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Carta a José León Suárez

28 de diciembre de 1964

Al Sr. José León Suárez Madrid, 28 de diciembre de 1964
Montevideo
Mi querido amigo:
He recibido su carta del 4 de diciembre ppdo. y le agradezco las interesantes
informaciones que me adjunta como asimismo sus buenos deseos y saludo que
retribuyo con mi mayor afecto deseando que el año que se inicia le llegue con la
felicidad.
Sobre mi viaje a la Argentina nos ha dejado muchas enseñanzas, y la próxima vez
no hemos de fallar. No podíamos contar que los macacos tuvieran una conducta
semejante que, indudablemente, no viene de ellos sino de sus mandantes, los
malditos yanquis, de los que los brasileros han demostrado ser pobres cipayos. No
es de extrañar porque lo mismo sucede en España, donde todos los días se habla de
“cojones”, pero luego estos no aparecen por ninguna parte como tampoco la dignidad. Es que lo sublime de la dignidad no está sólo en su enunciado.
La impresión de muchos amigos españoles, que también los hay, es que aquí “nos
han hecho una faena” como ellos dicen cuando le ponen a uno una cáscara de
banana. Se trataría de un acuerdo de los yanquis con algunos personajes españoles,
para que se me dejara viajar y se me volviera desde el trayecto, tal como ha
ocurrido, así el Gobierno español podría plantearme la situación de que
abandonara mis actividades políticas o me fuera del país, neutralizándome así para
el futuro. Los hechos parecen confirmar esta especie, porque desde mi regreso me
han recibido con una piedra en cada mano, a pesar de haber viajado con toda la
documentación en regla. Ello me confirma que España es actualmente una colonia
más de los Estados Unidos.
Me alegra lo que me dice de la Central de Trabajadores del Uruguay. Nadie puede
pensar que yo tenga sino odio, profundo odio, para los gorilas yanquis que han
explotado y escarnecido a nuestros pueblos después de dominarlos merced a los
canallas cipayos de las oligarquías vernáculas, que tanto en la Argentina como en el
Uruguay son los verdaderos enemigos de los pueblos y de la Patria. No era
necesario este episodio para comprender que yo no he tenido jamás la menor
dependencia de los norteamericanos que han sido mis permanentes enemigos.
La actitud del Gobierno español ha sido para mí una desilusión más, porque el
trato que me ha ofrecido ha sido el que se da a un enemigo. No sólo hizo bajar el
avión en Sevilla sino que llegado a esa ciudad me mantuvieron detenido en el Hotel
y luego me confinaron en Torremolinos durante veinte días en condiciones
similares. Luego, trasladado a Madrid, se me mantiene bajo estrecha vigilancia con
todos los vejámenes que esa situación presupone. Es indudable que deberé irme de
aquí porque a buen entendedor con pocas palabras vale. Cometí el error de
comprar una casa para invertir los pocos pesos que tenía y como mi situación
económica es bastante estrecha en la actualidad, no estoy en condiciones de
abandonar lo poco que tengo para vivir. Por eso me he quedado; si no, me hubiera
ya ido a otro país. Afortunadamente he recibido numerosas invitaciones para
residir y eso no es problema para mí.
Como decía Martín Fierro: “La pucha que trae lecciones el tiempo con sus
mudanzas”. Si volviéramos a 1947 la actitud argentina para con el bloque de
España, probablemente no sería la misma quijotesca que tomamos en ese entonces.
Lo que más me indigna es que sean los propios yanquis los que actuando ahora
aquí se hayan encargado de señalarme el error. Sin embargo, no me arrepiento de
nada porque cada uno responde solo de su propia conciencia. He aprendido en
cambio que aquí también funciona un Virrey U.S.A., como en cualquiera de las
republiquetas subdesarrolladas ¡Qué distinta es la España que conocemos por la
Historia a la España que luego conocemos en la realidad si tenemos, como yo, la
desgracia de tener que residir sobre su suelo!
Si he de ser honrado no creo que en todo este monstruoso asunto tenga que ver el
Generalísimo Franco, sino los eternos amanuenses y hombres pequeños que se
mueven y medran a la sombra de todos los gobiernos. Esa clase de camaleones
perturbadores y alcahuetes sólo sirven para hacer quedar mal a los de más. Yo los
he tenido en mi gobierno y ningún gobernante escapa ni escapará jamás a la
funesta influencia de estos perturbadores del poder.
Los yanquis son especialistas en la utilización de semejantes ejemplares, a los que
compran al vil precio de la ambición o la necesidad. Los emplean luego para
derrumbar el prestigié de los hombres de bien y rebajar hasta un límite
inconcebible la dignidad de los Estados.
España no es precisamente una excepción y un día pagará caro el permitir la
infiltración yanqui que ya hoy manda más aquí que cualquiera de los españoles.
Esta clase de errores son los que luego el Pueblo ha de pagar con sangre, dolor y
miseria. No bastará para compensar este flagelo los pocos y miserables dólares que
puedan haber juntado alguno que se prestaron para que la infamia haya sido
posible.
Cuando se es hombre de una causa, como me considero yo, no es con estas
pequeñas miserias que se lo puede doblegar. Yo regresaré a la Argentina para
seguir luchando cuando sea oportuno. Los males que estoy sufriendo no me
interesan en tanto no interfieran la causa que sirvo, y puedo asegurarle que no hay
causa en el mundo, como no sea la muerte, que me ha de impedir cumplir con mi
deber.
Le ruego salude con mi mayor afecto a su esposa y a su señora Madre. De la misma
Manera le ruego que salude a todos los compañeros que se encuentran en esa.
Un gran abrazo.
Juan D. Perón

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