Compañeros de lucha y de nuestro ideal común:
Emocionada por las palabras del diputado Miel Asquía y del doctor Cámpora,
porque son las palabras de peronistas que sienten la causa y que saben que
están luchando por un ideal común, agradezco los inmerecidos elogios que han
hecho de mi modesta labor, pero los acepto pensando que han sido dirigidos en
mí a la mujer argentina, a la mujer de pueblo que trabaja y se sacrifica por
colaborar en la grandeza de la Nación. A esa mujer que el 17 de octubre de 1945
estuvo firme en la lucha, junto a su padre, a su hijo y a su hermano.
Yo, que he hecho un paréntesis en mi labor para compartir esta mesa tendida no
en honor de mi persona, sino en honor de este movimiento que todos
representamos, siento una enorme satisfacción al verme acompañada de los
señores diputados, porque siempre he experimentado un gran cariño y un gran
afecto por la Cámara joven. Cuando me encuentro con un señor diputado, es
como si me encontrara con un peronista más, que antes que el cargo y la
jerarquía prefiere ser el peronista auténtico que lucha por el ideal común. Como
dice nuestro querido jefe, el General Perón, no son los cargos los que enaltecen
al hombre, sino son los hombres los que enaltecen los cargos. Por eso es que
estamos aquí todos unidos en un mismo ideal: uno para todos y todos para uno,
luchando a diario por que la doctrina del General Perón se cristalice
definitivamente a través del tiempo. Ustedes, los jóvenes, pueden llevar bien
alto la bandera que él dejará algún día, con la misma dignidad, con a misma
honradez y con el mismo patriotismo con que él lucha para consolidar y legar a
los argentinos del mañana esta doctrina y esta situación de bonanza que
estamos disfrutando los de hoy.
Por eso, todos nosotros tenemos la enorme responsabilidad de comprenderlo,
de valorarlo y de apoyarlo, tratando no sólo de predicar su doctrina, sino
también de practicarla. Yo sé que esta mesa de hombres honrados, trabajadores
y peronista, lo siente muy profundamente al General Perón, lo comprende y
trata todos los días de poner su grano de arena para apoyar y consolidar la
doctrina justicialista de los argentinos de bien, implantada por el General Perón,
que tanto tiempo fue esperada y que necesitó de la voluntad de un patriota, de
un hombre de los quilates del líder de los trabajadores para que fuera
implantada en esta Argentina tan próspera pero tan injusta para el pueblo por la
inercia y por los malos gobiernos que tuvo.
Quiero que siempre vean en mí a una mujer del pueblo que, con su palabra,
trata de decir todo lo que siente y que siempre trata de interpretar al general
Perón, aunque en su acción diaria tal vez cometa algunos errores. Desgraciado
es aquél que no se equivoca nunca: es el que no realiza nada. Es necesario
perfeccionar la acción para que en el Peronismo seamos todos una familia feliz y
grande, para que nos amemos mutuamente, para que no haya pequeñeces, para
que sigamos todos el patriótico ejemplo que nos da el General Perón con su vida
espartana, con sus ideales patrióticos de argentino que no sueña más que en el
engrandecimiento de la Nación para legar a los argentinos del mañana una
Patria socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.
Yo he querido asimilar las palabras y los consejos geniales de nuestro maestro,
el General Perón, tratando en la marcha de perfeccionarme escuchando siempre
su palabra, no para aplaudirlo, no para decir siempre que sí, sino para beber en
la fuente maravillosa de ese gran corazón argentino que quiere que todos nos
unamos de una vez por todas para luchar por el ideal común, es que es la
grandeza y la felicidad de la Patria. Yo trato a diario de comprender al general
Perón y de adentrarme en el corazón del pueblo argentino, y ustedes, que lo
representan en la Cámara, tienen el insigne honor de que sus hijos y sus nietos
puedan decir que fueron los representantes populares en ella. Por eso, hablando
con el doctor Cámpora y con el diputador Miel Asquía, les he dicho que para
auscultar un poco más las inquietudes de los señores diputados, y ampliando mi
labor que ya es extensa tanto en la parte gremial, que amo y que no dejaré nunca
de atender, como en la parte del Movimiento Peronista Femenino, que quiero
sea un movimiento de colaboración con las fuerzas masculinas que el 24 de
febrero hicieron triunfar al General Perón, pienso estar en contacto con ustedes
mediante la Fundación Ayuda Social que tengo el honor de presidir, para
reunirnos, ahora que van a empezar las sesiones con los señores diputados por
distritos, pudiendo así en pequeños grupos escuchar las inquietudes y tal vez las
iniciativas de los compañeros de lucha de todas las
provincias. Y por ser yo una persona que trato de representar a los
descamisados de la Patria he pedido empezar por las provincias más pobres,
dedicando un día por semana a cada provincia, para poder así ponerme en
contacto directo con los camaradas de lucha que representen a sus respectivas
provincias.
En este período de sesiones que se inicia, sigan ustedes trabajando con el mismo
patriotismo, con la misma eficacia y con el mismo entusiasmo que en años
anteriores, que así le daremos al General Perón las satisfacciones que se merece
y debemos darle en vida, para que no lloremos después lo que no supimos
valorar cuando el General Perón sacrificaba su vida para darnos justicia.
Quiero que ustedes vean en mí a una gran amiga, a una leal y sincera
colaboradora, como siempre he tratado de ser. Por eso he visto con satisfacción
llegar al diputado Miel Asquía hasta mi despacho para decirme: “Señora, aprobé
otra materia”. Éll sabía que sus estudios y sus triunfos no me eran indiferentes,
porque de esa manera entregamos al Movimiento Peronista hombres
capacitados como los quiere el General, salidos del pueblo, a fuerza de
sacrificios, que es la única forma en que los hombres son capaces de hacer
grandes cosas. Y le he pedido que esa satisfacción que él vino a darme el 8 de
octubre se la proporcione también al General Perón ofreciéndole su diploma de
abogado.
Alejandro el Grande, después de la conquista de Persia entregó tierras, honores
y riquezas, sin reservarse nada para él. Contestó a Perdicas cuando éste le
preguntó qué era lo que guardaba para sí: “Para mí guardo la esperanza”. Yo
también, sólo guardo la esperanza: la esperanza de ver que algún día la doctrina
justicialista del General Perón se afiance y consolide, que los ideales de nuestro
gran Presidente se cristalicen a través del tiempo para felicidad de todos.