalismo y Liberación”
son dos fuentes de inspiración doctrinaria para la juventud de América Latina, tan
necesitada en las circunstancias actuales de una palabra rectora como la suya.
Como ya he dicho, los pueblos del Continente Latinoamericano están de pie, luchan
por su liberación y su independencia aunque algunos países, en manos de
gobiernos cipayos, traicionen la causa más sagrada para los pueblos: su soberanía.
En nuestro país, la juventud argentina ha sabido salvar el honor de su bandera,
demostrando que “no todo está podrido en Dinamarca”. A los que hace un cuarto
de siglo que venimos luchando por la liberación de la Patria, esto nos llena de
orgullo y de fe por nuestro destino, porque cuando una juventud sabe morir por sus
ideales es que ha aprendido todo lo que debe saber una juventud.
Como Usted lo dice, el ideal argentino de esta hora comienza con la liberación del
neocolonialismo imperialista que tan seriamente nos amenaza y de la tiranía que
en el país parece servir los mismos intereses. Los que reciben instrucciones y tratan
con los agentes foráneos, en contra de la voluntad popular y de los verdaderos
intereses de la Nación, no pueden ser considerados como argentinos y menos aún
como gobernantes. Al decir de San Martín “un crimen semejante no se puede
borrar ni aún con el sepulcro”
Frente a esto, es que nace la grave responsabilidad de la nueva generación
argentina que, como tal, debe responder del futuro destino de la Patria. Para ello
solo le quedan dos caminos: un conformismo suicida que ni ofrece siquiera una
aleatoria tranquilidad presente ni asegura una realidad futura. El segundo camino
es el de la lucha que, si bien impone sacrificios, puede alcanzar soluciones y honra.
La Revolución está en marcha. Como en 1789 ha comenzado en La Bastilla. “Por
primera vez parecen ser contemporáneos todos los hombres”. Hemos presenciado
el 29 y 30 de mayo de 1969 en las ciudades argentinas el mismo espectáculo que un
año antes impulsaba a “las barricadas” en el Barrio Latino de París. Podemos
exclamar como André Malraux (un miembro del Gobierno Francés que supo
admitir toda la profundidad del movimiento revolucionario de mayo y junio en
Francia): “El ensayo general de este drama suspendido, anuncia la gran crisis de la
civilización occidental. El encuentro de la juventud con el proletariado es un
fenómeno sin precedentes”.
Cuando se leen los comentarios que nuestro pronunciamiento de mayo de 1969
sugiere a los hombres de la dictadura, no podemos menos que reconocer la
tremenda orfandad que la sensibilidad y la imaginación sufren allí. El único que
comprende lo que en el mundo pasa parece ser el Pueblo, cuya intuición va mucho
más allá que la información y el racionalismo de los consabidos “Consejos” e
“instituciones Oficiales”.
En Córdoba, Rosario, Tucumán, etc., con un año de diferencia, ha ocurrido lo
mismo que en las grandes ciudades Francesas. Para los tontos y para los hipócritas
se trata en ambos casos de “agitadores profesionales” manejados desde el
extranjero.
Para los que saben la verdad, es el comienzo de la verdadera revolución que hoy,
sostenida por la juventud y los trabajadores, comienza a demostrar que si la
revolución es ya un instinto en los países subdesarrollados del Tercer Mundo, lo es
también en los pueblos de las naciones superdesarrolladas.
No se hace contra un Gobierno determinado sino contra el futuro incierto que en la
práctica arroja la sociedad industrial contemporánea. Estamos asistiendo a una
profunda y acelerada evolución en las raíces espirituales, iniciada en una nación
desarrollada, por entenderse que se pretende compensar con la variedad y cantidad
de bienes de consumo el contenido real de la vida.
“Son Ustedes las guerrillas contra la muerte climatizada que ellos quieren
vendernos con el nombre de porvenir” decía un famoso cartel colocado en París el
día de las barricadas. Otro, no menos expresivo, afirmaba: “La Revolución que se
inicia pondrá en duda no sólo a la sociedad capitalista sino también a la sociedad
industrial. La Sociedad de consumo debe morir de muerte violenta. La sociedad
enajenada debe desaparecer de la historia. Estamos intentando un mundo nuevo y
original: la imaginación ha tomado el poder”
En resumen, querido Doctor Hernández Arregui, pienso que estamos asistiendo a
la “Segunda Revolución Mundial” hacia la primera civilización universal en cuyos
umbrales nos encontramos, según la feliz expresión de Larroque.
Es hasta natural que esto no lo puedan comprender todos y menos aún los
tiranuelos militares que se esfuerzan por implantar un neocapitalismo que salve a
la reacción de la hecatombe que se le avecina. Pero yo tengo fe en la juventud
argentina y en los trabajadores que saben lo que quieren y parecen estar dispuestos
a luchar por imponerlo.
Todos estos problemas de lo que más necesitan es del tiempo y creo que, en nuestra
Patria, el tiempo no transcurre en vano. Desde hace un cuarto de siglo, la
Revolución Justicialista ponía en marcha una transformación de fondo que muchos
han presenciado y vivido, a veces hasta sin comprenderla. Alcanzada la liberación
de la influencia de los poderes foráneos, se organizó la economía que dio
prosperidad suficiente a la Nación, se estructuro lo social asegurando diez años de
felicidad al Pueblo Argentino y se afirmó una soberanía nacional que descarto el
nefasto colonialismo imperialista que antes había imperado.
En 1955 se produce el golpe artero de la reacción externa y vernácula que, con el
pretexto de cambiar lo justicialista, volvió a entregar el país al imperialismo que
impulso y financio el golpe de estado. Así su economía sucumbió en poco tiempo
abordada por los poderes foráneos y sometida a la acción destructora del Fondo
Monetario Internacional. Con ese motivo, tan vilmente provocado, se fueron
suprimiendo una a una las conquistas sociales impulsadas por el Justicialismo, a
través de los distintos gobiernos gorilas que se sucedieron hasta la llegada de la
dictadura actual que no difiere de ninguno de ellos sino en el nombre.
Este “Nuevo Gobierno” prometió una “Revolución Argentina” y consumió su
tiempo en peregrinas promesas incumplidas y vanas ilusiones y, cuando el pueblo
cansado e indignado quiso hacer oír su verdad, le contesto con la más violenta
represión que tantas vidas argentinas viene costando a lo largo de estos quince
años de fatalidad provocada. No sé si nuestra juventud necesitara más que esta
dura experiencia para persuadirse de la necesidad de actuar en defensa de su
propio porvenir y del de la Patria.
Por lo menos, en el resto de los países del Continente Latinoamericano, en unos
más y en otros menos, parece perfilarse la revolución con caracteres más o menos
marcados. Cuba, Perú, Bolivia son tres ejemplos de un despertar de la lucha por
liberarse y ello es promisorio para la causa que servimos. Pero, por sobre todo, es el
mundo el que marcha por la misma senda: lo que pasa en Francia, Italia, Alemania,
etc., fuera de la lucha empeñada en los otros continentes, es un índice revelador de
lo que ha de ser el futuro en la evolución de una humanidad suficientemente
madura para los cambios fundamentales.
Por todo lo que Ustedes hacen allí con la difusión de la verdad tantos años oculta,
yo deseo como argentino hacerles llegar, junto con mi encomio más entusiasta, mi
felicitación más sincera. La causa de la revolución necesita de algunos realizadores,
pero no menos de muchos miles de predicadores que, empeñados en la tarea de
persuadir, no dejen en el empeño de incendiarlo todo si es preciso. Yo no veo para
nuestra pobre Argentina otra salida que la lucha, por los medios que sean, realizada
por el Pueblo y para el Pueblo.
Dentro del Peronismo yo hago lo posible para que así sea pero, desde quince mil
kilómetros de distancia, no tengo confianza en que mi sola prédica pueda despertar
la decisión absoluta que se necesita para lograrlo.
He recibido un libro del amigo Néstor Rodríguez Brunengo, titulado
“ORGANISMOS LABORALES DENTRO DE LA EMPRESA” de excelente factura y
a quien quisiera felicitar por su trabajo pero resulta que no tengo su dirección.
Como he visto que en su libro “NACIONALISMO Y LIBERACIÓN” hace la glosa en
la contratapa, pienso que ha de ser amigo suyo. Le pido que cuando lo vea le haga
llegar mi saludo, mi agradecimiento y mi enhorabuena.
Muchas gracias.
He visto que el Peronismo está despertando entre los “intelectuales” el deseo de
escribir sobre él, unas veces con fines leales a la Nación y otros buscando lo
contrario. El Profesor Gonzalo Cárdenas sé que lo ha hecho bien y de buena fe, que
es lo que interesa.
Otros como Félix Luna lo han hecho a su manera, a lo que ya estamos
acostumbrados. Ángel Cairo, Pedro Gelman, Ernesto Goldar, Alejandro Peirou,
Ernesto Villanueva, etc., son todos aportes no despreciables para el conocimiento
de nuestra acción que escribas a sueldo han tratado de encanallar con toda clase de
falsificaciones y mentiras.
De todas maneras el justicialismo necesita que se hable de él, aunque sea bien…
Si un día la situación se tornara decisivamente favorable como para poder de
alguna utilidad a nuestros fines, yo me las “rebuscaría” en forma de poder estar por
allí oportunamente. Por ahora no veo posibilidad cercana para ello y estoy vigilante
y a la expectativa. Dios dirá…
Le ruego que salude a los amigos y acepte, junto con mi saludo más afectuoso, mis
mejores deseos.
Un gran abrazo.
Juan Domingo Perón