Al Sr. Raúl Scalabrini Ortiz Caracas, diciembre 31 de 1957
Buenos Aires
Mi querido amigo:
Las circunstancias han impedido que mantuviéramos comunicación directa. Sin
embargo, he seguido lleno de satisfacción sus valiosas cartas sobre temas de la
triste actualidad de nuestra patria. Tan ponderable labor es consecuente con la
heroica conducta de lucha antiimperialista observada por Usted durante toda su
vida.
Su prestigio, volcado valientemente en trabajos serios, ininterrumpidos y
oportunos, le ponderan hoy —una vez más— ante la argentinidad.
Los que, como Usted, no saben pedir pero son conscientes de sus responsabilidades
no podían dejar de contribuir con su capacidad autorizada y orientadora frente a
las nuevas fuerzas de ocupación.
Usted conoce el pesado trabajo de la prédica anticolonialista. Durante muchos años
—lo recuerdo bien— se encontró casi solo en el combate. La conspiración del
silencio, cuando no la persecución abierta, era problema permanente que le
enfrentó con la miseria —sobrellevada dignamente— mientras quebraba las
energías de numerosas inteligencias argentinas. No podía exigirse un país de
apóstoles “elegidos” y se presenciaba con descorazonamiento que, ante la chatura
ambiente, la crueldad de la realidad ahogaba los esfuerzos por las banderas
nacionales.
En fin, entre nosotros no podemos contarnos historias tan recientes. Pero hay cosas
innegables de las cuales no se puede prescindir en cualquier planteo presente o de
futuro. A Usted le cabe el honor del precursor, el formador de una promoción que
alimentó a la revolución nacional. Por otra parte, el mérito de la popularización y
realización de los principios de independencia económica y soberanía política es
obra exclusiva del justicialismo, que las vinculó estrechamente con el problema
social.
Hoy, mi amigo, comprobamos con alegría que su popularidad es inmensa, porque
su lenguaje y conceptos están en el pueblo y Usted puede dialogar cómodamente
con él. Su actitud ha sido invariable en muchos años, pero ¡qué hermoso es sentirse
interpretado! Está lejos el tiempo aquél en que clamaba, prácticamente en el
desierto, ante la incomprensión de la masa y la indiferencia oligárquica. En un
lapso maravillosamente corto se ha operado el cambio politizador y Usted ya podrá
continuar ininterrumpidamente ese diálogo, porque los Pueblos nunca abandonan
a sus verdaderos amigos.
Pero la actitud del enemigo de siempre ya no es pasiva y se defiende ahora con toda
la intensidad de sus fuerzas y métodos modernos. Frente a las nuevas
circunstancias, se nos presentan nuevas responsabilidades.
Por estas razones, pienso que nadie como Usted sería más eficaz para propiciar y
encabezar un movimiento que tienda a aunar las inquietudes de liberación de los
intelectuales que no desertan del hombre y la tierra argentinos. Semejante tarea
perfeccionaría la lucha, un tanto descordinada en ese campo, contra la oligarquía.
Yo deseo —y así se lo pido— que Usted medite esta posibilidad y me comunique sus
puntos de vista sobre el particular. Desde ya, puede dar por descontado mi apoyo y
lo mismo pediría a todos los compañeros del movimiento peronista que yo concibo
como un frente nacional libertador y sin miopías sectarias.
Recientemente le he tenido muy presente al preparar mi nuevo libro “Los
vendepatrias”, que acaba de aparecer y del cual le envío un ejemplar por separado.
Verá que lo cito profusamente en apoyo de mis tesis sobre el plan imperialista que
se cumple inexorablemente, con la complicidad del grupo apátrida que detenta el
poder.
A la espera de sus noticias, le abrazo con el mayor afecto.
Juan Perón