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Palabras por el Día del Trabajador

1 de mayo de 1950

Compañeros:
Hoy, un Primero de Mayo más de la etapa justicialista, encuentra reunidos en
esta histórica plaza, y en muchas otras plazas no menos históricas de nuestras
provincias, a una masa de trabajadores que, festejando la fiesta de su sacrificio,
elevan en el altar de la patria el saludo agradecido de sus hijos ante la
magnificiencia de esta patria inmortal. A todos ellos, mi saludo y mi abrazo
cariñoso, de compañero y de amigo.
El año 1950 será decisivo para el sindicalismo argentino. La confederación
General del Trabajo, al frente, con su bandera de lealtad y sinceridad para con la
clase trabajadora, ha marcado en su último congreso la etapa más gloriosa del
movimiento sindical de nuestra Patria.
El Movimiento Justicialista celebra como su propia fiesta la fiesta de los
trabajadores argentinos, primero, porque el Movimiento Justicialista es un
movimiento obrero y segundo porque nadie hizo en su beneficio antes que
nosotros lo que nosotros hemos hecho.
El año 1949 queda grabado en la historia como el año de la Constitución
Justicialista, la Carta del pueblo, la Carta de los Trabajadores, donde se
estampan sus derechos que la injusticia humana no podrá abatir en los siglos de
nuestra vida histórica.
Pero, compañeros, no debemos descansar en la vigilancia de esta Constitución
Justicialista y su cumplimiento. Voces de la reacción comienzan a levantarse en
algunos diarios “serios” o en alguna bolsa de comercio. Ellos hicieron algo así
como un tabú de la Constitución liberal individualista que les permitió explotar
a la República durante un siglo. Ellos no habrían tolerado jamás la voz de un
obrero que anatematizara esta Constitución, porque permitía la explotación de
los trabajadores. Como ellos vigilaron sus intereses, como ellos discutieron el
tabú cerrado de esa constitución durante un siglo, nosotros, los justiciaistas,
hemos de velar con el arma al brazo para su cumplimiento y pobres de ellos si se
animan a sacarla.
Compañeros: el pueblo de la República, en un plebiscito jamás realizado por su
pureza y por su ecuanimidad, ha establecido en una asamblea soberana que la
ley suprema de la Nación, dada por ese pueblo, será la Constitución
Justicialista. Hemos de recordarles a quienes intentan levantarse contra ella,
que en esta tierra, el que se levanta contra el pueblo paga muy cara su traición.
Compañeros: yo les he dado una doctrina justicialista, he asegurado una justicia
social, he conquistado una libertad económica, les he dado una realidad política,
todo consolidado en la Constitución Justicialista. Para el futuro han de ser
ustedes los guardianes, han de ser ustedes los que juzguen y han de ser ustedes
los que sancionen.
El movimiento sindical argentino y el pueblo argentino tienen la enorme
responsabilidad de conservar este legado que nuestra generación creó para la
felicidad de nuestros hijos y de nuestros nietos y para que no vuelvan ha
producirse los dolores y las miserias que hemos presenciado.
Por eso compañeros, es necesario afirmar los sindicatos; es necesario apuntalar
la C.G.T; es menester que todos los trabajadores de la Patria, en este inmenso
movimiento sindical, terminen por establecer que en esta tierra los trabajadores
son uno para todos y todos para uno. Y así unidos los sindicatos y el pueblo
argentino, custodiaran y defenderán en el futuro sus reivindicaciones, y será el
pueblo y los trabajadores, marchando del brazo por la ancha calle de la historia,
quienes escribirán el último capítulo justicialista de esta querida Patria
argentina.
Compañeros: que nuestros conflictos intersindicales sean solamente peleas de
familia entrecasa. Cuando salgamos a la calle no habrá ninguna pelea, seremos
como una familia unida que puede tener sus conflictos domésticos, pero ante el
exterior se presenta con un frente unido e indestructible. Un frente obrero
popular, unido y numeroso será el terror de la reacción y la mejor defensa
contra la reacción política oligárquica, que pretende levantar su voz en defensa
d interese ajenos al país. Compañeros: escuchamos hoy que los políticos del
fraude están pensando en formar agrupaciones obreras favorables a su política.
Les hablan con nuestras propias palabras; se han convertido a la doctrina
justicialista. Pero hay que repetirles lo que nosotros sabemos de ellos: que están
disfrazados de obreristas. Tendremos que hacer como en carnaval y decirles:
“Sáquense el bigote, que los conocemos”. Ya sabemos que interesar a los
sindicatos en la política partidaria es una maniobra artera y conocida de la
reacción. Meter la política para debilitar primero, dividir después, y disociar,
finalmente, entregando a los trabajadores maniatados a la reacción, para que
ella cumpla su designio.
Por eso, el año 1950 ha de ser de fortalecimiento sindical, de cumplimiento de lo
determinado por la C.G.T.; de unión y de conformación del nuevo sindicato
argentino con su ala de lucha y con su ala social, con las mutualidades, con las
cooperativas, con las escuelas sindicales, en forma de elevar la cultura social, y
que la lucha que pueda venir en el futuro nos encuentre fortalecidos y firmes
para hacer frente a la reacción.
La defensa de los trabajadores se hace solo por los trabajadores mismos. Que se
fortalezcan nuestras organizaciones para que muchos primeros de Mayo nos
sorprendan en el grado de felicidad y dignidad que hoy disfrutamos. Que en el
futuro las organizaciones sindicales se vigilen si mismas y vigilen a las fuerzas
de la reacción. Que sean ellos el artífice de su destino, porque nadie lo hará en
su reemplazo en forma que esas organizaciones tengan algo que agradecer.
Finalmente, quiero terminar con el consejo y el saludo de siempre.
El consejo, compañeros, es el mismo que dijimos en las horas de lucha y que no
debemos olvidar en los tiempos de bonanza: unidos, venceremos.
Y el saludo lo dirijo a los camaradas que me escuchan a lo largo de toda la
República, y con este mi saludo reciban un estrecho abrazo sobre mi corazón de
compañero y de argentino.

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