A los Compañeros Peronistas Río de Janeiro, 2 de diciembre de 1964
El gobierno cipayo de este país ha frustrado mi primer intento de cumplir mi
promesa de regresar al país. Una verdadera conspiración internacional dirigida y
orquestada por los imperialismos dominantes con el concurso de los países en
manos de usurpadores entregados y entregadores de sus pueblos, ha pedido en esta
ocasión más que la razón que nos asiste.
El “Plan para el Retorno”, como oportunamente lo habíamos anunciado, es de
pacificación hasta el 31 de diciembre, plazo que habíamos establecido para que los
enemigos del Pueblo entraran en razón. Hace ocho meses el “Gobierno” por su
“Justicia” pedía mi extradición al Gobierno de España sin éxito. Poco después el
Presidente Illia manifestaba que “el regreso del General Perón era solo cuestión del
señor Perón. Hace dos días el Ministro de Relaciones Exteriores afirmaba que “si
Perón regresaba al país sería detenido de inmediato”. Frente a todo ello, yo decidí
entrar en el país, para enfrentar esa situación y soy detenido en Río de Janeiro por
los secuaces del imperialismo y del “Gobierno Argentino”.
En esas condiciones, la respuesta de nuestros enemigos al ofrecimiento de paz y al
intento mío de entrar en el país para lograrla, es la guerra. La responsabilidad de lo
que ha de ocurrir en el futuro recaerá sobre ellos como así las consecuencias.
El comportamiento de los compañeros que integran la “Comisión Nacional por el
Retorno de Perón” está más allá de toda ponderación desde que lo han expuesto
todo con la mayor decisión y valor en los duros momentos que juntos hemos
debido afrontar.
La inteligente preparación y ejecución de la “Operación Retomo” realizadas por
estos compañeros, con gran espíritu de sacrificio, me persuade de la necesidad de
confiarles la conducción total de las operaciones que, por designio de nuestros
enemigos, se iniciará de inmediato.
La hubiera querido conducir personalmente con la ayuda de ellos, pero la
imposibilidad momentánea de entrar a la Patria me lo impide. Por ser una guerra
se impone que la disciplina sea su característica más saliente en lo orgánico y
funcional. Ya nadie tiene otro saber que el de obedecer y de cooperar. Se terminó el
tiempo de opinar en disidencias; comienza la etapa de luchar disciplinadamente,
cada uno en su puesto. Al que no esté de acuerdo con esto es mejor que se aparte.
La conducción tiene como su exigencia más fundamental la disciplina y sin ella no
hay lucha posible. Esta es etapa de mando y el mando se ejerce sin limitaciones
derrotistas. El que no desee someterse a esta perentoria necesidad tiene el derecho
a desertar pero no a perturbar.
En cuanto a la acción, se acabaron las contemplaciones. Hay que comenzar la
guerra integral por todos los medios, en todo lugar y en todo momento. Alejado
momentáneamente de esa lucha por imperio de las circunstancias estudiaré mi
accionar futuro. Hasta entonces no habrá otro comando que el que antes indico
para el cual pido a todos los compañeros, en nombre del futuro de nuestro
Movimiento y de la liberación del Pueblo y de la Patria, su más amplia y leal
subordinación y colaboración.
Mi larga experiencia política y mis conocimientos de los hombres y la conducción
me capacitan como para poderos aconsejar al respecto. Los compañeros que
forman la actual “Comisión Nacional” han sido amplia y profundamente analizados
en su capacitación, como probados en la forma más fehaciente en su lealtad y
sinceridad, por lo que me decido a delegar en ellos el mando, en la seguridad de
que con ello aseguro nuestro porvenir y el de nuestro Pueblo.
En la lucha es donde yo he aprendido a conocer a los hombres que realmente valen.
Nuestra juventud debe hacerme caso porque no me equivoco. Los jóvenes deben
poner- el impulso y los viejos debemos elegir la dirección. Ese mismo equilibrio ha
sido logrado en los hombres de la conducción.
Hasta que yo esté en la Patria para luchar al lado de Ustedes, ellos dirán mi
palabra.
Un gran abrazo.
Juan Perón