Descamisados de Avellaneda:
Con profunda emoción llego a este acto que, junto con el que he presenciado esta tarde en
la ciudad de La Plata, constituye mi primera salida desde la operación a que fuera sometido
nuestro General Perón, quien ha podido, con ese motivo, comprobar una vez más el cariño
que por él sienten los trabajadores argentinos.
A este magnífico acto de los descamisados de Avellaneda, en el que me encuentro rodeada
por tantos dirigentes amigos, quiero traer un mensaje del General Perón, quien me
encomendó un abrazo afectuoso para todos los trabajadores de esta populosa ciudad. Así
como el General está orgulloso del pueblo trabajador argentino, pueden ustedes también
estar orgullosos con su líder, quien, en instantes en que se hallaba en la sala de
operaciones, no tuvo más preocupación que el futuro de su Patria y el bienestar de sus
descamisados.
Yo, que soy la más humilde de las colaboradoras del General Perón y que desde la
Secretaría de Trabajo y Previsión lucho incansablemente por llevar un poco de felicidad a
los hogares de mi Patria, creo poseer la plenipotencia espiritual de todos los que sufren.
Por eso, no me alcanzan las calumnias de los opositores, que durante medio siglo
explotaron inicuamente a la clase trabajadora y al país todo; ni me interesan las críticas de
esos señores y señoras cuya única preocupación es la de hacer intrascendente vida social.
Para Perón y para mí , el honor más grande es el de compartir las alegrías y los
sufrimientos del pueblo laborioso, que con su labor de muchas décadas ha enriquecido el
patrimonio nacional, y que sólo ha visto reconocido y recompensado su esfuerzo cuando el
General enarboló la bandera de la justicia social. Hoy pretenden engañar al pueblo,
apareciendo como propugnadores de la justicia social los mismos que siempre se
desentendieron de la suerte de los trabajadores. Y aquí, el Avellaneda, tienen la tremenda
osadía de aspirar a entronizarse en el gobierno comunal, olvidando que esta ciudad es un
fortín descamisado, donde 15 mil fábricas albergan a la legión de los trabajadores que
vieron el amanecer de la justicia social el día en que un Coronel del pueblo les dio lo que
justamente merecían.
Se equivocan esos desplazados y podrán presenciar el próximo domingo el nuevo triunfo
del General Perón sobre la oligarquía. Hay quienes olvidan que en dos años escasos de
gobierno, el General Perón ha recuperado para la Nación los ferrocarriles, los teléfonos, el
gas y tantas otras cosas que estaban empeñadas al extranjero.
Conocen ustedes mi labor incesante en la Secretaría de Trabajo. No sé de fatigas cuando se
trata de llevar un poco de felicidad a los hogares humildes. Saben que la compañera Evita
no les daría nunca un mal consejo, y es ella la que les reitera que el próximo 14 de marzo
deben decir otra vez “Presente, mi General”. Porque saben que con eso están defendiendo
la felicidad de sus hogares.
Nosotros no levantamos tribunas solamente con las épocas preelectorales, sino que
estamos permanentemente en contacto con el pueblo para auscultar sus sentimientos y
saber si interpretamos sus aspiraciones. El gran triunfo logrado el 7 de marzo hace recaer
sobre los peronistas la responsabilidad de trabajar sin desmayo para lograr que la
Revolución se cumpla, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Tengan los trabajadores
plena confianza en el General Perón, porque él jamás ha defraudado sus esperanzas.
Avellaneda, que durante tantos años ha sufrido el azote de la baja politiquería y que ahora,
mediante la ejecución de las obras del Plan Quinquenal y del Plan Trienal, va logrando las
mejoras materiales a que legítimamente tenía derecho, no volverá a las manos de los
políticos ineptos.
Para terminar quiero decirles que si algún día la justicia social estuviese en peligro no
estarán ustedes solos. Cuando el pueblo me necesite estaré a su lado dispuesta a marchar
con él y a morir contenta luchando por un hermoso ideal.