Al Senador Nacional Buenos Aires, 29 de agosto de 1949
Doctor Arturo Alessandri
Santiago de Chile
Estimado Don Arturo:
Acuso recibo de su atenta del 22 de agosto y, confirmando mi cable, me apresuro a
contestarle referente al particular que le preocupa.
Es indudable que las noticias transmitidas desde allí por las “agencias noticiosas”
han exagerado los hechos, presentando la situación con una gravedad que, según
veo por su carta, no es reflejo de la realidad. Los diarios argentinos, sin distinción
de colores, han sido inducidos por esas agencias en la exageración que menciono.
Usted sabrá que mi gobierno sólo tiene influencia directa en el diario
“Democracia”, que habiendo sido de mi señora, obedece a su orientación y a la mía.
Es el matutino “peronista” de mayor tiraje (400.000 ejemplares) y este órgano se
ha reducido a la información cablegráfica rutinaria, sin abrir juicios sobre los
mencionados acontecimientos.
Los demás diarios no están sometidos a control alguno, pues la “libertad de prensa”
impera aquí merced al postulado constitucional que cumplimos ampliamente. A
veces también me pegan fuerte a mí, pero, entiendo que es un inconveniente que
forma parte de la función de gobernar.
“La Prensa” y “La Nación”, son diarios de la oposición en manos de la oligarquía
argentina y pagos, en forma disimulada, por los intereses foráneos. En ellos no hay
posible acción, como no sea la polémica por medio de los diarios que nos son
afectos. La “Crítica”, antiguo órgano de Botana, hoy propiedad de la esposa de éste,
con tendencia comunoide, en esta emergencia se ha despachado a favor de su
simpatía. “Noticias Gráficas”, que pertenece a un consorcio financiero privado,
hace sensacionalismo para vender más. “La Razón”, que es peronista, no ha
publicado sino los cables provenientes de Chile. “El Líder”, órgano de la Asociación
de Empleados de Comercio, muy vinculados a la de Empleados de Comercio de
Chile, ha hecho causa común con ellos y los ha apoyado. “El Laborista”, diario
clasista, perteneciente a los obreros, ha comentado todo con el espíritu de clase en
defensa de los obreros chilenos. Está demás decirle que, como ve, estos órganos
sectarios no piensan hacer otra cosa por razones de principios.
“El Mundo” se ha limitado también a la información de los cables recibidos con
imparcialidad, según creo. Pertenece a un consorcio inglés. “La Época” pertenece al
diputado Colom, que es de esos hombres difíciles de controlar y manejar y que, a
pesar de ser un excelente amigo y correligionario, como periodista hace lo que
quiere.
La radiotelefonía que pertenece a empresas privadas con concesión del Estado, ha
transmitido las noticias de los mismos diarios o cursadas por las empresas
noticiosas con sede en Santiago de Chile. Sobre ellas el Gobierno tiene un control
sólo relativo. La Radio del Estado no ha comentado en forma alguna lo acaecido en
Chile.
Como Usted ve, mi querido Don Arturo, por esta síntesis circunstanciada que
personalmente le hago, como resultado de la información que poseo, no ha habido,
según creo, una total culpa de nuestros diarios, sino, más bien, una información defectuosa que ha sido aprovechada por algunos para “llevar agua a su molino”, por
otros para hacer sensacionalismos lucrativos y, por fin, por los que tienen algún
resquemor que devolver.
En general, los diarios peronistas han hecho a menudo hincapié en el tono un tanto
peyorativo de la prensa de Santiago, cuando trata nuestros asuntos, y existe un
oculto deseo de “volver la pelota” en la primer oportunidad. Según veo
interpretaron a ésta como su oportunidad. No hablemos de los diarios comunistas
que se editan en Buenos Aires: “La Hora” y “Orientación”, que han tenido sin duda
la ocasión de cumplir sus anhelos.
Mi permanente respeto a la libertad de prensa y la prudencia y tolerancia con que
actúo en materia de publicidad y opiniones, me permite realizar hoy las gestiones
necesarias para que se evite toda exageración y comentarios desfavorables, por lo
menos, en los diarios amigos, satisfarán nuestra insinuación.
Usted, con su larga experiencia, sabe bien que mal negocio resulta meterse con los
diarios. Hasta ahora, salvo pequeños rozamientos, he marchado bien con ellos.
Por otra parte, mi país tiene emigrados políticos, creo que de toda América. No
imagina usted lo que ello representa. De Chile hay varios y entre ellos muchos
periodistas. Es indudable que en estos días su actividad es grande, y debemos hacer
verdaderos esfuerzos para evitar que desde nuestro país aprovechen toda
circunstancia para sacar partido.
Desgraciadamente, a todo lo anterior se sumó un hecho inoperante e ingenuo quizá
en sí mismo. La señora Figueroa, en una sesión de la Confederación Internacional
de Mujeres, trató un poco duramente a los diarios a quienes acusó de libertinaje.
Ello fue tomado como un ataque a la libertad de prensa y los diarios arreciaron en
sus comentarios. Usted sabe mi querido amigo lo difícil que resulta para la lucha en
la polémica periodística. Yo no culpo a la señora Delegada chilena, pues evidentemente su inexperiencia la llevó a decir lo que sentía y quizá aún la verdad. Pero
en política no siempre se puede decir lo que se siente, ni la verdad. A menudo,
callando se consigue más, si se sabe obrar oportuna y prudentemente.
Es mi pensamiento íntimo que deseo transmitirle, muy confidencialmente a Usted,
para que se empeñe en soluciones que nos favorezcan a todos. Le hablo con
absoluta franqueza y sincera lealtad. Hace un año o más que la Cancillería chilena
se encuentra empeñada en una lucha contra nuestro gobierno. Las insinuaciones,
noticias, consultas, entre Santiago, Montevideo y Río de Janeiro, se suceden sin
interrupción. Las confidencias insidiosas, las intrigas, las indiscreciones más o
menos voluntarias, permiten que nos mantengamos informados al día de las
gestiones. Es indudable que esto, que oficialmente no podemos decir, por la
gravedad que entraña, es un secreto a voces en Buenos Aires y ello va creando un
clima que se presta a futuras complicaciones en la buena vecindad y aún a
acontecimientos de proyecciones difíciles de prever. A menudo la gente cree de
buena fe que se puede hacer desaprensivamente “un machiavelismo a bon
mercato”, pero olvidan que para hacer maquiavelismo exitoso hay que tener algo de
Maquiavelo. De lo contrario es más conveniente esgrimir la verdad simple y sin
espejismos.
Yo puedo asegurarle bajo mi palabra que mi Gobierno no realiza ni realizará
gestiones de ningún orden, ante ninguna Cancillería ni por otros medios aun
confidenciales, como no sean los actos serios y responsables que consultan los
intereses comunes de nuestras relaciones e intercambio internacional más
correcto. Soy enemigo de intrigas y componendas porque bien sé que ello a nada
bueno conduce. Los hombres no sirven para guardar un secreto, por eso es que los
secretos no existen. Ello sería posible en un mundo donde los hombres no fueran
malos y mentirosos y ese mundo tampoco existe.
No deseo prolongar más esta ya larga carta al amigo, volcándole mi corazón y mis
inquietudes que las sé también suyas, pero herido por las injusticias y los malos
procedimientos. Quiero que sepa que ni aún así, recurriré jamás a imitar a los que
profesan tales métodos. En tal concepto, enterado hoy de lo que me informa, no
escatimaré nada de mi modesta influencia para solucionar lo que me aconseja y
hacerle llegar mi agradecimiento con mi abrazo amigo de siempre.
Perón