Al General Francisco Fasola Castaño Santiago, 17 de febrero de 1936
Mi querido General:
Ya en territorio extranjero me he enterado de su retiro, lo que me ha llenado de
pena y de dolor, por el gran cariño que le profeso y porque en mi corazón de
soldado valoro la enorme pérdida que su alejamiento representa para el Ejército de
nuestra Patria.
Siempre fui optimista, pensando que las autoridades no permitirían tal calamidad,
porque no es posible sin desmedro quitar al cuadro de Generales su más fuerte
puntal. Sin embargo, producido su retiro, nos queda la esperanza, que su
dinamismo inacabable se ponga en marcha por otros caminos, para servir a la
Patria con la misma eficiencia que pusieron de manifiesto sus más de 35 años de
servicios honrados al país.
Porque lo conozco y sé de sus valores, confío en nuevos éxitos. En ellos tendremos
puesta la mirada, seguros de que sus triunfos serán los nuestros y los de nuestra
querida Patria.
Siempre he creído, mi General, que los grandes hombres no pueden atarse a un
incidente de su vida. Los tropiezos son obstáculos sólo para algunos hombres. El
hombre de valores reales encadenará siempre algo de las veleidades de su propio
destino a su voluntad, hará y vivirá su vida por sobre las miserias fisiológicas y
morales. El éxito, el triunfo y la gloria, están muchas veces ocultos en caminos que
jamás se nos hubiera ocurrido recorrer; para alcanzarlos se necesita “el hombre”,
no “los hombres”.
Tengo, como Usted, fe en su estrella y en su persona, “destino” y “hombre”. Nada
más se necesita para triunfar. Esas son armas poderosas, ¡quizá las más poderosas!
Usted que es capaz de vencer sin armas “a mano limpia”, ¿cómo no habrá de llegar
a la gloria, con armas tan poderosas y eficaces? Esos son mis deseos y por ello hago
los más fervientes votos.
Como siempre, desde Santiago, estoy a sus órdenes y me será muy grato poderle
ser útil en algo.
La Potota me encarga le transmita sus especiales saludos.
Con nuestros mejores deseos por la mejoría de Marquitos, y saludos para su señora
y sus hijitos, me repito una vez más a sus órdenes con el respetuoso cariño de
siempre.
Juan Perón, Mayor.