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Carta a José Alonso

27 de enero de 1966

Al Sr. José Alonso Madrid, 27 de enero de 1966
Buenos Aires
Mi querido amigo:
Acabo de recibir sus cartas del 21 y 26 de enero que me traen la mayor tranquilidad
y me alegro que Usted haya decidido empeñar batalla. Junto con ésta le escribo a
Isabelita diciéndole lo mismo y felicitándola por la decisión de suspender las giras y
trasladarse a Buenos Aires para poder atender lo necesario a esa lucha, pensando
que el enemigo principal hay que atenderlo con los medios y las preocupaciones
principales, dejando sólo los medios secundarios para atender a los enemigos
secundarios. Este es un principio estratégico de la conducción que nunca debe
olvidarse. En esta lucha, como muy bien lo ha apreciado Usted, el enemigo
principal es Vandor y su trenza, pues a ellos hay que darles con todo y a la cabeza,
sin tregua ni cuartel. En política, no se puede herir, hay que matar, porque un tipo
con una pata rota hay que ver el daño que luego puede hacer. Ahora, según las
circunstancias, hay que elegir las formas de ejecución que mejor convengan a la
situación y ejecutarlas de una vez y para siempre. Usted contará para ello con todo
mi apoyo y si es preciso que yo expulse a Vandor por una resolución del Comando
Superior lo haré sin titubear, pero es siempre mejor que, tratándose de un dirigente
sindical, sean los organismos los que lo ejecuten. Si fuera un dirigente político, no
tenga la mejor duda, que yo ya lo habría liquidado.
Me ha extrañado mucho la conducta de Tito Bramuglia que no sólo ha cometido
como Usted dice una indiscreción, sino que se ha portado deshonestamente en las
promesas que me hizo aquí. Él no debía haber dicho una sola palabra de cuanto yo
le dije; pero lo peor es que ha ido allí a decir todo lo contrario de lo que yo le dije,
según he leído en los diarios que comentan su llegada y sus dichos, a pesar de que
en la misma hoja desmiente que ha estado conmigo. Juego viejo y tonto, indigno de
un hombre que proceda con honestidad.
Me alegra mucho que Usted se haya conectado definitivamente con Isabelita,
porque así pueden los dos actuar coordinadamente en la rama sindical por su parte
y en la rama política por la de ella. Todo depende de cómo se resuelvan las cosas
allí. Existen otras trenzas pero ellas por ahora no deben interesar: hay que destruir
la de Vandor y cuando esto se haya logrado, habrá llegado la hora de las otras que,
por ahora son favorables a lo que nosotros mismos estamos elaborando. Hay que
utilizar a todos en la batalla principal, sin que ello quiera decir que se apañan
roscas o trenzas que, con el tiempo, pueden darnos los mismos dolores de cabeza
que la de Vandor.
Yo sé que Usted es de cabeza fría y eso es lo que se necesita por ahora. Hay que
planificar rápidamente y ejecutar lentamente conduciendo las cosas como mejor
convenga, teniendo en cuenta que, en política, no siempre la línea recta es el camino más corto, porque este no es asunto de la geometría. La verdadera obra de arte
no está en el planeamiento de la acción sino en la ejecución de la misma. Es allí
donde no debe faltar la voluntad inquebrantable de alcanzar los objetivos, porque
en esta lucha de voluntades contrapuestas, suele vencer la voluntad más fuerte y el
carácter más perseverante. Isabelita, como buena principiante, puede tener sus
altibajos, sus amarguras momentáneas, sus arranques de abandono y sus
desfallecimientos naturales en una lucha enconada y difícil como ésta. Por eso le
pido que le levante el ánimo y la persuada de la necesidad de no aflojar, aunque
venga degollando, y que de nada vale desesperarse o enojarse. Lo difícil de la lucha
política es siempre dominarse a uno mismo y saberse tragar el sapo todos los días.
Aguantar hasta que se esté en condiciones de romper y luego sí romper todo de un
solc golpe. Pero todo es cuestión de minuciosa preparación, de tener buenos
nervios y saber esperar, elegir el momento de la decisión y allí jugar el todo por el
todo. Las grandes victorias se alcanzan en las más comprometidas situaciones. Las
situaciones fáciles culminan con victorias a lo Pirro, generalmente.
Usted puede tener la más absoluta seguridad que lo que hagan Ustedes allí contará
con el apoyo más decidido de mi parte y puede transmitir a los compañeros que se
juegan en este partido con nosotros que no deben dudar que lo que Ustedes hagan
allí será lo definitivo y que no habrá de mi parte marcha atrás aunque se deba
romper con todo y mandar todo al diablo. Esta batalla ha de ser definitiva y para
que quede un ejemplo que desanime a los que quieran imitar las trenzas del tipo
Vandor. Yo sé que, pese a mi función de Padre Eterno, hay momentos en que hay
que proceder con firmeza, como a veces hace el propio Padre Eterno cuando están
en juego los principios y los objetivos. Esta vez no habrá lástima, ni habrá
audiencias, ni habrá viajes a Madrid, ni nada parecido. Deberá haber solución y
definitiva, sin consultas, como Ustedes lo resuelvan allí. Esa es mi palabra y Usted
sabe que “Perón cumple”.
Métale pues adelante con todo. Hagan Ustedes, yo explicaré si es preciso porqué lo
hicieron. Pero que nada ni nadie les dificulte la acción que Ustedes saben que está
exclusivamente en sus manos. Atendiendo Usted lo sindical e Isabelita lo político se
pueden dividir perfectamente las tareas y los resultados deben ser magníficos en
pocos días. Pueden dominar en absoluto todos los campos y verá que en poco
tiempo más, vendrán todos a comer en la mano. Me tranquiliza que Isabelita se encuentre ya en Buenos Aires porque temía por su salud. Gira tras gira es una
insensatez porque yo, que soy hombre y fuerte, me he roto en las giras y me
imagino lo que será para ella que ni es tan fuerte como yo ni está entrenada como
estaba yo en la época en que lo hacía, con todas las comodidades y consideraciones
debidas a un Jefe de Estado. Aprovecho el viaje de un amigo que sale mañana para
que les lleve estas cartas que le entregará personalmente a Usted, para que me haga
el favor de hacerle llegar la de Isabelita, a quien le encargo que le pida en mi
nombre perdones por los malos ratos que le hago pasar, pero que es indispensable
para el mejor éxito de su misión allí. Y, en este sentido, le pido que le levante
permanentemente el ánimo, porque las mujeres suelen tener desfallecimientos
espirituales cuando no están acostumbradas a los continuos golpes que se reciben
en la conducción. Al principio, Eva que era una mujer bragada, solía tener sus
depresiones morales y sus aflojadas, con llantos y amarguras. Los hombres somos
menos sensibles que ellas y los aguantamos. Ellas también los pueden aguantar
aunque para ello necesitan llorar y desesperarse por lo que requieren tener cerca
un puntal que les arrime un poco de optimismo y alegría en los momentos de
depresión. Isabelita es muy sensible, por eso hay que tratarla por las buenas y se
consigue todo, aunque por las malas no conviene intentar nada porque, nada se
consigue con ella.
Saludos a María Luisa y los pibes. Un gran abrazo.
Juan Perón

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