Ing. D. José Julio Jáuregui 24 de septiembre de 1968
Buenos Aires
Querido amigo:
Recién he recibido su carta del 28 de agosto pasado y lamentablemente no estoy en
tiempo para remitirle la cinta magnetofónica que me pide para el congreso de la
juventud que ya ha de estarse realizando, de acuerdo con lo que me dice en su
carta.
Sigo con especial interés cuanto sucede allí, especialmente lo de la juventud,
porque ello representa el porvenir. Me alegra mucho saber que por fin se unen y se
organizan. Desgraciadamente, no puedo decir lo mismo del Movimiento que, en su
rama sindical, parece cada día más anarquizado y dividido. No alcanzo a
comprender las posiciones irreductibles de algunos dirigentes pues solo unidos y
solidarios podemos pensar en soluciones de conjunto, que serán las únicas
positivas. Hasta ahora la conducción táctica no ha conseguido, a pesar de sus
esfuerzos, terminar con las facciones y las “trenzas” disociadoras y anarquistas,
como si algunos pensaran que ellos podrán realizarse en un Peronismo que no se
realice.
La masa está unida y sigue siendo casi unánimemente peronista. En cambio los
dirigentes se dividen y enfrentan entre compañeros, lo que quiere significar que se
trata de intereses personales y de círculo, no de la Clases Trabajadora ni del
Movimiento. ¿Qué hay dirigentes malos? –estoy de acuerdo, pero el remedio es
eliminarlos por el mejor camino y por el medio que sea, pero por sobre todo, es
preciso alcanzar la unión peronista sin la cual no haremos sino favorecer a la
dictadura empeñada, precisamente, en dividirnos como medio de intentar nuestra
destrucción. Que existan malos dirigentes, no puede significar la necesidad de
dividir a la Clase Trabajadora y al Movimiento Peronista porque este es un remedio
peor que la enfermedad. Es preciso entender que el camino a seguir es el de
eliminar a los malos dirigentes y acordar la unidad con los buenos (que también los
hay).
La acción de la C.G.T. de los Argentinos me ha parecido loable siempre que la
obsesión no los lleve a acciones irreparables que signifiquen la división y la
anarquía de nuestras fuerzas en provecho de nuestros enemigos, porque siempre
una Clase Trabajadora y una Rama Sindical del Peronismo unidas (aunque existan
malos dirigentes), será para los fines perseguidos, mucho más eficaz que divididas
en pequeñas fracciones como se encuentran en la actualidad.
Dentro de este panorama, hay que tener a la juventud en una aventura de la que no
podrá salir después sino con graves complejos. Esta ha sido una de las causas por
las cuales el Comando Superior Peronista ha procurado siempre mantener a la
juventud un poco aislada y separada de la actividad política y sindical de menor
cuantía, como son los enfrentamientos por intereses de personas o de grupos de
ellas que no persiguen sino fines mezquinos, parciales y circunstanciales que, de
persistir, no pueden tener otra influencia que hacer olvidar los grandes objetivos y
la misión que nos hemos impuesto.
En la acción política, las posiciones obsesivas y los procedimientos irreparables, no
suelen ser aconsejables en caso alguno. Se ha nombrado un Delegado del Comando
Superior para que presida allí la conducción estratégica y vigile la conducción
táctica ejercida por los organismos correspondientes del Movimiento. Ese Delegado
ha recibido instrucciones del Comando Superior Peronista a fin de organizar la
conducción táctica y el encuadramiento orgánico-funcional del Movimiento. No
puede ser aceptable que, por cuestiones de intereses de las “trenzas” y las facciones,
se deba enfrentar en esa conducción la oposición de los propios órganos que son los
que más interés deberían tener en que nuestro Movimiento se organizara.
La Revolución que libere a nuestro país del imperialismo y al Pueblo de la
dictadura militar que sirve los mismos intereses, necesita de todos, no solo de una
parte de los peronistas considerados “buenos”. Es preciso entonces que una vez por
todas dejemos a un lado las fracciones, las trenzas, los sectores, etc., que nos han
llevado hasta ahora a esfuerzos parciales, circunstanciales y divergentes, cuando no
antagónicos. Si la masa está unida y es peronista, como podrá explicarse un día que
sus dirigentes no hayan poseído la grandeza indispensable como para sacrificar
pequeños y despreciables intereses en beneficio de la acción de conjunto.
Ninguna fracción por fuerte que se sienta y por pura que se considere podrá hacer
nada por sí sola. Los éxitos del Peronismo durante los veinticinco años de su
acción, ya sea en el comienzo revolucionario, como en el Gobierno y aún en la
oposición, han sido posibles merced a un factor esencial: su unidad y su
solidaridad. Lo que está ocurriendo es consagratorio para ese principio: frente a
una dictadura sin capacidad y sin arraigo, que se caracteriza por los desatinos que
comete sin solución de continuidad, vamos de desastre en desastre y de frustración
en frustración en cuanto venimos intentando para combatirla. Las causas hay que
buscarlas en el divisionismo suicida en que estamos cayendo y la falta de una
organización adecuada que permita una conducción eficiente.
Esto debe conocerlo la Juventud para que no se incorpore inocentemente al juego
de la disociación que es la lacra peor que haya azotado al Movimiento en lo que de
vida tiene. El pretexto “de los buenos contra los malos” no vale como argumento
porque tendríamos que invitar “a tirar la primera piedra” y veríamos que pocas
manos se verían para ello. Es urgente y necesario purificar los cuadros de nuestro
Movimiento pero, para ello, no puede ser remedio hacerlo destruyendo el
Movimiento. Es aquí donde debe jugar la juventud y para que eso sea posible, es
preciso que esa juventud esté incontaminada y no comprometida con los intereses
parciales o circunstanciales de los distintos grupos que tanto mal están haciendo a
la acción de conjunto del Movimiento y de la Clase Trabajadora.
La explicable apatía de una masa no interpretada y mal representada, no tendría
importancia si contara con una organización y un encuadramiento adecuados,
porque los males de los dirigentes de la conducción podrían ser neutralizados por
la acción de los dirigentes de encuadramiento. En cambio, en nuestro caso actual,
con una masa inorgánica y sin encuadramiento adecuado, puede llegar a ser fatal.
He ahí justificado el empeño del Comando Superior Peronista por dar estado
orgánico-funcional tanto a la Rama Sindical como a la Rama política del
Movimiento. Por eso también, todos los que con distintos pretextos, se oponen a
ello, producen el mayor mal que se le puede hacer al Peronismo en las actuales
circunstancias.
Hay que alcanzar una organización, una preparación y una conducción que no
importa que sean las mejores, basta que sean buenas, porque lo mejor suele ser
enemigo de lo bueno, como está sucediendo en nuestro Movimiento, en el que
muchos por hacer lo mejor terminan por no hacer nada que es lo peor que se puede
hacer. Los grupos o sectores empeñados en prevalecer son la verdadera “manzana
de la discordia”. El Peronismo no es de nadie porque pertenece a todos los que lo
forman y los sirven. Todos tienen derecho a aspirar lícitamente, pero no es lícito
que para lograrlo, deban empeñarse en un combate despiadado contra sus propios
compañeros, olvidando que tienen un enemigo a su frente y que es al que debemos
combatir.
En fin, amigo Jáuregui, los que tienen la responsabilidad de encauzar la marcha de
nuestra juventud, tienen también la obligación de impedir que entre ella se
reproduzcan los males que estamos presenciando. Sin unidad, solidaridad,
organización y conducción adecuadas, no se para nada que el futuro deba
agradecernos. La experiencia que hemos recogido en el quehacer político, tomada
objetivamente de los hechos mismos, es la parte más efectiva de la sabiduría en este
campo y todos los que la poseamos tenemos la obligación de entregarla a los
muchachos que toman nuestras banderas para llevarlas al triunfo.
Hay que despertar en la juventud el deseo de hacer y combatir pero para que tales
virtudes sean positivas es preciso que antes comprendan la imprescindible
necesidad de hacerlo orgánicamente, cohesionados por una indestructible unida y
solidaridad y conducidos convenientemente con la mayor unidad de acción. Así, las
virtudes individuales se suman, de otra manera de poco valen, porque se
neutralizan entre si.
A un enemigo entronizado en el gobierno, con el poder de la fuerza en sus manos,
no se lo puede combatir sino con un Pueblo organizado y conducido. El
entusiasmo, que tanto vale en estas acciones, para que sea un factor positivo y
efectivo de la lucha, debe ser canalizado convenientemente por la organización y la
conducción. Ni la mística, ni la pasión, ni la decisión, ni el valor, tienen
importancia cuando se emplean fuera de posibilidades efectivas, basadas
objetivamente en los hechos mismos, porque en el exceso de cada virtud irracional
sigue a continuación un defecto siempre negativo. Por eso, el que conduce ha de
medir juiciosamente cada uno de estos factores, para emplearlos en su medida y
armoniosamente como solían decir los griegos.
Si al entusiasmo y calor de la juventud, podemos agregarle la sabiduría de la
experiencia, habremos conseguido nuestro objetivo fundamental. Para ello es
preciso que, desde el comienzo de su acción consigan obrar con acierto porque, los
errores que se cometen en los comienzos de estas operaciones, difícilmente pueden
corregirse luego a lo largo de todos los acontecimientos.
Si algo lamento por no poder estar en el país es precisamente porque con ello no
puedo aconsejar todos los días a nuestros muchachos. Tenemos una juventud
extraordinaria, cuyos valores para que sean positivos, necesitan una canalización
adecuada, porque el éxito no obedece a la fortuna como muchos creen: el éxito se
concibe, se prepara, se planifica, se ejecuta y se explota. Poco de ello obedece a la
casualidad o a la suerte, porque en gran parte el genio es trabajo.
No deje de hacerles llegar a todos ellos mi enhorabuena por lo ya alcanzado en la
unificación y organización de la juventud. Ellos deben tener muy en cuenta que de
su acción presente depende en alto grado el porvenir de la Patria y el destino de
nuestro Pueblo. Deben pensar todos los días que el porvenir les pertenece y que de
su quehacer actual depende sustancialmente ese porvenir. Le ruego asimismo que
haga llegar a la juventud mi saludo más afectuoso con la exhortación más sincera
hacia una lucha por los ideales que toda juventud tiene la obligación de encarar.
Un gran abrazo
Juan Perón