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Comida de camaradería con las Fuerzas Armadas

5 de julio de 1949

El Excmo. Señor Presidente de la Nación, General Perón, Pronunció en la
Comida Anual de Camaradería de las Fuerzas Armadas, que se
realizó el 5 de julio de 1949, en “Les Ambassadeurs”, el siguiente
discurso:
Una vez más nos reunimos hoy los oficiales superiores, jefes y oficiales -de las
fuerzas armadas, para estrechar vínculos de camaradería y refirmar el sentido
solidario de todas las jerarquías ante los símbolos augustos de la Patria y frente a la
responsabilidad de su custodia.
En vísperas del jubiloso aniversario de nuestra independencia, constituye un
hecho auspicioso y evocador para el espíritu de esta fiesta de camaredería el contar con
la presencia de los Agregados Militares, Navales y Aeronáuticos acreditados ante
nuestro gobierno y que por ser genuina representación de las armas de otros pueblos
amigos, nos colman de satisfacción.
Saludo a nuestros expedicionarios y a todos los camaradas del Ejército, de la
Armada y de la Aeronáutica. Los que están presentes sean intérpretes y testigos
de mi honda emoción de soldado. Los ausentes, retenidos por sus deberes en los
buques, bases o cuarteles, diseminados en la inmensa heredad de los argentinos,
reciban el estímulo de nuestro reconocimiento por los que empeñan su vida para servir
abnegada y silenciosamente los intereses superiores de la Patria.

HOMENAJE AL GENERAL SAN MARTIN Y A LOS HEROES ARGENTINOS
Brindo mi homenaje de soldado y de patriota a la legión de los héroes -argentinos
que encabezada por San Martín nos contempla desde la inmortalidad y cuyo recuerdo
está presente entre nosotros. Cada uno de ellos es el ejemplo de las virtudes a
que aspiramos y la inspiración de nuestras acciones en el servicio a la República.
Constituyen los arquetipos guerreros en que se cimentan nuestras glorias militares y
representan la emulación permanente para la formación de las nuevas generaciones de
soldados argentinos.
Por eso la escuela de las armas, templada en el sacrificio y tonificada en la
contemplación de los héroes, está dirigida a la formación del carácter. que hace
grande a los hombres y fuertes a los pueblos.
La historia de la humanidad es un decálogo interminable de aconteci-
mientos, donde el hombre ha sucedido al hombre, donde los pueblos han
seguido a los pueblos y donde las naciones han surgido sobre las ruinas o las
grandezas de las naciones. En ese devenir de los siglos o de los milenios, una
verdad persiste como permanente: el hombre sigue siendo el valor predominante de la
historia, de la vida, del trabajo y de la lucha.

CAPACIDAD Y VALORES ESPIRITUALES DEL SOLDADO
La vigilia en armas es la misión del soldado, como el trabajo incesante es la
función del ciudadano. Desde la vieja Esparta que dividió a su pueblo en guerreros
y en trabajadores, hasta nuestros días, en que los trabajadores son a la vez
soldados de la República, muchas han sido las gradaciones intermedias
existentes. Pero el valor de los pueblos o de las fuerzas arma- das no se ha
medido tanto por su organización o adiestramiento, cuanto por la capacidad y
los valores espirituales de los conductores y de los cuadros. Es precisamente aquí,
donde el hombre alcanza su valer más preponderante. Es también por ello que
el arte militar ha recurrido a la capacitación profesional y los Estados a la
formación de servidores que, haciendo del orden espiritual de la profesión un
verdadero sacerdocio, la elevan y ennoblecen. Sin estas dos condiciones la milicia
pasa a ser un oficio oscuro e intrascendente.
La República nos inviste de jerarquía y nos discierne grados, esperanzada en
nuestra pericia y confiada en nuestra lealtad de ciudadanos para servirla. Nuestro
compromiso consiste en no defraudarla. Para ello el procedimiento es simple y claro el
objetivo: poder saber para una profesión perfeccionada y saber poder para un servicio
ennoblecido por la virtud.

PATRIOTICA SOLIDARIDAD DE LOS CUADROS
Con ésta, h razón de ser de nuestra existencia, nace el imperativo de camaradería
y solidaridad que, como una fuerza inmanente, da cohesión espiritual a los
hombres embanderados en el servicio directo de la Patria.
Como Comandante en Jefe, compartiendo el profundo sentimiento de esa
camaradería y apreciando el hondo sentido de patriótica solidaridad de los
cuadros de las fuerzas armadas de la Nación, me hago un deber en reconocer
vuestra contracción y vuestro espíritu de labor, en el perfeccionamiento de la
profesión y del servicio, coadyuvante de la grandeza y progreso de las armas de la
República.
Nuestro país vive horas de decisión, que gravitarán en su grandeza futura y
en la dignidad y prosperidad de los argentinos del mañana. Por ello lucharemos
todos con igual fervor e idéntico patriotismo, si seguimos las huellas de nuestros
próceres, que no quisieron luchar sino por una causa, ni supieron seguir sino a la
bandera de la Patria.

FIDELIDAD A LA BANDERA Y PATRIA JUSTA, LIBRE
Y SOBERANA
A nosotros nos está vedado servir intereses parciales o de círculo, porque
la Nación nos necesita para el servicio del pueblo. Por eso prometemos fidelidad
a la bandera que es la Patria misma; por eso juramos cumplir y hacer cumplir la
Constitución Nacional, que es el mandato supremo del pueblo, en comunidad
organizada que lo representa.
Entendemos la Patria de una sola manera, como la ansiaron nuestros mayores,
como anhelamos verla nosotros: justa, libre y soberana.
Aspiramos a su engrandecimiento por el trabajo incesante de sus hijos, la
queremos respetable y respetada más que por la razón de su fuerza, por la fuerza
de sus razones.
Es en ese concepto que luchamos diariamente por mantener en alto el estandarte
de una nueva epopeya incruenta: la independencia económica. Sin ella, será
siempre inútil blasonar de libres como es inoperante mencionar la suerte en la
desgracia. Yo tengo más fe en la lucha y el trabajo, que provocamos yendo en
busca de claros objetivos, que en la tranquilidad de confiar sin abnegación ni
sacrificio, al destino y a la suerte, la causa que debemos defender nosotros, si deseamos
estar a la altura de la misión que la hora señala y la Patria espera ver realizada.
No me inquieta que haya aún argentinos que en esta hora luchen bajo otra
bandera, en defensa de sus intereses o de sus pasiones; también los hubo en
1816, pero la historia ha de calificarlos algún día con mayor serenidad y aún
perdonarlos quizá, porque sirvieron sus intereses personales.
Nosotros preferimos servir a la bandera que juramos.

EL PATRIMONIO ARGENTINO HA VUELTO A SER DE LOS ARGENTINOS
Estamos satisfechos de la labor cumplida. En tres años de gobierno hemos
incorporado al haber patrimonial del Estado bienes por una suma superior a los
10.000 millones de pesos al valor actual, consistente en la nacionalización de empresas
de capital foráneo, creación de nuevas empresas de servicios, liquidación de deudas,
etc., etc.
En 1946, al hacerme cargo del gobierno, la situación del erario público era difícil,
no había dinero ni para pagar los sueldos de los servidores del Estado. El
Ejército adeudaba ocho meses del forraje de su ganado. Los créditos en el
exterior estaban sin garantía, en monedas inconvertibles, el oro bloqueado y se
amenazaba con un peligroso jubileo con el pretexto de la terminación de la guerra.
Frente a esa situación nosotros teníamos un programa que realizar y una
promesa que cumplir.
Llamé a consulta a numerosos técnicos a quienes planteé la situación como
menciono, agregando que, a pesar de ello, debíamos:
– Liquidar la deuda externa que en ese momento representaba un pago
diario de 2 millones de pesos.
– Comprar los ferrocarriles extranjeros y las casi 20.000 propiedades que
como bienes indirectos pertenecían a empresas.
– Comprar los teléfonos de compañías foráneas.
– Nacionalizar los servicios públicos.
– Comprar una marina mercante de por lo menos un millón y medio de
toneladas.
– Nacionalizar los seguros y los reaseguros.
– Cumplir el Plan Quinquenal de Gobierno que involucra obras por casi
6.000 millones de pesos.
La impresión que invariablemente recibí fué de absoluto pesimismo. Recuerdo
que unos de esos técnicos me dijo: —Sin dinero, ¿cómo quiere comprar tantas
cosas ?
— Yo le respondí: —Si tuviera el dinero no le hubiera consultado a usted.
Bien señores: han pasado tres años, todo ese programa se ha cumplido y
todo ha sido pagado religiosamente; de país deudor pasamos a país acreedor y por
sobre ello, el patrimonio de los argentinos ha vuelto a ser argentino y a estar al
servicio de la Nación Argentina.
Pero por sobre todo, para nuestro orgullo de argentinos, para nuestra
dignidad de patriotas puedo aseguraros que la independencia económica es ya un
hecho para nosotros. Defenderla y consolidarla, impidiendo la entrega,
sacrificándonos si es preciso, ha de ser la consigna inquebrantable de todo
argentino bien nacido.
Frente a este programa realizado, se han levantado verdaderas campañas
de rumores, de desprestigio, de calumnias de todo orden, de las cuales no han
escapado ni aun las propias fuerzas armadas. Es el tributo que debemos pagar
al bien de la Patria. Las promueven los grandes consorcios y los que siempre
comerciaron con el patrimonio y la dignidad de los argentinos. La financian
desde el exterior y las dirigen desde los bufetes de los que siempre pusieron su
ciencia y su conciencia al servicio de los que pagaron mejor.
Nosotros somos otra clase de argentinos, que pensamos que no hay
suficiente dinero en el mundo, como para torcer la conducta del que lucha por el
honor de una bandera.
El pueblo argentino, como en sus mejores horas, ha demostrado fehacientemente que está con esa causa, que marcha tras esa bandera y que
anhela escribir otra historia que borre el oprobio de un sometimiento colonial,
que no puede aceptar sin desmedro un pueblo que ha sabido morir por su
bandera.

EL PROGRAMA CUMPLIDO Y LA INDEPENDENCIA
REALIZADA
Conjuntamente con este programa cumplido y esa independencia realizada, hemos debido poner en ejecución un plan para la solución de los
problemas internos que preocuparon nuestra atención y que por depender de
ellos la felicidad de ese pueblo, objetó de nuestros justos desvelos, tenía la mayor
importancia.
Hemos sostenido y hoy sostenemos por mandato constitucional jurado, la
irrevocable decisión de constituir una Nación socialmente justa, económicamente libre
y políticamente soberana. Fieles a ese mandato, no hemos ahorrado sacrificio ni
trabajo, porque entendemos que nuestra obligación frente a ese maravilloso
pueblo argentino, no puede tener límite.
La situación del país al terminar la segunda guerra mundial pudo haber sido
trágica para los argentinos. Para apreciarla bastaría referirnos a lo que sucedió
en el país en la posguerra de la primera guerra mundial.
En el año 1918, al terminar la guerra, hemos presenciado la historia más
aleccionadora de nuestras vidas: 10 ó 15.000 desocupados, viviendo en casas de
lata en Puerto Nuevo; la olla popular en las calles de Buenos Aires; legiones de
linyeras a lo largo de las vías férreas y los caminos —los conocidos “crotos” de la
provincia de Buenos Aires—; el pan a más de un peso el kilo en piezas
incomibles; el azúcar a 1,50 el kilo vendida en las comisarías; legiones de niños
hambrientos que llegaban con su tachito a retirar las sobras del rancho en los
cuarteles y, cuando los obreros se declararon en huelga, reclamando mejores
salarios, sucedió la “Semana Trágica”; se dijo que eran comunistas, que eran rusos;
me inclino a pensar que eran solamente pobres argentinos azotados por las miserias
fisiológicas y sociales.
Los servidores del Estado, nosotros entre ellos, cobrábamos los sueldos con dos
o tres meses de atraso.
En el agro la situación fué ruinosa: el trigo bajó a 4 pesos, el maíz a 2.50,
el lino a 8 pesos, la lana a 4 pesos los diez kilos, por sólo citar algunos datos.
Esto trajo un descenso, tal en la economía argentina que el país quedó sumido en
la depresión más espantosa.
¿Qué podíamos esperar que se produjera en 1946 —posguerra de la
segunda guerra mundial—, con esta dura experiencia de la primera?
¿Cuáles fueron las causas que originaron en 1918, semejante derrumbe?
En primer término la falta de una concepción social para solucionar los
problemas del pueblo argentino. En segundo lugar la falta de una concepción
económica para la solución de los problemas de la Nación Argentina. Luego la
existencia de los grandes monopolios, el estado colonial de la economía y la falta
de capacidad, honradez o valor para “tomar al toro por las astas”.
Cuando la segunda guerra mundial llegaba a su final y siendo Secretario de
Trabajo y Previsión en 1944, fundé el Consejo Nacional de Posguerra. Con el
pensamiento expuesto anteriormente y la dura experiencia de 1918 la función
de ese Consejo de Posguerra fué estudiar con tiempo, con hombres técnicos y
libres de influencias extrañas, la solución de todos los problemas emergentes de la
nueva posguerra, en forma de no volver a sufrir las mismas consecuencias.
De esos estudios surgió un nuevo ordenamiento económico, basado en la
necesidad de llegar a la total independencia de la economía argentina. Dejar una
vez por todas de ser una colonia más y enfrentar el destino con la dignidad de los
libres. Así nació la nacionalización del Banco Central y organización del sistema
bancario; el desplazamiento de los monopolios por la comercialización estatal de
la producción; la nacionalización de los seguros; la industrialización y defensa de la
producción industrial, etc., etc. En ese Consejo Nacional de Posguerra se estudiaron
todos los problemas, se presentaron soluciones y se planificó la acción realizada
después en mi gobierno.

EL INSTITUTO ARGENTINO DE PROMOCION
DEL INTERCAMBIO
Allí nació el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio, más
conocido como el I.A.P.I. ¿Cuál era su finalidad? En 1918 los precios
argentinos fueron echados abajo por dos entidades igualmente peligrosas para la
economía argentina: una comisión organizada por los países aliados, vencedores en la
guerra, que funcionó como “único comprador”, combinada con los grandes monopolios
acaparadores de la producción argentina, verdaderos “Caballos de Troya” de nuestra
economía.
Frente a la inorganicidad de nuestra indefensa economía, donde al “comprador
único” opusimos miles de vendedores, la consecuencia no podía ser otra que una baja
ruinosa de los precios, portadora del hambre y la miseria del pueblo.
El I.A.P.I. tuvo la virtud de oponer al “comprador único”, también un “vendedor
único” y los precios subieron. Esto Explica también de cierta manera, por qué el “I.A.P.I.”
ha sido tan enconadamente combatido desde el exterior y en el país.
Habría que preguntar por cuenta de quién obran los que lo atacan. No será sin duda
por los intereses del país o de los chacareros que cobraron en 1947 precios 8 y 10 veces
superiores a los que recibieron los pobres agricultores de 1918. Con esta valorización
de la producción nacional se evitó la ruina y se impidió a los voraces consorcios
monopolistas de origen foráneo se llevaran el producto del trabajo argentino al
extranjero, se logró tonificar nuestra economía, haciendo que la riqueza
argentina, estuviera. por primera vez, al servicio de los argentinos.
Peto el I.A.P.I. hizo más aún: posibilitó la independencia económica. En 1946
a poco de hacerme cargo del gobierno se me presentó una difícil situación:
estuvimos expuestos a perder las tres cuartas partes de la cosecha, abandonada en las
chacras, por un valor superior a los 4.000 millones de pesos.
Terminada la guerra nuestros transportes internos combinados no tenían
capacidad para sacar a puertos apropiados más de 300.000 toneladas de cereal
al mes. Si ello hubiera sido posible, el puerto de Buenos Aires y los del litoral
marítimo no permitían la carga de más de 300.000 toneladas. Y aun solucionado
esto la marina mercante con poco más de 250.000 toneladas en total, no podía
asegurarnos su transporte.
En tal situación el I.A.P.I. fué quien encaró la solución de los transportes
comprando 60.000 camiones. ¿Dónde? Donde estuvieran, porque las empresas
que normalmente abastecían de camiones al país no tenían una sola unidad
disponible. Fué así necesario traer vehículos de los más lejanos y diversos
lugares del mundo, gastar en ello más de 50 millones de pesos, entregarlos a los
que desearan “fletear” por su cuenta para pagar a plazos con el producido. Así se
salvaron los 4.000 millones de pesos, importe de esa cosecha.
Simultáneamente se solucionó el problema de los puertos, a los que
también el I.A.P.I. compró todo el material de carga y descarga destruido e
insuficiente. Al mismo tiempo se encaró decididamente la compra de navíos para
cumplir el programa de adquisiciones de la Marina Mercante.
Hoy, señores, no hay problema. Las 3.600.000 toneladas anuales que podíamos
transportar, embarcar y conducir a ultramar, se han elevado a 14.000.000 de
toneladas anuales. Con eso hemos terminado con toda clase de bloqueo. Podemos
decir que, por primera vez, somos libres. Esta es la derrota, confesada o no, de
nuestros enemigos; ahora a ellos les queda como recurso consolarse diciendo que no
somos honrados. Me conforta ante ello recordar que cuando San Martín daba la
independencia a la Patria la impotencia de sus enemigos recurría a llamarle
“ambicioso y ladrón”.

CAMPAÑA DE DIFAMACION
Así fué posible cumplir también el programa de nacionalización de
servicios que ahorran a la Nación más de 2.500 millones de pesos anuales, que
antes salían del país; así fué posible llevar a cabo una obra social que pone a la
República a la cabeza del mundo; así también fué posible encarar un plan de
gobierno para realizar obras que en pocos años decuplicarán la riqueza nacional.
Como argentino y como patriota no tengo la pretensión de que el que me
siga en el gobierno haga otro tanto; me conformaría con que hiciera la mitad,
para ver en pocos años a la Argentina en la situación a que aspiramos.
Pero, señores, lo duro de esta vigilia no consiste en trabajar día y noche
en jornadas agobiadoras y sin descanso; lo triste no estriba en ese sacrificio y en
esa incesante abnegación. Lo amargo es ver que argentinos nacidos como
nosotros en la tierra de San Martín, se alíen al extranjero para perjudicar y
denigrar al país al que todo deben. A esos hombres, dice San Martín, ni el
sepulcro puede salvarlos.
El esfuerzo no se ha reducido a resolver problemas, que sería lo de
menos; hemos debido enfrentar a un enemigo tenaz e insidioso que actúa en
todos los terrenos y por todos los medios. Una campaña permanente de difamación
interior e internacional, donde la prensa venal ha de haber obtenido tremendos
beneficios; una confabulación para hacer aparecer a la Argentina como imperialista a
la zaga de objetivos que no le interesan; un verdadero bloqueo económico y
sabotaje a nuestro comercio que ha mantenido paralizados nuestros cereales durante
seis meses sin vender un gramo; hemos sido objeto de verdaderos engaños,
reservando parte de nuestra producción ante la formal promesa de una compra que
jamás se materializó; se nos ha presionado de cuanta manera es dable imaginar.
Afortunadamente, hemos tenido buenos nervios y hemos sabido esperar. Todo lo
hemos resistido y superado y si alguna satisfacción puede quedarme, es la de
haber vencido sin tener necesidad de imponer sacrificio al pueblo argentino.
No creemos que esa lucha haya terminado, ni pensamos que las malas artes
cesarán ni los hombres cambiarán los métodos; pero sí tenemos fe en el pueblo
argentino y estamos persuadidos de la justicia que nos asiste en esta resistencia a
someternos y tenemos conciencia tanto de nuestra responsabilidad histórica como de
nuestras posibilidades y recursos.

UNA NUEVA CRISIS SE ANUNCIA EN EL MUNDO
Una nueva crisis se anuncia en el mundo. Ya se presentan en algunos países
los primeros síntomas. Es la crisis mediata que, superada la inmediata, presentan
todas las posguerras En la primera guerra mundial se produjo en 1928, es decir
diez años después de la inmediata. En esta posguerra no ha de tardar tanto, ya
que gravita esta vez sobre la humanidad el peso de dos guerras. Hace ya
tiempo que lo tenemos previsto y planificadas las medidas para enfrentarla y
superarla.
En los problemas de gobierno, el que no es capaz de prever tiene que estar
decidido a aguantar porque en esto, como en muchas cosas de la vida, el que no
tiene buena cabeza, debe tener ‘buenas espaldas.
Lucidos estaríamos los argentinos si hubiéramos esperado que la crisis anterior se
desencadenara para recién encarar su estudio y solución. Lucida estaría la’
República si esperáramos que la próxima depresión se produjera, para comenzar las
lamentaciones por nuestra imprevisión.
Yo sé que muchos agoreros, que se lamentan que no hayamos fracasado,
frente a la evidencia de los hechos, comienzan a abandonar los viejos argumentos y a
esgrimir el nuevo: la próxima crisis.
A los timoratos, que aún no han comprendido que todo es derrotismo, se les
comienza a acelerar el pulso, sin comprender que el único peligro que les
acecha es sólo su propio temor, que el único enemigo que existe lo llevan dentro:
su propia cobardía. En el campo económico, como en todos los campos, el factor
psicológico, como se le llama decorosamente al miedo, actúa sólo para los cobardes,
pero afortunadamente sólo los cobardes son sus víctimas.
Hace tres años que nuestros críticos anuncian el “croc económico” y
nosotros seguimos acumulando bienes para la República y acrecentando la
riqueza’ y el bienestar de los argentinos. Para esto ha sido necesario cambiar las
formas, impedir no pocas injusticias y suprimir no pocos privilegios, lo que ha
comportado también el desequilibrio de las viejas formas, pero aún nadie ha
conseguido hacer una tortilla sin romper los huevos.
Cuando nosotros en plena lucha, enfrentábamos los duros momentos de crisis
que toda lucha tiene, ¿qué me aconsejaron los críticos y los timoratos? Volver a lo de
antes, entregarnos. ¡Valiente solución! ¡Lindos conductores para una batalla! ¡ Hoy
me queda la satisfacción de haberles demostrado que el camino de la dignidad y
del honor suele ser también la mejor solución económica cuando no se tiene el
cerebro marchito ni el corazón intimidado.
Yo les puedo decir, camaradas, con la convicción del que sabe lo que hace,
que podéis dedicaros tranquilos al cumplimiento de vuestras tareas especificas,
como lo habéis hecho hasta hoy, para que cada uno en su puesto haga su deber, como
el patriotismo y la conciencia lo exigen.
La organización de derrotismo y sabotaje creada por los enemigos del país,
que antes se dedicó a la industria del rumor, se dedica hoy a un verdadero
bombardeo de panfletos anónimos destinados a dispersar las calumnias más
inverosímiles sobre los hombres y las instituciones, y las fuerzas armadas son
objeto preferente de ese bombardeo. Debéis perdonarles, ellos no saben lo que
son las instituciones armadas.
En este día en que os hablo, no como Presidente de la Nación Argel-tina,
sino como vuestro jefe y camarada, séame permitido que en confianza os diga, que
estoy contento y satisfecho de vosotros. Que os agradezco en nombre del Estado
cuanto hacéis por merecer la confianza y la gratitud del pueblo Argentino, que os
ama y os respeta, porque ve en cada uno de vosotros la garantía de su bienestar
presente y la futura grandeza de la Patria.

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