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Carta a Atilio García Mellid

17 de enero de 1965

Al Dr. Atilio García Mellid Madrid. 17 de enero de 1965
MONTEVIDEO
Mi querido amigo:
A poco de despachar mi contestación a su anterior, he recibido su carta del 9 de
enero en la que se refiere Usted al incidente del diario “Época”. Efectivamente, el
trabajo de las distintas tendencias comunistas se ha particularizado especialmente sobre el Justicialismo, ya sea mediante la infiltración ~la provocación, como
por un empeño de acercamiento hacia mí que vengo percibiendo desde la caída de
mi Gobierno. It1dudablemente esto está dentro de la táctica comunista: ganar para
sí la simpatía de los movimientos populares. Desde 1955 he recibido invitaciones y
tentaciones de todo orden.
Varios ofrecimientos del comunismo argentino me han llegado y, entre ellos uno de
hace poco tiempo, a base de quince puntos en los que se buscaba coincidencia
doctrinaria. Conozco muy bien a los comunistas como para acordar compromisos
con ellos y me limité a decirles que eso lo podríamos ver cuando regresara al país.
Ahora sé “que han llegado aun acuerdo con el Presidente Illia por intermedio de su
cuñado, el Doctor Martorell, que es uno de los capitostes del comunismo argentino
y el que me hiciera llegar el ofrecimiento de que antes le he habladoEs lógico que así, todo hace pensar que el comunismo en la Argentina avanza a toda
fuerza yeso ha de hacernos reflexionar porque, dentro de nuestra gente, hay
muchos proclives a caer en sus redes por simpatía o por desesperación. Como
Usted vierte observando por lo que me dice de la carta de “Época”, también un
dirigente gremial importante -Amado Olmos- me ha escrito una carta abierta en la
que me indica la conveniencia de residir en Cuba. Eso no es casual y se viene
produciendo desde que España ha tomado una actitud contra mí. Es que en este
país, a pesar de lo que algunos piensan y sostienen, existe una organización que
mantiene muy bien informados a los que, desde fuera, combaten incesantemente al
orden aquí establecido.
Es muy sintomático que, desde el fracaso de mi viaje a la Argentina, los círculos
procomunistas se empeñen por desplazarme hacia zonas de influencia de esa
tendencia, lo que quiere decir que nuestro país es un objetivo importante para el
comunismo. Es indudable que si salgo de España, como todo lo hace prever, deberé
residir en uno de los diez o doce países que me han ofrecido amparo y que allí
estaré al alcance de su influencia de la que no es fácil escapar cuando existe un
cierto grado-de dependencia.
Pero, lo realmente incomprensible, es que la presión se sienta reforzada por la
acción de los que se manifiestan anticomunistas, que insisten en molestarme para
que yo termine por abandonar este país. Hay que persuadirse de que no todos los
que hablan de anticomunismo lo son, comenzando por los Estados Unidos que
desde la famosa Conferencia de Yalta demostraron su acuerdo con el imperialismo
soviético, a fin de poder dividir al mundo en dos porciones en las cuales dedicarse a
la explotación de los pueblos.
La dura experiencia me viene demostrando que en todo esto existe la más
descarada simulación y que las causas que se dicen defender son sólo pretextos
para poder medrar en medio del más monstruoso egoísmo. Es indudable que este
mundo está en plena decadencia y que los verdaderos valores se estremecen
vergonzantemente dominados por tanta inmundicia. Los hombres son de una
pequeñez que aterra. En estos últimos años de mi vida me ha sido dado percibir
más verdades que en el resto de mis días. No es que me haya desilusionado, porque
jamás me suelo hacer ilusiones, pero es menester vivir la suerte del proscripto, para
no llevarse a la tumba el secreto de lo que nos ha rodeado sin percibirlo.
Dicen que Aníbal, proscripto, fue aparar en el Reino de Epiro, cuyo Rey le debía
marcados servicios desde cuando su gloria esplendía más allá de Cartago. Cuando
las legiones de Escipión El Africano destrozaron a Cartago ya los cartagineses en
Zamma, destacaron una fuerza hacia Epiro en procura. de Aníbal a quien el Rey
pretendió entregar olvidándolo todo. El único grande de Cartago, Aníbal, al decir
de Federico El Gran- de tomó el último recurso: morir dignamente y se suicidó
ingiriendo un veneno que guardaba en su anillo. Es la suerte del proscripto cuando
se trata de cartagineses y romanos. Desde entonces la humanidad no ha cambiado
sino de ropa, especial- mente, para los que creen que lo único sublime de las
virtudes está en su enunciado.
¿Cuando uno sabe éstas cosas ya le queda poco de qué asombrarse, pero es
indudable que el hombre es tan torpe que a menudo es el único animal que suele
tropezar dos veces en la misma piedra. Sin embargo, hay que seguir viviendo,
aunque para eso sea necesario chapalear permanentemente en el barro.
Le ruego que salude a los compañeros. Un gran abrazo.
Juan Perón

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