Señores:
En primer término, deseo agradecer a todos ustedes la amabilidad que han
tenido en llegarse hasta esta casa, para darme la inmensa satisfacción de poderles
saludar.
Ya el Excelentísimo señor Gobernador de la Provincia de Buenos Aires ha
tenido la gentileza de informarme detalladamente sobre el plan cooperativista de su
provincia.
Es indudable que si todas las provincias argentinas y los gobiernos de las
provincias argentinas siguieran esta admirable orientación que Buenos Aires ha dado al
cooperativismo, la organización del agro argentino se vería beneficiada en un cien por
ciento, desde el punto de vista material y desde el punto de vista moral sobre todo.
Evidentemente, señores, el cooperativismo, no puede ser una actividad confiada
exclusivamente a la buena voluntad de unas pocas personas, pues con su buena
voluntad no podrán abarcar ni dominar al inmenso panorama que el agro argentino
representa. Sin la ayuda del gobierno de la provincia y sin el apoyo incondicional del gobierno
federal, el cooperativismo agrario sería una institución siempre débil y siempre carente de la
fuerza y del apoyo que necesita para desarrollarse integralmente. Y cuando el
cooperativismo no es integral, deja de ser cooperativismo.
Por eso, señores, he visto con inmensa satisfacción esta iniciativa de los agrarios
bonaerenses y del gobierno de la provincia.
Yo creo señores, que la única manera de consolidar en forma absoluta lo que nuestra
Constitución establece, terminando con la explotación inescrupulosa de la producción por parte de
los intermediarios, es el cooperativismo, apoyado por los gobiernos de la provincia y de la Nación.
Esa consolidación es sólo así posible constituyéndose una asociación de productores,
trabajadores y gobierno. Esto es lo que consolidará el cooperativismo, que en él están
representadas todas las fuerzas del agro, no una sola. La creación de una fuerza presupone la
lucha contra otras fuerzas, y lo que nosotros queremos en el cooperativismo no es la lucha, sino
la colaboración en beneficio de la producción y del país.
Sobre estos principios únicamente, es como se podrá hacer algo constructivo. Sobre los principios
que parten del fraccionamiento y la lucha. No se puede construir nada permanente ni nada
satisfactorio.
Acción de Gobierno
La orientación del gobierno en la organización y el trabajo del agro ha sido realizar Io que
podíamos realizar. Ya sé que todo esto pudo hacerse mejor, pero yo soy de los que piensan que
cuando uno pretende hacer lo mejor, termina por no hacer nada bueno. Porque lo mejor, a
menudo, es enemigo de lo bueno.
En ese sentido, nosotros, por la acción estatal, tratamos de suprimir el fenómeno que
agobiaba a la producción del agro argentino: los monopolios de explotación en la
comercialización y exportación de la producción agraria; o sea, aquellas asociaciones o
sociedades que por realizar el monopolio, tenían en sus manos la posibilidad de imponer
condiciones absolutas en toda la etapa de la comercialización de esa producción agraria. Vale
decir, en palabras más simples, que ese señor que compraba en la propia chacra y vendía a
los consumidores extranjeros, era un pulpo situado con cuatro patas en el agro argentino y con
otras cuatro en los mercados de comercialización extranjeros. Esas cuatro patas del pulpo tenían un
sinnúmero de ventosas, con las cuales chupaban al agro argentino todo cuanto podían, y también,
a los consumidores de los mercados extranjeros.
Eso fue lo que Llevó a la situación de la primera posguerra, en 1918, cuando Los chacareros
tuvieron que vender su trigo, su maíz, su lino y sus forrajes a precios que no les compensaban
ni los gastos. Aquí. Los pulpos decían: “No hay mercados, hay grandes stocks, y ustedes
tienen que conformarse con cuatro o cinco pesos el quintal”; pero en el extranjero decían:
“Vean, la crisis de producción es espantosa; ustedes tienen que pagar mucho para poder
obtener esa producción”. Ellos eran Los que compraban y vendían, y esa situación pudo haberse
reproducido en 1945, cuando terminó la segunda guerra mundial. Crearon la comisión de
compras para abastecimiento, constituyendo un solo comprador en el orden internacional, mientras
los vendedores eran Los pobres chacareros; había un solo comprador y miles de vendedores. Yo
sé, en esas circunstancias, adónde hubieran ido los precios, porque si un chacarero no hubiera
querido vender a ese precio, ellos le hubieran comprado la producción al de al lado. Además,
hacían todas las maniobras posibles para tirar abajo los precios.
Nosotros vimos y estudiamos ese problema, que se iba a volver a presentar en la
posguerra. Ya en el Consejo Nacional de Pos-Guerra, donde estábamos Mercante y yo, en 1944,
comenzamos a estudiar cómo defender el agro argentino. ¿Cuál fue el resultado? El resultado
fue la creación de un monopolio del Estado. ¿En qué condiciones se realizó? Recuerden ustedes
la acción de los monopolios en la primera guerra mundial, cuando la bolsa valía más que lo que
iba dentro de ella. En aquellos tiempos el monopolio explotó a Los productores, y cuando vinieron los años malos, cuando Los chacareros no podían sacar el valor de su producción,
acentuaron más su explotación. Y el gobierno, como una gran medida, dijo entonces: “Bien; si
los monopolios no compran el trigo por el precio que vale, nosotros vamos a pagar hasta seis
pesos el quintal”. ¡Como si eso pudiera compensar a los pobres agricultores, que luego de un largo
período de malas se enfrentaban con un largo período de peores! ¿Qué hicimos nosotros, en
lugar de ese procedimiento de los monopolios? Nosotros formamos un monopolio de
Estado y establecimos precios de compensación, es decir, precios compensatorios para
el campo.
Previsión del Estado
Dicen algunos que el gobierno ganó dinero con ese monopolio estatal. Sí,
señores, el gobierno ganó dinero. Pero, ahora empiezan a venir las malas épocas
y yo les garantizo a Los agricultores que seguirán recibiendo los mismos o mejores
precios en el futuro, porque esas cámaras de compensación, creadas con esas
ganancias del gobierno, van a subvencionar al campo cuando sea necesario
subvencionarlo. Y es también de esas cámaras de compensación de donde sale el
dinero para que, en estos tiempos de sequía y de malas cosechas, cuando el
chacarero diga: “Necesito dinero”, podamos contestarle: “Bien, aquí tiene el dinero”.
Vale decir, señores, que le hemos quitado al campo todos esos malos
momentos que pasó durante tantos años, cuando fracasaban las cosechas, o cuando
venía la langosta y se quedaban sin ella, o cuando los precios del mercado
internacional se iban por debajo de lo normal y hacían que no valiera la pena
sembrar ni recoger la cosecha. Esos malos momentos van a desaparecer totalmente
para que cada chacarero pueda tener anualmente un standard nivelado,
equilibrado, en su vida, para que una mala cosecha no pueda arruinarlo, para
que no puedan echarlo del campo, obligándolo a vagar por los caminos del país.
Ese es el principio que nosotros hemos querido mantener, que hemos mantenido y
que estamos sosteniendo y cumpliendo. Mejoraremos todavía más los precios a
medida que el costo de vida aumente, de manera que el chacarero esté
perfectamente compensado y que si no puede tener ganancias extraordinarias un
año, tampoco tenga pérdidas extraordinarias otro año.
Ese equilibrio es la base del progreso del campo; sin él, el chacarero está
expuesto permanentemente a cualquiera de esas contingencias que pueden llevarlo a la
miseria y a la desesperación, no sólo a él, sino a su familia y a cuantos trabajan en el
campo.
Los beneficios que esos organismos del monopolio estatal han obtenido,
también tienen su explicación.
Estabilidad económica
El agro es, sin duda, en la República Argentina, la fuerza que ha sostenido
más sobre sus espaldas el peso de la economía de la Nación hasta nuestros días.
¿Y qué compensación ha tenido? Ninguna otra que estar dejado de la mano de
Dios, allá, en la chacra o en el campo donde se labra la riqueza de la Nación. Lo que
el gobierno quiere, lo que nosotros queremos, es que esa situación no vuelva a
producirse más en el agro argentino. Para eso, no solamente hay que pensar en los
precios que se pagan por el cereal, sino en combatir la langosta y las demás plagas,
en asegurar una buena condición de arrendamiento, de aparcería, etc., en
asegurarle al agricultor su estabilidad dándole la tierra en propiedad o, de lo
contrario, para aquellos que no quieran comprar, asegurarles una estabilidad en su
arrendamiento impidiendo que lo puedan tirar a la calle de un momento a otro.
Esas condiciones las hemos creado ya por intermedio de las leyes y decretos vigentes.
Pero hay que darles también una estabilidad dentro del orden económico y la
posibilidad de ir perfeccionándose cada día más y aumentando los beneficios que
el trabajo produce. Para eso la agricultura ha contribuido. En estos tres años y
medio de gobierno, en forma extraordinaria.
Es cierto que nosotros, en una oportunidad, compramos el trigo a veinte y Io
vendimos a sesenta; pero yo les voy a explicar para qué y por qué se hizo eso. En
primer término, para dejar un remanente con el que podamos, cuando el trigo valga
cinco pesos, continuar pagándolo a veinte. Y, además, para cumplir un programa de
independencia económica, sin el cual el agro seguiría soportando eternamente la
chapetonada de todos Los errores económicos que pudieran cometerse en el país.
Algunas veces yo he cargado un poco la mano sobre el capitalismo al hablar de
la explotación de Los hombres de trabajo. Nuestros capitalistas tienen culpa, pero
poca. El que tiene toda la culpa es el capitalismo internacional, que es el que ha
explotado. En la República Argentina había dos tipos de explotación; uno era
la explotación por el capitalismo internacional, representado por los
monopolios a que me he referido, ya que nadie nos va a hacer creer que los
monopolios que explotaron al agro durante cien años son argentinos: son
todos capitales extranjeros, y cuando hemos tenido que emprender una acción
judicial, han empezado a gritar allá, donde tienen el nido, y no aquí. Esa explotación de orden
internacional es la que ha pesado sobre los hombres de trabajo argentinos. Los capitalistas
argentinos, para servir a esa explotación internacional, han tenido que explotar a nuestros
hombres de trabajo, para poder hacer frente a las exigencias de aquélla.
Voy a citarles un ejemplo, con cifras y datos concretos, para que adviertan claramente
cuál ha sido la situación.
Los habitantes del país, especialmente ustedes, los productores, producen para la
República Argentina unos 8.000 a 8.500 millones de pesos al año. Con eso viven Los
argentinos. Antes, de esos 8.500 millones teníamos que entregar al extranjero 4.000
millones, y nos quedaban otros 4.000 ó 4.500 millones para vivir. ¿En qué forma los entregábamos? Piensen, señores, que Los ferrocarriles se llevaban anualmente 250 millones por
dividendos, dinero que había que sacar de lo que ustedes producían para enviarlo al
extranjero. Hoy. los ferrocarriles son argentinos y esos 250 millones quedan aquí. Cada año
salían del país 100, 110, 120 millones de pesos para los accionistas extranjeros de las
compañías de teléfonos; también ahora queda eso aquí, porque los teléfonos son nuestros.
El servicio de puertos extranjeros se llevaba otra cantidad de millones. Por seguros y
reaseguros, pagábamos de 200 a 250 millones de pesos al año; eran los seguros por los
mismos cereales que ustedes vendían y cuyo flete también pagaban al extranjero. Hoy, eso
queda también en el país.
Como no teníamos flota mercante del Estado, pagábamos de 400 a 500 millones de pesos
anuales por fletes marítimos. Hoy, gracias a nuestra Flota Mercante, gran parte de esos 500
millones quedan en el país. Teníamos una deuda externa por la cual pagábamos más de
dos millones de pesos diarios por amortización e intereses. Y eso, como todo lo demás, lo
pagaban ustedes.
Eficiente organización de la riqueza
Hoy hemos pagado esa deuda; no debemos nada, de manera que aquellos dos millones se
reparten para mejor vivir dentro del país. Los cuatro mil millones de pesos que teníamos que
pagar anualmente han
quedado aquí dentro, de modo que ya no son 4.000, sino 8.500 millones los que tenemos
para vivir. Pero, señores, para poder disponer de esos 4.000 millones anuales más, hemos
tenido que comprar todo eso y lo hemos tenido que pagar y como la plata no se toma del
aire ni se puede inventarla, hay que conseguirla trabajando.
Hemos pagado, señores, esas adquisiciones para que no nos cuesten 4.000 millones al año y
las hemos pagado con 10.000 millones de pesos. Todavía hay quien dice que hemos invertido
mucho, pero hay que tener en cuenta que solamente en dos años nos sacaban Io que nos ha
costado todo eso, lo que quiere decir que nos ha costado barato. Si bien Los chacareros,
en vez de recibir sesenta pesos que debían haber recibido por un quintal de trigo,
recibieron solamente veinte pesos, en cambio tienen la satisfacción de que tos otros cuarenta se
han dedicado a comprar esas adquisiciones, para que no tengan que pagar durante toda su
vida esos cuatro mil millones de pesos anuales.
Por eso digo que si el gobierno puede asegurarle al agro argentino que no va a tener esa
sangría anual en su producción y que mediante el trabajo y la producción de una mayor
riqueza vamos amentándola manteniendo siempre el equilibrio, nosotros habremos
solucionado definitivamente todos los problemas del agro argentino. Además, con la mayor
entrada que vamos asegurando por no tener que pagar esos servicios que antes pagábamos,
podremos ir mecanizando en forma barata y eficiente el campo, aumentando la
producción y bajando los costos, que es la forma como nos vamos a hacer ricos sin damos
cuenta.
Ese es el programa que el gobierno ha cumplido ya; no el que vamos a cumplir. Estas no
son promesas, sino realidades ya en marcha en nuestro campo.
Se ha dicho muchas veces que para impulsar la industria le habíamos exigido al campo.
Sí señores; el campo ha pagado la industrialización, pero en muy poca escala. Lo ha pagado
porque hemos dedicado los recursos de los préstamos bancarios y del crédito para impulsar
la industria, ya que no podemos seguir siendo para toda la vida productores de materia prima,
que produzcamos la lana, el algodón y lo mandemos a la China para, que vuelvan de ahí en
forma de
camisetas. No, señores. ¿Por qué no hacemos aquí la camiseta? Si prima para nuestra propia producción,
nos beneficiaremos de los bajos costos y todos saldremos beneficiados. Por esa razón hemos
dado un gran apoyo a la industria y creo que la hemos impulsado en forma extraordinaria.
Le hemos dado el apoyo necesario y ya marcha sola. Todos esos recursos ahora los vamos a
volcar al agro, para ayuda del campo; para industrializar, para mecanizar, para estabilizar y
equilibrar la vida en el campo, para comprar y expropiar la tierra y entregarla a quien la
trabaje.
Pero esto, señores, es un programa a largo plazo. Si en la pasada posguerra se le hubiera
ocurrido a alguno hacer lo que hemos hecho en ésta, ahora el camino sería fácil: no sabríamos
qué hacer con nuestra plata. Se han perdido treinta años inútilmente. Ya verán ustedes, por el
contrario, al país dentro de diez, doce o quince años con este programa: es decir, con un
programa de riqueza organizada, por la que se obtenga cuanto ella deba rendir al país,
evitando la explotación de los parásitos que nada hacen, y que cargan con la parte del león
en la producción argentina.
Ya verán, dentro de diez años, cuando se complete este programa de organización de la
riqueza y de estructuración orgánica de la producción argentina, cuáles serán los
resultados.
Nosotros, después de haber hecho el inmenso esfuerzo de obtener la independencia
económica mediante la compra de bienes de capital por valor de más de diez mil millones de
pesos en tres años, ¿podemos decir — pregunto.-* que hemos hecho mucho sacrificio?
No hemos hecho todavía ningún sacrificio: los sacrificios realizados no han sido grandes,
frente a la enorme ventaja que representa el haber adquirido eso y haber dejado de pagar la
mitad de la producción anualmente al exterior para servir a esos gastos, que hoy los hacemos por
nuestra cuenta. Además, si pensamos que hecho ese gasto, nos sorprende una mala cosecha y
podemos hacer frente a esa situación, es porque estamos bien económicamente. Hemos
hecho ese inmenso gasto y nos hemos quedado sin reservas. Esto es lo mismo que aquel que,
en vez de tener el dinero en el bolsillo se compra una casa, una máquina y se queda sin
un centavo. Nosotros nos hemos quedado sin reservas. Haremos economía; gastaremos
menos, pero no vamos a contraer deudas nuevamente.
Créditos, no empréstitos
Esta situación se podría arreglar como se hacía antes: pedir un empréstito. Dos, tres, cuatro o
cinco mil millones de pesos se pueden obtener con un país rico, como la Argentina, y yo sería
aquí más poderoso que Creso, empezaría a repartir plata, la malgastaría y dentro de un año la
habría gastado toda y ustedes tendrían que trabajar veinte años para pagarla. ¡Valiente negocio
el de los empréstitos! Por eso yo no Los quiero. Que nos den los créditos necesarios para
hacer intercambios, pero no hipotecar el país para que su población tenga que pagar durante
veinte años los errores que yo pueda haber cometido en un año. Si es necesario, haremos
sacrificios. Gastaremos menos, trabajaremos más y sufriremos lo que haya que sufrir. Pero
sabemos que después de dos o tres años de este sacrificio, seguiremos por muchos años en forma
perfecta con nuestra economía.
Hay países que después de haber sido los más poderosos de la tierra, desde que empezó
la guerra, hace diez años, están a un cuarto de ración, no a media ración. Antes comían cinco
veces al día; hoy comen una vez, y muy reducido. Y si a pesar de eso siguen adelante y luchan,
¿acaso los argentinos no podrían, llegado el caso y pensando en la felicidad del futuro, realizar
también esa clase de sacrificios? Ni se notarían en la población.
Yo les garantizo, señores, que el esfuerzo del gobierno ha sido realizado en forma
conveniente, y que los dineros del Estado no han sido malgastados, sino todo lo contrario.
Nosotros tenemos los recursos necesarios, y Los tendremos diez veces mayores en el futuro,
para poder ayudar en los malos tiempos a los hombres que trabajan.
Pero, naturalmente, la acción estatal no puede hacerlo todo. Por bueno que sea un
gobierno, por bien que piense y realice sus negocios, no puede hacer las cosas acabadamente bien
si no cuenta con la colaboración directa de los hombres que intervienen en todo el ciclo económico de la producción, industrialización y comercialización. Esa es
la finalidad, el objeto de las- comisiones cooperativas de todo el país: entenderse en forma
directa con nosotros, sin ningún intermediario; que cuando necesiten cualquier cosa, vengan
directamente aquí, a la Casa de Gobierno, o al Consejo Económico Nacional o al gobierno
de la provincia y pidan Io que les sea necesario, porque ¿cómo no les vamos a dar Io que
necesitan si las vacas que producen la leche son ustedes?
Yo recuerdo que, cuando me hice cargo de la Secretaría de Trabajo conté un cuento, un
viejo cuento que se desarrollaba en una aldea escocesa, donde son muy prácticos. Dicen que en esa
aldea había una plaza y, frente a la plaza, como en todas las aldeas, estaba la iglesia, El reloj de
la iglesia tenía una gran puerta por donde, cada cuarto de día, salía un personaje con un
letrero explicativo. A las 6 de la mañana salía un cura con un letrero que decía: “Yo cuido
vuestras almas”. A las 12, el personaje que salía era un abogado con su toga, y su letrero
decía: “Yo cuido la aplicación de vuestras leyes”. Seguía el reloj su marcha y a las 6 de la tarde
salía Otro personaje. Era policía, cuyo letrero explicaba: “Yo cuido vuestro orden y vuestras
vidas”. Finalmente, a las. 12 de la noche, salía un agricultor con un letrero que decía: “Yo pago a
los otros tres”.
Esa es una cosa que no debemos olvidar y que nosotros no olvidamos. Sabemos que la
grandeza del país no se puede unilateralizar en una sola actividad: la grandeza del país la hacen
todas las fuerzas de ese ciclo económico: el que produce, el que transforma la producción, el
que vende y lleva la producción al consumidor y el consumidor mismo. Nosotros hemos
aumentado el poder adquisitivo de la población para que ésta pueda adquirir lo indispensable
y aún más de Io indispensable para vivir en la mejor condición. El aumento de ese consumo
trae el aumento del comercio y el aumento del comercio acarrea el aumento de la
industrialización. A su vez, el aumento del comercio y de la industrialización ha necesitado
del aumento de la producción. Hay que satisfacer mayor consumo, pues hay que producir
más. Por eso, hace ya cuatro años, yo dije que el Lema del país es: producir, producir y
producir. ¿Por qué? Porque consumimos, consumimos y consumimos. Esa es la realidad.
Ahora, lo que hay que conseguir es que esa producción esté equilibrada con ese consumo,
porque si hay más consumo que producción.los precios suben exageradamente y se va a la
inflación; si hay más producción que consumo Los precios se desequilibran y vamos a la deflación, a la
crisis. Ese es el equilibrio que hay que mantener y todo nuestro esfuerzo tiende a
conseguirlo.
El mundo está inflado de una manera espantosa. Nuestra inflación es insignificante frente a las
demás inflaciones. Para comprobarlo basta conversar con alguien que haya viajado por el
extranjero; algunos han pasado verdaderas penurias por la carestía extraordinaria de la vida. Nosotros
estamos viviendo aquí todavía en el paraíso terrenal, según dicen los que vienen del exterior.
Mantener esto por dos o tres años, es el ideal actual del gobierno, para mejorarlo cada vez
más de aquí a dos años. Es indudable que eso lo vamos a conseguir.
Facilidades a los productores
Lo que necesitamos es producción. Vamos a lanzar este año una campaña de producción agraria,
mejorando precios, destinando todas las divisas que tenemos a comprar elementos de tracción y maquinaria
agraria, llevando enseñanza técnica y obligando a aquellos que tienen campos sin hacerlos producir, a que lo
hagan. Este año necesitamos aumentar la producción actual en un 33 6 35 por ciento, en todos sus
aspectos. El gobierno va asegurar al chacarero precios perfectamente razonables y remuneradores; va
a poner a su disposición todo el crédito que necesite y va a facilitarle también, en las mejores condiciones,
la adquisición directa de maquinarias, sin intermediarios de ninguna clase y sin posibilidad de que los
adquirentes se conviertan en negociadores de lo que compran. El que adquiere un tractor o una máquina,
ha de hacerlo para trabajar, no para negociar. Vamos a disponer todas esas medidas y muchas otras más,
para facilitar y propugnar la producción agraria, aun cuando sea necesario que el gobierno tome a su
cargo inicialmente todos los gastos. Lo que nosotros queremos es que los agricultores obtengan sus
ganancias; después pagarán en la forma que les resulte más conveniente toda la maquinaria. Porque si
los agricultores producen una cosecha abundante, que ha de proporcionar divisas, podemos dejar que
ellos paguen
paulatina y distanciadamente sus materiales de trabajo. Eso es lo que nosotros
estamos preparando en un plan integral.
Pero, señores, cuando un pueblo debe desarrollar un esfuerzo de conjunto, lo
primero que se necesita es que esté bien informado, que todos pensemos que tenemos
que hacer eso. Es lo primero para llegar a hacerlo: saber que lo tenemos que hacer y
poner nuestra voluntad en realizarlo, pensando que es la solución para todos. Y
después hay que llevarlo a cabo. Por esa razón, vamos a hacer una amplia difusión
de todo esto que yo les adelanto aquí, en rueda de amigos; y en eso, ustedes
pueden prestaros una ayuda extraordinaria, difundiendo la propaganda que ustedes
recibirán en las cooperativas, hablando a todos los chacareros y diciéndoles
que produzcan más, que se les va a pagar por lo que produzcan los precios
que se van a fijar en estos días, los que serán perfectamente remuneradores y
más bien de protección, para llevar adelante el aumento de la producción. De
manera que para esta difusión necesitamos la ayuda de ustedes.
Señores: entendiéndonos y poniéndonos de acuerdo ustedes y nosotros en la
distribución de maquinarias evitaremos la intervención de personas extrañas;
nosotros esperamos que se haga todo eso por intermedio de estas
cooperativas, de tal manera que los mismos productores intervengan en ello
en forma directa, así como en la venta de sus productos.
La mecanización del campo es, señores, un problema difícil. Nosotros ya tenemos
escuelas que preparan motoristas, mecánicos, etc., porque la introducción simultánea
de un gran número de elementos mecánicos es necesario estudiarla bien y exige llevar
al campo también la instrucción necesaria, porque de otra manera puede ser un
factor de encarecimiento y no de disminución de los costos de producción. Así, por
ejemplo, si el chacarero recibe un motor y no Io sabe manejar y lo rompe al primer
año, el costo de la producción se va a las nubes. En cambio, si la maquinaria se
cuida y se conserva mucho tiempo, el costo de la producción se abarata.
Toda esa instrucción puede prepararse por las cooperativas con la ayuda
técnica del Ministerio de Agricultura de la Nación y de los Ministerios de
Agricultura provinciales. Todos unidos nos vamos a poner a trabajar en una obra
común para que el agro vaya adelante.
Yo sé bien que el ritmo de la economía argentina, su aumento en riqueza,
depende en un ochenta por ciento de la labor del agro. Todos creen que Estados
Unidos es grande porque es un país industrial pero se equivocan, porque su mayor
riqueza no es la industria, sino la agricultura y la ganadería. Claro que allí hay
150.000.000 de habitantes con un clima un poco más difícil que el nuestro,
que tienen que criar su ganado en forma artificial para poder subsistir como
país ganadero. En cambio nosotros que ahora producimos lo necesario, tenemos
que activar nuestra producción para aumentar los saldos exportables y comprar
con ellos la maquinaria de trabajó para el campo, que no la producimos.
Cooperativismo integral
En esta tarea tan extraordinariamente importante y decisiva para el futuro
argentino, la cooperativa del tipo que se ha formado en la provincia de Buenos Aires
es el ideal para poder realizar integralmente el programa que el gobierno se ha
propuesto. Por eso, no solamente veo con simpatía la formación de estas
cooperativas, sino que lo aprecio con alegría y felicito muy especialmente a
todos los que están en esta tarea, al gobierno de la provincia y al señor ministro,
quienes han interpretado el verdadero sentir de las cooperativas. Los
cooperativismos aislados están destinados a desaparecer; solamente los
cooperativismos integrales y apoyados por la acción estatal pueden subsistir. El
mundo es un ejemplo del fracaso de los cooperativismos aislados; ninguno ha
progresado en su desarrollo en forma constructiva. Solamente haciendo
intervenir en forma integral a todas las fuerzas que labran el ciclo económico y
a todas las actividades, es como se puede asegurar su subsistencia. Cuando esto
se haya realizado y cuando el país haya equilibrado su economía, habrá
llegado el feliz momento’ para el gobierno de decirles a las cooperativas: “Señores;
arréglense ustedes; produzcan, industrialicen y vendan por su cuenta que el gobierno
no hace ningún negocio con ustedes”.
Señores: esto explica por qué hemos suprimido los monopolios y ahora creamos
y ayudamos al cooperativismo, porque el gobierno sabe bien que si pone la
cooperativa frente al monopolio, está lista la cooperativa, por-
que no puede enfrentar sola al monopolio. La única manera de realizarlo es como lo hemos hecho nosotros.
Aniquilar el monopolio por la suplantación de un monopolio del Estado y después organizar las fuerzas que
administrarán honradamente porque son sus propios intereses la organización de esa producción, la venta y
la exportación. Entonces, sí, habrá llegado el momento de decir que ya no hace falta el monopolio del Estado,
porque se ha creado otro más conveniente: el monopolio de Los que producen.
Por eso, señores, se trata de ir creando Los monopolios más convenientes, como el de los propios
productores, en primer término; luego, el estatal, pero nunca el monopolio capitalista, que es nefasto y
terrible, porque ése le chupa la sangre a todos, al Estado, al productor y al que no produce. A cada uno le
saca cuanto puede sacarle, y eso es lo que queremos evitar. Así Io hemos puesto en la Constitución, pero
observen ustedes que a la Constitución le hemos dado una gran elasticidad, porque según ella es el Congreso el
que aprecia cuando es estatal y cuando debe entregarse al capital privado. ¿Por qué? Para no entregar
al productor atado de manos y pies a la voracidad de Los grandes monopolios capitalistas. Ahí está todo el
sistema constitucional en lo económico; dar elasticidad para que se aprecie cuándo es conveniente que lo
tome el Estado y cuándo el particular.
Sobre este problema podría hablar muchos días porque Io he pensado años y no improvisamos nada.
Ustedes ven que todo se va produciendo a su debido tiempo y ordenadamente sin que nadie se perjudique.
Si en vez de hacer esta labor de evolución mediante un plan razonado y estudiado, hubiéramos
improvisado, se habría provocado un cataclismo económico del cual quién sabe cuántos siglos hubiéramos
necesitado para salir. Pero hemos hecho una evolución racional y ordenada en forma que ha permitido que sin
que nadie se perjudique, cada uno vaya obteniendo un mayor beneficio.
Estabilizar esto con nuevas instituciones, entre las cuales el cooperativismo puede ser el auxiliar más
poderoso y más perfecto del Estado, es nuestra orientación.
Lo mismo estamos haciendo ya con los ferrocarriles y con todas las empresas del Estado. No queremos
ganar exageradamente, queremos dar un buen servido al menor precio. Para ello, no queremos
dividendos, porque no necesitamos dividendos. Que se costeen los ferrocarriles. Que a sus obreros se les
pague decente y adecuadamente, y que si se gana más, haciendo un mejor servido sin cobrar más, el
dinero sea de los obreros, pues estará bien ganado. Si pierden, que sean ellos también los que sufran las
consecuencias de no administrar bien su empresa. Eso es Io que el Estado quiere. No quiere el servicio
público para cobrar más, ni para medrar. El Estado no tiene necesidad de medrar con un servicio público.
Este ha de ser el mejor, al menor costo. Si se producen ganancias. las ganancias serán para el personal que lleva
adelante los ferrocarriles, Así, tendrán el aliciente necesario para lograr el fin citado del mejor servicio al
menor precio.
Para Los servicios que hoy son estatales, el pensamiento del gobierno es de que lo mejor sería que
ellos se manejasen por los mismos interesados. Pero Io que no queremos hacer, es entregar el manejo de los
servicios públicos a los de afuera, a Los que no tienen en cuenta otra cosa que el rendimiento económico
que les pueda significar.
Lo realizamos todos, o no lo realizamos ninguno; pero, uno de afuera no lo va a llevar adelante.
Sentimiento de cordialidad
Señores: yo, encantado, voy a concurrir al Azul, para la concentración agraria, y hago presente que me
siento inmensamente feliz de poder ir. Yo sé que ustedes y para ello me basta con sólo estrecharles la
mano y verles la cara son hombres del agro, que trabajan honradamente para todo el agro, sin ánimo de
hacer ninguna clase de especulación y pensando en el bien común. Y eso es, precisamente, el cooperativismo.
El cooperativismo es un sentimiento, más que una acción; un sentimiento de cordialidad, de compañerismo, con
miras a una bien entendida distribución del trabajo y de la retribución. Es el sentimiento que yo quiero que
haya en toda la República; no solamente en el agro, sino para todos los argentinos que trabajan, para que
sean más felices y para que nadie, en su lucha, tenga que ponerle el pie al que está debajo, para poder
mejorar.
Por ello digo que me siento muy feliz de concurrir a esa concentración del Azul; iré con el alma
inflamada de mis mejores deseos y de agradecimiento hacia ustedes, que son quienes en
realidad van a realizar la grandeza argentina. La Argentina no puede forjarse por la acción
de solamente un hombre, ni por la de veinte, sino por la de todos los argentinos. Esa
solidaridad nacional es la que nos va a llevar al triunfo; esa solidaridad y hermandad entre
todos Los argentinos es lo que llevará a la República Argentina al triunfo, en el corto
tiempo’ que todos queremos.
Les agradezco la amabilidad que ustedes han tenido, de llegar hasta aquí, y me despido
de ustedes hasta el Azul.
Aunque esté de más decirlo, les reitero que estamos aquí para servirlos. Yo no soy
de los que creen que el Presidente es un personaje de adorno, sino de los que opinan que
el país, ustedes, el pueblo, me paga para que cumpla con mi deber. Estamos totalmente
a las órdenes de ustedes, porque nosotros trabajamos para posibilitar a todos los
organismos una mejor remuneración y una vida más digna.