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Carta a Antonio Caparrós

julio de 1969

Señor Dr. Don Antonio Caparrós Madrid, julio de 1969
Amigo Caparrós:
Como imaginará, me interesan sus observaciones a la situación, máxime si como
me expresa, ellas son compartidas por grupos de dirigentes peronistas que han
conversado con Usted (gremialistas o no) y de otros de intelectuales de los cuales
Usted forma parte, integrada por distintos profesionales de sólido prestigio que a
su vez agrupan a muchos otros más jóvenes con la aspiración de formar un
verdadero “frente de intelectuales” en favor de la liberación nacional.
No puede ser un secreto para nadie que, de todos los objetivos justicialistas, el
primero y más importante ha sido y es la liberación. De manera que, si como Usted
afirma y yo comparto, no se ha producido en la Argentina un fenómeno semejante,
la incorporación de fuertes grupos de intelectuales a la causa, constituiría un hecho
sin precedentes y altamente auspicioso, porque hasta ahora, en esa lucha, habían
brillado por su ausencia.
Me complace su franqueza al expresar claramente una concreción tendencial; sobre
los principios y la metodología marxista, con lo que interpreto la posición de
Ustedes. Pienso que existe una coincidencia con los que en París (de procedencia
marxista) exclamaron después de la “Revolución de Mayo”: hasta ahora creíamos
que no podríamos hacer la revolución sin el comunismo, ahora estamos
convencidos que no la podremos hacer con el comunismo. Me agrada leer que
Ustedes no están de acuerdo política y orgánicamente con el Partido Comunista
Argentino ni el del resto de los países de occidente. Eso mismo comprobé yo hace
ya más de veinticinco años, cuando iniciamos nuestra Revolución.
En cuanto a los principios y la metodología marxistas, como formas de ejecución, si
se los adapta a nuestras necesidades y características originales, nadie puede negar
su utilidad pero, debemos pensar que una Revolución Argentina tiene también una
posición existencial de la que no podemos apartarnos sin provocar graves riesgos.
Piense que, por lo menos nosotros, los peronistas, tenemos ya una ideología que, si
está más cerca del marxismo que del capitalismo, configura una posición diferente.
Sin embargo, veinticinco años de acción, son suficientes para probar que no se trata
de un Movimiento sectario, que se formó inicialmente con hombres de todas las
procedencias tendenciales y que continúa con una amplitud de criterio tan grande
como cuando se formó. No desconozco que en lo metodológico hemos asimilado lo
que consideramos mejor del marxismo sin caer en el comunismo que conocemos
porque, en este aspecto, creo que es mejor hacer lo que ellos dicen, no lo que ellos
hacen.
Los intelectuales y artistas de que me habla y que le hacen decir que “todo
revolucionario en nuestro país es actualmente marxista” no lo pongo en duda
porque, por sobre todo, existe una procedencia. Pero, pienso que, dada la situación
de nuestro país y lo que puede inferirse para el futuro inmediato y aún mediato, no
puede ser esto un obstáculo para sentirse revolucionario. Por eso comparto
totalmente su afirmación siguiente: “Nuestra opinión es que el marxismo no sólo
no está en contradicción con el Movimiento Peronista sino que lo complementa. Es
decir, tenemos la convicción neta de que el Movimiento no debe rechazar al
marxismo, sino por el contrario integrarlo en su seno e instrumentarlo”. Comienzo
por decirle que jamás hemos rechazado a los hombres que, provenientes del
marxismo, han llegado y se han incorporado al Peronismo. Podría citarle cientos de
ellos, desde que los provenientes del socialismo argentino en 1945 eran en su
mayoría marxistas. Tampoco hemos hecho cuestión porque algunos de ellos se
titularan entonces comunistas. En todos estos casos, con muy pocas excepciones,
los hechos posteriores hicieron de ellos buenos peronistas.
En cambio, lo que ha dado en llamarse marxismo del Comunismo Argentino, en
estos veinticinco años de lucha por la liberación, lo hemos visto al lado de la
oligarquía o del brazo con Braden. Por eso, para nosotros, el marxismo comunista
adherido a la famosa “Unión Democrática” no lo podemos explicar ni como sistema
ni como metodología. Piense Usted que el Peronismo ha debido luchar durante más
de veinticinco años contra esto y, en consecuencia, hasta ahora, no ha estado el
horno para bollos. Muchos millones de peronistas, profundamente influenciados
por lo que han vivido y conocido, no solo abominan del capitalismo que han sufrido
sino también del comunismo que han presenciado. Por eso, para estas masas,
comunismo y aún marxismo, (porque la masa no distingue), es una mala palabra.
Es indudable que el marxismo pensante no es el que nosotros venimos
presenciando pero, desgraciadamente ese, no se ha demostrado en los hechos más
allá de los trabajos de gabinete o discusiones en los cenáculos intelectuales y como
“el movimiento se demuestra andando” sobre todo en la acción política, han vivido
ignorados para la ciudadanía donde se deciden estas cuestiones. No se me escapa
que hay un cambio absoluto en este panorama, porque el comunismo de partido ha
perdido todo predicamento y porque la juventud actual, especialmente en los
estamentos intelectuales, comienza a percibir la verdad y a retomar el hilo de
Ariadna que jamás debió haber abandonado.
Nosotros, acostumbrados ya a percibir estas cosas en los escalones de conducción,
no vamos a morir de espanto porque se nos diga que un ciudadano es comunista o
marxista. Ya sabemos que los sistemas cuentan siempre menos en la acción que los
hombres que los manejan, no rechazamos nada “a priori” y estamos siempre
prontos a compartir nuestra lucha con todos los que, de buena intención, se
aprestan a combatir por los objetivos que nosotros creemos justos y honestos. Las
formas de ejecución, para nosotros, siempre han contado menos que el fin que nos
guía, en este caso la liberación nacional, que es previa a todo otro objetivo.
Frente a cuanto le vengo diciendo, Usted comprenderá que, cuando nosotros en los
duros días de lucha que hemos debido sostener, decíamos “comunismo”, nos
referíamos al comunismo que todos conocían en el país, que es el mismo que Usted
me dice que ahora resulta anacrónico para los partidarios del propio marxismo
bien entendido. Si con eso repelíamos a alguno, era precisamente de ese
comunismo, nunca de los que entienden la revolución en que está empeñado el
mundo que bien puede tener muchos puntos de contacto con el marxismo ortodoxo
pero no con las excrecencias de todo tipo que, en el andar, le han agregado los
comunistas de diverso tipo.
Pasando al segundo punto: en lo referente a la estrategia, debemos comenzar por
establecer que la resolución estratégica es la que contempla el conjunto y sus
objetivos generales. Así entendida, debe complementarse con la acción táctica que
presupone la lucha activa y sus formas de ejecución. Tanto la acción estratégica
como la táctica deben contar con un “Plan de Acción” en el que se prevé hasta lo
posible, contando con la apreciación de todos los hechos previsibles, fuera de ello
existen factores imprevisibles para la conducción tanto estratégica como táctica
que, por tratarse de imponderables, deben ser resueltos sólo en su oportunidad y
objetivamente.
El Comando Estratégico, desde quince mil kilómetros de distancia del teatro de
operaciones, no debe entrar en la particularización de las formas de ejecución, sin
exponerse a cometer graves errores de resolución u oportunidad. Por eso no hay
más remedio que establecer objetivos y misiones destinadas a la conducción táctica
y, cuando mucho impartir “directivas” (no órdenes) que por su amplitud permitan
a la conducción táctica defender su responsabilidad con la mayor libertad de acción
e iniciativa. En estos casos la conducción táctica tiene toda la responsabilidad y es
justo que disponga también de toda la autoridad que le permita defender esa
responsabilidad.
Ni la resolución estratégica, ni las misiones, objetivos y directivas que el Comando
Estratégico imparte al Comando táctico, deben ser divulgadas entre los militantes
que no pertenezcan a la conducción, porque ello presupondría el inmediato
conocimiento por parte de nuestros enemigos de los designios propios y sus formas
de ejecución, lo que acarrearía cuanto menos la creación de graves obstáculos,
desde que la lucha cuenta siempre con dos voluntades actuantes contrapuestas. Por
eso, contando con la necesidad que Usted apunta sobre el conocimiento que la
masa debe tener, es que sólo se dan a ella las ideas generales como objetivos
generales, sin particularizar los detalles de ejecución, sólo confiados a los que
deben realizar la conducción táctica que, en cada caso, deben enterar a sus
hombres de los detalles que crean necesarios para la ejecución de tareas concretas
en misiones de lucha.
En este sentido, creo que la conducción estratégica del Peronismo, ha dicho lo
suficiente como para que cada peronista esté en claro sobre lo que le interesa saber
y cuando necesita más, recurre a los órganos de la conducción táctica en procura de
esclarecimiento o ampliación. Lo propio hace la conducción táctica cuando la
misión que ha recibido del Comando Estratégico no satisface todas sus inquietudes
indispensables para el cumplimiento de su función. Nosotros venimos conduciendo
así, sin descartar que en la lucha irregular que la política impone, estamos
dispuestos a considerar las acciones que fuera de la conducción regular sirvan a los
objetivos elegidos por la conducción y hasta, a veces, tomarlos como principales si
coinciden con el “centro de gravedad” de las acciones, dejando los anteriores como
secundarios, si la situación lo impone. Porque la conducción es, antes que nada, un
juego dúctil de adaptación a las circunstancias frente a los hechos provocados por
los imponderables.
Las cuestiones de principio, en la conducción, son harina de otro costal. Ello
corresponde a la tarea orgánico funcional que tan difícil resulta realizar en lo
político y por lo cual el que se mete en ese quehacer ha de acostumbrarse a
“manejar el desorden”. Quien en política, pretenda manejar el orden, morirá de
una sed desconocida, porque en la política rara vez impera el orden y eso sólo por
momentos muy circunstanciales. Por eso es tan importante el “principio de la
economía de fuerzas” en la conducción política y que forma el “núcleo” de la teoría
del “Arte de la Conducción”. Este principio establece que en la acción estratégica no
es indispensable ser más fuerte en todas partes o en el conjunto, sino que basta con
que se sea más fuerte en el lugar y en el momento en’ que se produce la decisión. Si
ello impone una articulación apropiada de todo y de las partes del dispositivo
político, ofrece en cambio la posibilidad de emplear el arte sobre la fuerza con
probabilidades de éxito. La conducción táctica en cambio, es el órgano de la
ejecución precisamente en ese lugar y en ese momento decisivo. Por eso la
conducción es un arte, por eso dispone de una teoría y posee una técnica.
Dentro de la amplitud que lo anterior presupone como fundamental para toda
conducción, la unidad de doctrina (o el respeto a los principios) propende a la
cohesión indispensable que todo organismo de lucha impone, lo que es función
más bien orgánica. El Movimiento Peronista tiene ya una tradición doctrinaria y los
peronistas cuando delinquen contra los principios lo hacen a sabiendas y no por
equivocación ni malentendido. Cuando un peronista procede mal, sabe mejor que
nadie que lo está haciendo, aunque se escude en el pretexto de no estar en claro
sobre lo que se quiere en el Comando. Esto en política es más viejo “que mear en
los portones”.
La función del Conductor Estratégico es precisamente llevar a todos hacia los
objetivos, buenos y malos, porque si sólo quisiera llevar a los buenos, llegaría con
tres o cuatro y, con tan pocos, no se puede hacer mucho en política. No implica ello
que deje de reconocer la razón que tiene Usted al enjuiciar los extremos “no
principistas”, a unos, porque proceden mal por naturaleza y por costumbre y a
otros, porque su misión parcial les hace aparecer en mala situación con respecto a
los principios. El ideal sería que no hubiera deshonestos y que no fuera necesario
simularlos por razones tácticas, pero desgraciadamente, la conducción debe contar
con los primeros para neutralizar su acción y con los segundos para articular sus
maniobras.
También sería un ideal poder contar con todos los dirigentes de la conducción
capacitados y honestos, como disponer de dirigentes de encuadramiento
disciplinados, honestos y capaces. Desgraciadamente la realidad no es esa: es
preciso trabajar con lo que se tiene y vigilarlos estrechamente, lo que me ha
persuadido a mi “que el hombre es bueno, pero si se lo vigila suele ser mejor”. En
todo esto, poco tiene que ver el principio doctrinario porque, yo estoy persuadido
de que todos los dirigentes peronistas de la conducción y del encuadramiento los
conocen y, cuando dejan de cumplirlos, es porque median condiciones especiales,
generalmente inconfesables.
No es que a los ojos de la conducción “todo es válido, nada es reprobable” como
Usted dice, sino que, cuando estos hechos se producen, a fin de no ocasionar males
mayores, debe tratarse “de desplumar la gallina sin que grite”. Las formas directas
a veces no son las más aconsejables en el manejo de los hombres porque provocan
males complementarios tantas veces peores que los que ocasionaron la medida.
Cuando se dispone de una masa medianamente adoctrinada, los que proceden mal
sucumben víctimas de su propio mal procedimiento, para eso, en el organismo
institucional sucede lo que en el fisiológico: los propios gérmenes patógenos
producen sus anticuerpos que al final resultan los elementos principales de las
autodefensas. Cuando se ha dejado actuar a estos “microbios políticos” sin
perderlos de vista, contaremos con autodefensas que se encargarán de destruirlos
sin que debamos recurrir a ninguna clase de antibióticos. Es lo que comúnmente ha
venido ocurriendo en el Peronismo en estos casi quince años de lucha despiadada
contra los permanentes enemigos de afuera y los circunstanciales enemigos de
adentro. Pero, desgraciadamente, es usanza de la conducción el tener que contar
permanentemente con ellos.
Con referencia al empeño de los “Gobiernos” que se sucedieron en el país desde
1955 por destruir al Peronismo o “des-peronizar el país”, los que hemos mantenido
esa lucha sabemos bien de qué se ha tratado: Aramburu intentó hacerlo por la
violencia intimidatoria lo que nos costó muchos muertos entre fusilados y
masacrados, pero como Usted reconoce fue un método que se opuso por sí al
objetivo que esa gente perseguía. Frondizi en cambio, intentó lo que llamaron la
“integración” que consistía en la ingenua maniobra de quedarse con el Peronismo
mediante procedimientos más o menos políticos. Illia, en cambio optó por
destruirnos mediante la disociación, que es cuando comenzó el procedimiento de
captación de algunos dirigentes proclives a la traición. Esa dictadura militar no ha
hecho sino intensificar el método de su antecesor. Así nace, en el horizonte
directivo peronista, la amenaza de una descomposición que no ha sido tanto como
dicen los que nos combaten, aunque tal vez no haya sido tan reducida como
creemos nosotros.
Las campañas orquestadas por el monopolio de la publicidad que la dictadura
maneja a su antojo, lo han sido de una permanente “provocación” e “intimidación”,
destinadas a engañar a los tontos y asustar a los timoratos y, aunque sus efectos no
han sido muy importantes, no podemos negar que muchos se influenciaron por
ambas cosas. Aparece así una suerte de desconfianza generalizada y muchos
dirigentes que hasta entonces fueron amigos comienzan a mirarse con prevención y
hasta a enfrentarse. Se suma a ello la circunstancia de que algunas veces, existían
verdaderas causas reales y otros intereses. Pero, en la mayoría de las veces, se
trataba de dirigentes que cumplían una misión ordenada por la conducción con
finalidad táctica.
Así se ha llegado a la situación actual. El tiempo se encargará de decir quién es
quién. Hasta entonces, enjuiciar a cualquier peronista por las apariencias, puede
encerrar una tremenda injusticia.
Tomemos, como Usted dice, “el caso Vandor”. Comencemos por establecer que el
Movimiento Peronista tiene una Rama Sindical en las que se alinean casi todos los
sindicatos argentinos y es preocupación especial de la conducción la de mantener
esta situación a costa de cualquier cosa. Esos sindicatos peronistas lo son por
propia decisión y jamás, aún durante nuestro Gobierno, se hizo la menor presión
para que así fuera: si son peronistas, lo son por su propia decisión. El gremio
metalúrgico ha elegido a Augusto Vandor como Secretario General y, mientras esta situación dure, nosotros no tenemos por qué hacer cuestión para que se cambie
porque eso sería una intromisión inaceptable. Nosotros que creamos un verdadero
fuero sindical, haciendo inviolable la independencia sindical de toda acechanza
gubernamental, hemos sido los primeros en cumplirlo. Así que, si la Unión Obrera
Metalúrgica, como organización peronista, nombra su Secretario General no
tenemos otra cosa que aceptarlo, máxime en el caso Vandor que ha sido siempre
peronista. Lo contrario implicaría la expulsión del gremio del Movimiento
Peronista lo que resultaría inconcebible porque los metalúrgicos son todos
peronistas. Como Usted puede ver, el problema mencionado, visto desde el punto
de vista de la conducción, no es tan sencillo como parece.
Por otra parte, Augusto T. Vandor como dirigente era un hombre capaz y, como tal,
tenía ideas propias y tal vez también ambiciones y designios. En el Movimiento
Peronista siempre hemos considerado bien a los hombres que tienen estas
condiciones, aunque algunas veces resultan difíciles de manejar y conducir. Los
hombres con ambiciones se necesitan en la política porque la ambición es una
fuerza motriz nada despreciable. Y, si Vandor en la faz política ha cometido sus
travesuras, en cambio en la defensa de su gremio ha cumplido. No entro a
considerar los procedimientos internos en su acción gremial porque eso
corresponde ser juzgado por sus propios compañeros gremiales. El error parte de
considerar a Vandor como un dirigente del Peronismo, cuando en realidad era un
simple dirigente sindical, aunque haya tenido influencia sobre otros dirigentes.
A Vandor se lo acusa de haber intentado, en unión con otros dirigentes peronistas,
copar el Peronismo o sea reemplazar a Perón en la Jefatura del Movimiento, lo que
no tiene nada de particular y esto lo dice con toda franqueza y sin otro deseo que el
de expresar la verdad. En efecto, cuando en 1955 el gorilismo aliado al
imperialismo nos desplazó del Gobierno, yo tenía sesenta años. Los movimientos
revolucionarios, si bien son inicialmente gregarios detrás del hombre que encabeza,
tienen necesariamente que encontrar otro hombre o institucionalizarse para
pervivir. El hombre no ha conseguido aún vencer al tiempo y en consecuencia, si el
tiempo vence al hombre, este no debe ser tan egoísta como para pensar que su
movimiento deba morir con él. De ahí nace la necesidad o, del reemplazo por otro
hombre o de la institucionalización de su movimiento, ya que la organización es
otra forma de vencer al tiempo y perdurar.
También se acusó a Vandor de pretender encabezar el “Neo-Peronismo”, cuyos
fines hubieran sido similares a lo anterior, para lo cual con el auspicio de otros
dirigentes (conocidos por todos) se realizó la famosa reunión de Avellaneda, de la
cual salió una tendencia política que pretendía unir a todos los partidos políticos
creados por el propio peronismo en la época en que estaba proscripto el
Justicialismo por imposición de los gorilas primero y de sus sucesores luego. Esto
era más serio y menos aceptable porque se trataba de dividir al Movimiento pero,
sus posibilidades no eran muchas y, además, nada tenía de particular ni era un
pecado que algunos compañeros peronistas quisieran formar otro partido y
encabezarlo, porque en nuestro Movimiento nadie milita a la fuerza y cualquiera
puede abandonarlo cuando desee. Sin embargo, el Comando Superior Peronista
tomó las medidas del caso para evitar un engaño a la masa y todo se solucionó por
si sólo. Es una de las ventajas de realizar una conducción política de amplitud y que
permite la creación de autodefensas que residiendo en la masa, terminan con estos
intentos, además de destruir los intentos suele destruir también a los culpables.
Es natural que en todas estas maniobras que, como comencé diciendo no tienen
nada de extraordinario en el campo político, intervino la mano de nuestros
enemigos que le dieron auspicio y publicidad cargada de provocación con finalidad
fácilmente explicable. Pero como se ha podido presenciar ni uno ni otro intento
han tenido la menor eficacia, precisamente, porque la masa peronista sabe siempre
la verdad y defiende invariablemente la integridad del Movimiento. Eso le podrá
explicar muchas cosas de las que Usted, con mucha razón, comenta en su
memorándum. Pero, como ve, no tienen la importancia que Usted les atribuye.
Es también que, aprovechando todas estas circunstancias y muchas otras que en
bien de la brevedad, no menciono, el Comando Superior Peronista ha podido
aprovechar la situación de Vandor para utilizarlo en propias maniobras de
provocación, en verdaderos reconocimientos en la esfera de acción en que se
movían los provocadores de la dictadura militar y otros congéneres de la misma
especie. Este ha sido un gran servicio que Vandor ha prestado a la conducción y a lo
que yo me refiero cuando le he dicho que, en los últimos tiempos, Vandor actuaba
con una misión del Comando Superior y que la había cumplido bien e
inteligentemente. A ello iba unido el deseo o el deber que la conducción tiene de
defender a sus dirigentes y evitar su destrucción, aún cuando hayan cometido
algunos errores. Lo que no ha podido evitar ha sido su asesinato que, si se atan bien
los cabos de cuanto le acabo de referir, pueden inferirse las causas y los autores
intelectuales del hecho. Porque nada le pasó cuando actuaba por sí, dentro de sus
propias aspiraciones o deseos y, cuando comenzó a actuar al servicio de la
conducción del Movimiento Peronista con una misión de gran importancia,-fue
asesinado. Esto quiere decir además que sus asesinos no son peronistas aunque
haya algunos que lo hayan odiado y sí quiere decir que el asesinato se ha gestado y
organizado entre nuestros enemigos.
El que Rockefeller haya dicho que Vandor estaba invitado a concurrir a la reunión
de las Centrales reunidas e hiciera elogios de él, no tiene ninguna importancia
porque es sabido que los dirigentes sindicales han sido siempre objeto “del amor”
de los agentes imperialistas. Lo que Usted no sabe es que Vandor me lo había
informado y yo le había autorizado a asistir porque, como dice Fierro “para conocer
a un cojo lo mejor es verlo andar”. Cuando se trabaja en estas cosas es preciso tener
confianza en los dirigentes porque, si hemos de desconfiar de todos, nadie podrá
conducir. La centralización del mando si bien da rapidez y seguridad, en cambio
anula esfuerzos valiosos y termina por manejar sólo un pequeño sector de las
actividades que comprende el conjunto.
El caso de Coria y otros que Usted cita con toda razón en su memorándum, no es el
mismo de Vandor. Por eso ha podido Usted comprobar, como me lo dice, el repudio
de las bases y podrá tal vez asistir a su destrucción así que comiencen a actuar las
autodefensas de que le vengo hablando. El Comando Superior no tiene necesidad
de intervenir para expulsarlos como muchos aconsejan porque ya las bases lo harán
sin que los culpables puedan decir una sola palabra y sin tener a quien recurrir.
Pero, por sobre todo esto, para que cada uno tenga su merecido por el camino que
la verdadera justicia impone, es preciso que la Rama Sindical del Movimiento
Peronista esté unida y solidaria. Ese es el empeño primordial que la conducción
debe cuidar, en eso estamos empeñados y lo hemos de lograr.
Lo que me cita sobre los acontecimientos de Córdoba es muy explicable y
placentero para nosotros los peronistas, porque nos demuestra de manera
terminante que cuanto venimos predicando desde hace tanto tiempo, ha penetrado
en el Pueblo Argentino y lejos de despertar en nosotros una emulación sospechosa,
nos afirma en la decisión de seguir con la idea sustentada en nuestras directivas
para la acción táctica que establece: “como se ha comprobado en todos los países
cuyos pueblos se hayan decidido por la Revolución, en lugar de basarse y esperarlo
todo de los militantes disciplinados que reciben órdenes de un aparato central, la
Revolución debe confiarse a los animadores locales capaces de juicios y de
iniciativas autónomas, tomadas en función de las condiciones locales capaces de
suscitar la acción”. Las Centrales quedan para coordinar los esfuerzos, mantener
las informaciones y estudiar las perspectivas de conjunto. Por sobre todo esto, que
es asunto tácito, rige la conducción estratégica que es la que ha de ocuparse y
encarrilar a su tiempo las acciones que conduzcan hacia los objetivos perseguidos.
Sería muy bonito que todo esto se pudiera mantener al alcance de la mano, pero el
panorama es demasiado grande para pretenderlo.
Es claro que sería todo más fácil y más agradable si se pudiera contar con
dirigentes altamente capacitados y adoctrinados y que la conducción pudiera
efectuarse como en un Ejército pero, desgraciadamente, la conducción política
poco tiene que ver con la conducción militar, aunque por experiencia le puedo
asegurar que tampoco en el campo militar se llega a contar con jefes y oficiales
altamente capacitados y es en la guerra misma donde se forman los verdaderos
combatientes. De la misma manera, los dirigentes políticos y sindicales con que
debemos conducir, son de una heterogeneidad manifiesta pero sin embargo, no por
eso la conducción es impracticable. Pretender lo mejor puede ser enemigo de lo
bueno: hay que conformarse y desenvolverse con lo que se tiene y tratar de
mejorarlo: es lo que tratamos de hacer.
Totalmente de acuerdo con su apreciación sobre la función de una juventud
formada y capacitada con una absoluta unidad doctrinaria. A Ustedes, los
intelectuales, les corresponde en gran parte la tarea de formarlos y adoctrinarlos.
En el Movimiento Peronista se ha tratado de mantener la Rama de la Juventud
separada de las otras ramas, precisamente, para que no sufran la influencia de los
males que Usted apunta en su Memorándum y que yo comparto como opinión. La
necesidad de un trasvasamiento generacional en nuestro Movimiento hace más
perentoria e importante la necesidad de preparar a la juventud en la forma que
Usted apunta en su Memorándum. Existen ya directivas al respecto y según los
informes que tengo se trabaja en ese sentido.
Sobre cuanto me dice con referencia a la C.G.T. de los argentinos y de la C.G.T. de
Azopardo, deseo hacerle notar que ambas centrales obreras, como tales nada
tienen, que ver con el Movimiento Peronista que trata de conducir simplemente su
Rama Sindical. Para nosotros ambas Centrales Obreras están formadas por
peronistas, cualesquiera sean las diferencias que los califican. Ellos obran de
acuerdo con sus decisiones que nosotros respetamos pero nos interesa por sobre
todo la unidad de la Clase Trabajadora porque sin ello no se irá a ninguna solución
apetecible. Pensamos que esa unidad sólo puede realizarse por acción de una Rama
Sindical Peronista unida y solidaria, por lo cual nos empeñamos a fondo en
lograrlo. Nos interesa poco que unos anhelen hacerla antes de la acción y otros en
la acción, aunque lo lógico es que se cumplan ambas cosas y circunstancias. Tanto
el compañero Ongaro como los compañeros que militan en la C.G.T. de Azopardo
son peronistas: cómo puede ser posible que no se pongan personalmente de
acuerdo para solucionar las diferencias y actuar de consumo. Es lo que no nos
explicamos y, en consecuencia, nos limitamos a realizar la unidad. de la Rama
Sindical del Movimiento pensando que a la larga será la que decida lo que ha de
hacerse.
Conozco perfectamente el episodio de la huelga del 1ro. de julio y confirmo una vez
más la opinión que, con referencia a estos asuntos, tengo formada desde hace
muchos años. Lo único que le puedo decir al respecto es que la consecuencia de
estos “encontronazos” es precisamente una falta de unidad y solidaridad que jamás
debe producirse entre los compañeros trabajadores y que, cuando suceden, es
porque otros intereses, aspiraciones o pasiones, gravitan más fuertemente que el
deber que todos los dirigentes tienen en la defensa de su clase. Sin hacer cargos
infundados, ni abrir juicios apasionados y ligeros, puedo decirle que ambos tienen
una culpa similar.
Partiendo de esta base, sólo podemos esperar que un día se pongan de acuerdo y
puedan actuar solidariamente como corresponde y conviene a los intereses que
tienen la obligación y la responsabilidad de ofender. No crea por esto que no
reconozco la gran parte de razón que Usted tiene al enjuiciar a los que no hacen
sino lo preciso para justificar una conducta que no puede satisfacer el deseo de los
que anhelamos una acción decidida y enérgica. La Organización que queremos
alcanzar con la unidad de nuestra Rama Sindical, tiene la grave responsabilidad
ante la Clase Trabajadora y el Peronismo, de ser el aval de seguridad de un futuro
sindical que presuponga un verdadero factor de poder en la Comunidad Argentina
como corresponde al derecho de los trabajadores. Debe tener en cuenta que tiene
tras de sí una masa que constituye su base y su sostén y ante la cual todos debemos
rendir cuenta de nuestros actos de dirigentes. Poco tendremos que discutir con
nadie sobre los puntos de vista que cada uno tiene de todo este proceso, ignorando
así el pensamiento uniforme de la masa que ha demostrado el 29 y 30 de mayo
suficiente conciencia y madurez como para superar, llegado el caso, la falta de
acción de sus dirigentes.
Cuando Usted dice: “lo que nos importa esencialmente es lo que hoy se hace y lo
que se proyecta hacer mañana” está significando el propio pensamiento del
Comando Superior, mil veces repetido por mi al Comando Táctico porque, como
Usted dice con evidente buen juicio, todo el pasado justicialista depende un poco de
lo que ahora hagamos. Por otra parte, las condiciones del mundo y de nuestro país
han cambiado desde 1945 de una manera tan radical que, si en el fondo no han
variado los objetivos, en cambio las formas de ejecución a elegir en el futuro,
tendrán poco que ver con cuando hicimos en los veinticinco años anteriores. Usted
no puede tener idea de la lucha que tengo que sostener para alcanzar
medianamente la meta de conseguir más dirigentes en una línea estrictamente
popular, honestos y capacitados.
No imagina tampoco Usted el placer con que acojo sus palabras que me prometen
su disposición de militar a fondo con objetivos claros, una conducta acorde con los
mismos, definiciones precisas, toma de posición que sin ser sectaria, no permita
incluir todo tipo de actitudes, etc. Actuando Ustedes cerca del Peronismo, no
tendrán dificultades para ser un poco artífices de nuestro destino. El Peronismo es
de todos los que actuamos en él, por eso no es de nadie en particular. En ese
concepto, todos tenemos el derecho de actuar y controlar la actuación de los demás
en defensa del propio Movimiento. El predicamento que cada uno pueda alcanzar
es patrimonio propio y su uso estará en razón directa al dinamismo, la honestidad y
la capacidad, que la propia conducta ponga en evidencia. Así será bienvenida toda
acción que presuponga depuración y esclarecimiento que, como es lógico debe
provenir especialmente del horizonte más intelectualizado. En esto, Usted no debe
tener la menor duda. En lo que a mí respecta, me tendrán a sus órdenes, no sólo
para escucharlos, sino también para hacer lo que corresponda. Siempre he
escuchado, realizado y agradecido los buenos consejos, vengan de donde vengan,
porque jamás me he sentido propietario de la verdad.
Comparto su ejemplo, cuando dice, “no pensamos que la dictadura sea ni haya sido
nunca bienintencionada o que no haya sido malintencionada”. Tiene Usted razón:
las actitudes honestas en una causa deshonesta pierden su honestidad.
Sobre el empleo de la violencia en la obtención de los fines revolucionarios estamos
de acuerdo. Cuando yo me he declarado enemigo de la violencia no ha sido para
descartarla de todos los casos, sino en circunstancias determinadas. Las acciones
cruentas o incruentas de la lucha son simples “formas de ejecución” pero, lo que
realmente interesa es la ejecución. A la violencia no se le puede responder sino con
una violencia mayor y en este concepto sería inaceptable sólo una actitud defensiva
que difícilmente puede llevarnos a una decisión favorable: un día es preciso dejar
de ser yunque, para pasar a ser martillo y, como dice Fierro: “el que en tal huella se
planta, ha de cantar cuanto canta, con toda la voz que tiene”. Aquí está el
problema! Porque la violencia también tiene sus exigencias originales: cuando se
dispone de la fuerza cuenta menos la habilidad pero, cuando no se dispone de ella,
la habilidad pasa a primer plano. Algo de ello representa el arte de la conducción.
Sus atinadas tribulaciones sobre el concurso de un sector de las FF.AA. en la
conquista del poder por el Pueblo, es en las circunstancias que estamos viviendo, el
problema que considero diariamente ante propuestas tentadoras. En esto tengo ya
sobrada experiencia porque por lo menos he aprendido a dudar porque, como
dicen nuestros criollos, nada es mejor que perderse para hacerse vaqueano. Sin
embargo, aparte de que entre los jefes y oficiales, por lo menos del Ejército, existen
muchos hombres proclives a encarar este problema de acuerdo a nuestros puntos
de vista, frente a una dictadura militar que cuenta con el poder y el mando,
debemos persuadirnos de la necesidad de contar con algo de fuerza militar. Con
ello todo se facilitaría y sin ese apoyo, por lo menos por ahora, no creo en la
posibilidad de un Pueblo desarmado, aunque tenga la firme decisión de realizar un
acto heroico. Por eso es que antes le digo que los que creen tener la fuerza suelen
renunciar a la habilidad y los que no la tenemos es preciso que hagamos de la
habilidad, nuestra fuerza.
Los hechos que vienen sucediéndose en el mundo y, en especial en nuestra Patria,
demuestran que la revolución que anhelamos está en marcha, de modo que
marchamos con el tiempo a nuestro favor. Yo, que soy el más viejo, debería tal vez
ser el más apurado, sin embargo, no tengo apuro porque espero mucho de cuanto
está pasando. Pero, creo que como Usted, en la necesidad de ir “ajustando”
nuestros dispositivos y nuestra acción hacia las necesidades de la lucha que tarde o
temprano tendremos que realizar. Por eso también encuentro muy atinadas todas
sus inquietudes y veo con interés y encomio la actitud de los intelectuales que no
quieren estar ausentes en la “patria-da” que bien puede ser decisiva para el destino
futuro de nuestra Patria.
Creo haber contestado, por lo menos lo más importante de su Memorándum y le
pido disculpas si mi franqueza pueda haber traspasados los límites pero siempre he
creído que la verdad debe hablar sin artificios.
Un gran abrazo.
Juan Perón

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